El deporte como esperanza de vida

Los reos en fase de confianza de 18 centros penitenciarios mostraron sus habilidades deportivas con el espíritu de compañerismo y respeto entre ellos. Así son sus historias de superación

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Jose Anibal Rosales de 35 años de edad compitió por el Centro Penal La Esperanza. Foto EDH/ Menly Cortez

Por Menly Cortez

2019-05-02 4:00:42

Son las 8 de la mañana. En las canchas del gimnasio José Adolfo Pineda, en San Salvador, entran ordenadamente los grupos de hombres y mujeres con coloridos uniformes deportivos.

Llevan pelotas de voleibol o básquetbol y sus movimientos son en espacios cortos; las esposas de metal les impiden moverse con fluidez. Además, saben que un grupo de custodios de Centros Penales los vigila de cerca. Estos atletas tienen asuntos pendientes con la ley.

Más de 550 reos de todo el sistema penitenciario de El Salvador, desde la Unión hasta Sonsonate, demostraron durante una semana que, pese a todo, son atletas de verdad, con resistencia, técnica y disciplina. Estos reclusos en fase de confianza participan en la segunda edición de los Juegos Penitenciarios, una iniciativa que incluyó diferentes deportes como el básquetbol, voleibol, ajedrez, levantamiento de potencia, fútbol y atletismo.

Daniel Henríquez Arévalo, de 31 años, es uno de ellos. Un tecleño que desde hace 48 meses cumple su pena de 35 años en el penal de Sonsonate. De estos, ya purgó ocho en el penal La Esperanza, de San Salvador.

“Dentro del penal estudio Teología y practico deportes”, dice Daniel Arévalo, quien también juega fútbol. Foto EDH/ Menly Cortez

Arévalo mide 1.70 de estatura, es de complexión fornida, y lleva tatuajes que cuentan la historia de su vida. Con la mirada serena, relata que hace 12 años no se imaginaba llegar a una competición de voleibol. Ahora es entrenador y jugador de un equipo integrado con siete hombres que un día cometieron delitos de los que ahora dicen se arrepienten.

“Ahora hay más respeto para nosotros, antes en la cárcel valía más el orgullo de hombre y la ley del más bravo, la administración y la seguridad es diferente porque ahora si hay una verdadera rehabilitación”, reflexiona Daniel, mientras calienta para el encuentro que tendrá contra sus compañeros del centro penal La Esperanza.

Daniel narra que los días al interior de la cárcel de Sonsonate son duros, por el hecho de estar lejos de su familia, su esposa y sus dos hijos, a quienes ha vuelto a ver después de tres meses. Están en las gradas y el reo los busca con su mirada entre el público. También llegaron sus tíos, a quienes nunca volvió a ver desde que fue detenido.

Aunque los custodios no permiten la comunicación directa entre reos y sus familias, todos se las ingenian para transmitir mensajes, por medio de señas, frases gritadas, sonrisas y carteles. Daniel lo hizo.

Los días de Daniel en prisión

Son las 6 de la mañana y los internos despiertan para prepararse y realizar sus actividades cotidianas. Daniel es un reo del sector “C” en fase ordinaria. Explica que cada jornada transcurre entre el deporte, el estudio, los talleres de panadería y carpintería.

“Por el momento no estoy en ningún taller en Mariona, terminé mi bachillerato y por el momento me dedico a practicar fútbol o basquetbol, además de estudiar teología y reunirme con el grupo de Alcohólicos Anónimos. En clase estamos estudiando la materia de historia universal”, relata el interno.

A su historia se suma la de José López, quien se encuentra pagando una pena de 25 años, también en Sonsonate. “Realmente el que quiere cambiar, cambia. El programa “Yo Cambio” nos abre las puertas a quienes queremos emprender un camino distinto para nuestras vidas”, comenta el convicto.

“Ahora ya hablo inglés, sé computación, terminé mi bachillerato y soy director técnico de la selección de baloncesto del centro penitenciario” relató José.

