Datos de muertes por paros cardíacos y respiratorios ocultan decesos por COVID-19 y otras enfermedades

El oncólogo Danilo Arévalo y el nefrólogo Ramón García Trabanino advierten que el alto número de decesos por paro cardiorrespiratorio, cardíaco o respiratorio en 2020 puede estar asociado a un subregistro de muertes por COVID-19, cáncer, enfermedad renal y otras enfermedades crónicas desatendidas durante el confinamiento obligatorio en el país.

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Al menos 11 fallecidos fueron sacados de la morgue del Hospital Rosales el 19 de junio de 2020. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por Evelia Hernández

2021-03-12 9:30:06

“El concepto de muerte de paro cardíaco acá en el país es curioso. La muerte por paro respiratorio no es la causa de muerte, ese es el efecto de la muerte. Hasta los pacientes con COVID mueren por un paro respiratorio. ‘Paro’ no debería ser el diagnóstico de la muerte, es como que me diga que tuvo un accidente por choque”, advierte el nefrólogo, Ramón Antonio García Trabanino.

Según los registros de las muertes por paro cardíaco y paro respiratorio del Registro Nacional de Personas Naturales, en junio de año pasado hubo 1,116 decesos por un “paro”. La cifra resalta porque esa cantidad supera las 647 muertes esperadas casi el doble.

Mientras que el dato más alto de decesos a causa de paros fue en julio con un total de 1, 520. Aunque el alza inició en junio 2020, entre marzo, abril y mayo hubo menos muertes de las esperadas.

La proyección de “muertes esperadas” resulta de un cálculo estadístico, con base en registros de decesos atribuidos a “paros” de 2015 a 2019. En nueve meses de 2020, El Salvador registró 6,555 muertes por paro cardíaco, respiratorio o cardiorrespiratorio, lo cual representa un aumento de 515 muertes más, según el pronóstico de decesos por esa causa.

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El nefrólogo Ramón García Trabanino y el ginecólogo-oncólogo Danilo Arévalo coinciden en que detrás de esos decesos “por paro”, se esconde un subregistro en las causales de las muertes por cáncer y enfermedad renal crónica, debido a que no existe un registro estricto de las muertes.

“Yo pienso que los decesos caen por falta de registro, los pacientes dejaron de llegar a sus tratamientos y muchos de ellos morían en casa. Yo considero que al principio de la pandemia el registro de mortalidad decae por falta de registro por las mismas limitaciones de movilidad. Si el paciente moría en casa, mire, ni siquiera había funeraria, mucho menos un médico que le generara una constancia y diera un diagnóstico de muerte”, comenta García Trabanino. Es probable que en muchas ocasiones el diagnóstico que se colocó en la boleta de defunción fue de paro cardíaco, respiratorio o cardiorrespiratorio; sin embargo, García Trabanino reitera que esos términos están mal empleados.

Por su parte, el oncólogo Danilo Arévalo advierte que mientras no haya una forma estricta o un centro nacional que cubra los datos de los subsistemas de salud (Bienestar Magisterial, Sanidad Militar, Seguro Social, Ministerio de Salud y hospitales privados), no se conocerá a cabalidad las causas de muerte.

“No hay centro de registro de tumores, por lo que la información viene del acta de ingresos del paciente, que es una forma de saber de dónde vienen los decesos; a veces los ingresos son por cáncer y entonces los decesos los marcan por esa causa, pero puede ser un subregistro. Suponiendo que la paciente ingresó por hemorragia, entonces si el deceso dice hemorragia, como el término es muy vago, entonces sí se cumple lo del deceso que es por un paro cardiorrespiratorio; como no existen datos reales y una base de datos que nos pueda decir eso, siempre va existir un subregistro”, señala Arévalo.

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Los decesos por paros cardiorrespiratorios, cardíacos y respiratorios esconden un subregistro de muertes por COVID-19, enfermedad renal, cáncer y otras enfermedades crónicas que no fueron diagnosticadas adecuadamente por poca información de las familias , o porque ellas ocultaban síntomas para poder sepultar con normalidad y no con protocolo COVID-19.

“Paro respiratorio es la muerte más común y natural”, comenta Adonay Alas, empleado de una funeraria. “En cuestiones de emergencia, cuando uno hace el reconocimiento solo ve la hoja y ve paro cardíaco y hay que hacer el proceso. Pero en la mayoría de casos, de 10 muertos, 7 son de paro cardíaco, cuando son muertes naturales”.

 

Alas comenta que ante la restricción de movilidad por el confinamiento obligatorio, cuando la persona fallecía en casa, la funeraria le ofrecía a la familia el servicio de reconocimiento del cuerpo.

“La empresa cuenta con un médico de cabecera, llevamos a un médico que evalúa el cuerpo y con la ayuda del testimonio y algún documento de medicina o algo, el doctor llega a determinar la causa de muerte”, explica Alas, sobre cómo tuvieron que trabajar durante la pandemia para dar sepultura a las personas que fallecían en sus casas.

Una labor que casi le cuesta la vida al tío de Alas, que labora junto a él en la funeraria. “La gente (veía) por su beneficio, porque pudo ser una muerte por el COVID, pero como la gente no quería enterrar a sus familiar de un solo e irlo a dejar al cementerio rápido, y por las restricciones, la gente manifestaba que era un paro cardíaco para hacer un proceso normal. Ahí es donde viene todo el problema para los médicos que identificaban el cadáver”, considera Alas.

La familia de Pedro Marín exige justicia por su muerte repentina en el Hospital San Bartolo. Aseguran que una prueba de COVID resultó negativa en su pariente. Foto EDH / Yessica Hompanera

El médico que brindaba el servicio de evaluación del cadáver, muchas veces manifestó que la muerte era “sospecha de COVID-19. Aún los pacientes teniendo cuadro anteriormente por una diabetes, algún cáncer, pero los doctores se basaban en la COVID-19”, recuerda Alas.

El empleado de la funeraria comenta que su tío se infectó de COVID-19. Después de estar ingresado dos meses en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social, se recuperó. Pero al cuestioanarse a sí mismo sobre cómo se infectó, concluye que se contagió preparando un cadáver.

Por su parte, los médicos Arévalo y García Trabanino coinciden en que no todos los familiares de los fallecidos por paro tuvieron un médico que identificara causa de muerte.

“Durante la cuarentena no siempre pudo llegar un médico a hacer un acta de defunción y no creo que hayan tenido acceso al médico todos esos fallecidos”, concluye Arévalo.