El pánico que se apoderó de los residentes de la San Antonio

Minutos de angustia y pánico vivieron los habitantes de la colonia San Antonio donde se registró la emergencia.

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Unidades de transporte afectadas por la ignición. Foto EDH/ Mauricio Cáceres

Por Roberto Alas

2019-07-12 9:35:21

Justo el reloj marcaba las 8:15 de la mañana. Hay que acelerar el ritmo a la jornada. No han pasado ni cinco minutos cuando algo nos empuja, nos rodea de sonido y nos desconcierta. ¿Un terremoto? No parece. ¿Una bomba? ¿Por qué?

El correr de gente por los pasajes de la colonia San Antonio empieza a provocar más incertidumbre que respuestas. “Hay un montón de muertos en la calle”, dice una mujer que apresura sus pasos hacia la Calle al Volcán, pero no da más explicaciones.

En la transitada calle, la tragedia está a simple vista. El microbús verde de la ruta 23, el furgoncito con mercadería y otros carros destrozados, con las latas de sus cubiertas desprendidas y los vidrios rotos. Las enfermeras y doctores de la Unidad de Salud Zacamil luchan por estabilizar a un hombre, cuya sangre cubre su rostro.

Autoridades del Ministerio de Defensa llegaron a la escena para inspeccionar.

Los residentes de la colonia San Antonio se han volcado a la zona de la tragedia, sus miradas están hundidas en el desconcierto, el nerviosismo y el asombro de ver destruida la casa donde habitualmente muchos han comprado el gas para sus cocinas y conocían el rostro, e incluso los nombres, de los que ahí trabajaban y vivían, ya desde hace varios años. Mis vecinos se ven entre ellos, pero no hay muchas palabras que cruzar ante lo que está ocurriendo.

El ruido de varias sirenas de las ambulancias ilustra la magnitud de la tragedia. Un grupo de mujeres y hombres con uniformes blancos o anaranjados corren a la zona para auxiliar a las víctimas; los pasajeros del bus, los motoristas de los otros vehículos.

Una segunda persona es sacada del microbús y puesta en el asfalto de la calle al Volcán para tratar de estabilizarla con maniobras médicas.

Cerca del microbús de la 23, un hombre moreno y delgado, embargado por la desesperación, dice que la mujer muerta dentro del bus es “aquella”, que “venía en la puerta”. El hombre es parte del grupo de vendedores que se suben a los buses a ofrecer dulces o frutas y que se mantienen cerca de la gasolinera de la zona.

El estallido generó una onda expansiva que dañó la estructura, y expulsó algunos tambos de gas. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Los curiosos se amontonan en las aceras y los más atrevidos, celular en mano, se atraviesan de un lado a otro registrando en vídeo la tragedia. Ante tanto caos, un grupo de policías empieza a desalojar la zona y a sacar del área a los observadores. Tres horas después, el grupo de curiosos seguía mirando detrás de la línea amarilla los vehículos destruidos, a los funcionarios dando declaraciones. Nadie lloró, pero las miradas de los vecinos seguían llenas de asombro y desconcierto, algunos seguían percibiendo un zumbido en los oídos dejado por la “bomba”; algunos dando gracias a Dios porque no estaban más cerca de la venta de gas durante el momento de la explosión, como le ocurrió a los pasajeros de la 23 o a los motoristas.

Los que viven en las dos casas que colindan, por los patios, con la venta de gas, no se encontraban cuando explotó, eso les protegió del azote que le dio vuelta a sus pertenencias y dejó trozos de vidrio por todas partes. El sonido de la explosión lo escucharon pacientes que pasaban consulta en el Hospital Zacamil o allá por la zona de una fábrica de chocolates, camino al centro de Mejicanos.

En la gasolinera de la zona, un grupo de mujeres y hombres, algunos con uniforme de motorista de la Ruta 23, se mantenían juntos, a distancia del punto de la explosión, como buscando un poco de privacidad, para consolarse por lo ocurrido; entre ellos estaba el hombre que decía que “aquella” era quien murió dentro del microbús. A unos 10 metros, el empleado de un gimnasio barría los vidrios de los ventanales de las paredes que se quebraron por la onda expansiva. Por la tarde ha tocado en cada casa revisar, reparar ventanas y techos, limpiar, ordenar… intentar retomar el tranquilo ritmo de la colonia.