El hombre a quien la pandilla condenó a vivir solo

Los problemas generados por los pandilleros en El Castaño, obligaron a la familia de Dagoberto Morán, a huir del país.

Por Jorge Beltrán Luna / Óscar Iraheta

2019-11-04 10:10:19

Dagoberto Morán, o Dago, como lo llaman sus amigos, fue el primero en huir de El Castaño, el cantón del municipio de Caluco, Sonsonate, donde a mediados de septiembre de 2016, los crímenes desatados por la pandilla 18 sureños, provocó un desplazamiento masivo. Al 16 de ese mes, solo quedaban unas tres familias que no quisieron abandonar sus viviendas.

“Fui el primero que salí. Me querían matar los pandilleros”, dice Dago, al comenzar a narrar a El Diario de Hoy todos los sufrimientos que la pandilla le hizo, aunque aclara que no fue la excepción sino la regla.

Después de que un pandillero lo obligara a darle alojamiento, vinieron las exigencias de dinero y las órdenes para que trasladara a pandilleros, a familiares de éstos… hasta que tuvo que estropear intencionalmente él mismo su carro para evitar hacer los mandados que le pedían.

Al buscar evitar colaborar con las pandillas llegaron las amenazas e intentos de asesinarlo.

Como otros vecinos, Dago dice que las autoridades tuvieron parte de culpa en que la pandilla 18 se posesionara de El Castaño. “Eso se fue creciendo. Pero el problema que tuvimos es que la autoridad no nos apoyó, porque venían, nos registraban las casas, no hallaban nada. Se estaban unos tres minutos en la cancha y se iban”, afirma.

Un vecino de El Castaño traslada ganado por uno de los caminos de ese cantón que en septiembre de 2016 fue asolado por el accionar de pandillas.

La primera vez que lo intentaron matar, cuenta, le llegaron 18 pandilleros. El estaba limpiando de maleza un terreno, acompañado de su hijo. Ambos se decidieron a morir defendiéndose, aunque solo tenían sus machetes como armas. Los pandilleros no lo enfrentaron.

La última vez, un lugareño llegó disimuladamente a su casa para advertirle: “Yo le voy a decir algo, usted es mi amigo y no lo quiero ver muerto. Váyase, por que lo van a matar. Miedo no les tenía, me daba cólera de ver que bichitos que yo había chineado ahora anduvieran buscándome para matarme”, dice.

Como Dagoberto no hizo caso, no porque no quisiera sino porque tenía que arreglar algunas cosas, pasaron tres días, fue entonces que el pandillero apodado el Chimbolo junto a otro marero lo interceptaron.

El problema se agravó porque el Chimbolo creyó ciegamente que Dago había llamado a la policía para que llegara a El Castaño a capturar al Payaso, un pandillero de Izalco, la mano derecha del cabecilla. Dago niega haber hecho eso. “Se empiló en que yo había llamado a la autoridad; pero yo ni celular usaba”.

Aquel día, en una vereda el Chimbolo lo interceptó cuando a pie iba a hacer unas compras, pues el carro no caminaba.

De repente le salió el Chibolo. “Hinquémonos, lo voy a matar”, le dijo poniéndole la pistola en la frente, mientras que un compinche lo tenía con una pistola en la nuca.

“Don Dago, usted ha sido vergón con mi familia, me duele, pero lo voy a matar”, le dijo. Así estuvieron hincados por varios minutos pero no lo mató. Le dijo que en la noche iría a sacarlo de su casa para matarlo en otro lugar.

Él le dijo que estaba equivocado si pensaba que caminaría un metro con él; que lo iba a matar pero en el lugar donde lo encontrara.

Por fin, a principios de septiembre de 2016 decidió abandonar su vivienda, aunque siempre regresaba a dar de comer a sus animales.

Luego de que los pandilleros provocaran un desplazamiento masivo de todos los vecinos de El Castaño, las autoridades capturaron a El Chimbolo y a sus secuaces. De todos los pandilleros que asolaron a este cantón sonsonateco, solo al Triste no han podido capturar.

Sin embargo, para Dago, todo eso ya era tarde, puesto que sus hijos y un nieto que vivían con él se habían marchado del país, huyendo de la violencia.

Ahora vive solo en su casa con paredes mitad de ladrillo y mitad de madera. Lleva más de tres años de no ver a los suyos.

Dago es uno de tantos hombres de El Castaño que afirman estar resueltos a nunca más dejar que la delincuencia se apodere de sus vidas.