Él aprovechó la entrevista para pedir perdón por los errores cometidos y expresó que él y sus compañeros quieren demostrarle a las personas que no confían en ellos que el cambio es posible: “Todo lo que hemos hecho en el pasado, lo hicimos desde la ignorancia, pero hemos conocido a Dios, quien nos ha dado la verdadera sabiduría y la fortaleza para poder cambiar”.

Durante el tercer día de los Juegos Penitenciarios, el equipo que dirige José ganó el segundo lugar contra el penal La Esperanza, luego de haber competido con los equipos de Apanteos y La Unión.

La familia de Daniel Arévalo viajó desde Sonsonate para verlo jugar. Foto EDH/ Menly Cortez

“El apoyo de la familia es esencial”

Durante la jornada, varios de los familiares de los reos asistieron a las competiciones para verlos y apoyarlos. Catalina Morales de Arévalo, esposa de Daniel, estaba entre la multitud.

Ella se levantó temprano para viajar desde Soyapango hasta el Gimnasio Adolfo Pineda con sus hijos y otros familiares de su esposo. “Aprovechamos esta oportunidad pues no siempre podemos costear el viaje hasta Sonsonate para verlo”, comenta.

Ella aún recuerda con decepción cuando Daniel fue seleccionado para los traslados masivos que se realizaron en el 2015, en el marco de las medidas extraordinarias. “Sonsonate no es como Mariona, ellos ahí no tienen las mismas oportunidades, yo he visto la manera de que vuelvan a trasladarlo a un mejor penal pero no se ha podido”, expresa mientras Daniel prepara a su equipo para el encuentro.

En sus manos Catalina sostiene su teléfono desde donde la madre de Daniel, que reside en Estados Unidos, observa con emoción el partido en el que participa su hijo.

José Anibal Rosales, de 35 años, compitió por el Centro Penal La Esperanza. Foto EDH/ Menly Cortez

“Un evento que cumple lo que dicta la ley”

Según consigna el artículo 27 de la Constitución de la República, los Centros Penitenciarios están creados con el objetivo de corregir, educar y formar a los delincuentes con hábitos de trabajo por medio de programas y proyectos de adaptación y prevención de delitos. Este artículo se aplica junto al reglamento penitenciario que establece los programas de educación, salud, arte y deporte, desde donde surge el programa Yo Cambio.

Según Orlando Molina, subdirector de Centros Penales, los Juegos Penitenciarios son una actividad que se ha vuelto importante para la rehabilitación de los privados de libertad. “Los internos no salen solo a divertirse o a lucirse, la actividad tiene dos objetivos importantes que son: prepararlo para la reinserción y que las personas se acostumbren a verlos, pues también son parte de la sociedad”, dice.

Pero el funcionario reflexiona que hay muchas personas que no están de acuerdo con que se realicen estas actividades para los privados de libertad, si bien los esfuerzos van acorde a la ley.

Los Juegos Penitenciarios son organizados por la Dirección de Centros Penales, que se encarga de establecer una fecha y gestionar los espacios.

Mientras que los uniformes son confeccionados por los mismos internos con materiales derivados de las ganancias de las Industrias Penitenciarias o de donaciones que se realizan a los penales. El calzado adecuado para los deportes es comprado por los familiares del interno.

Los equipos son formados por iniciativa de los reos, con la idea de “el que sabe le enseña al que no puede”. Es así que quien tiene más conocimientos deportivos entrena al resto.

José López reflexiona que no le queda más que seguir luchando para poder obtener la oportunidad de ser trasladado a un Centro de Penas Menores, mientras de lejos saluda a su hija, a la que no veía desde hace 13 años. “La última vez que la vi tenía 6 meses de nacida y hasta ahora puedo verla aunque sea de lejos, por eso cada vez que cruzamos miradas lloramos”.

Según José, el resultado en las canchas y la experiencia de la actividad los motivan a seguir trabajando en la reinserción. Además, coincide con Daniel en que “cada día recapacitamos que estuvo mal lo que hicimos, espero algún día serle útil en la sociedad”.

Muchos de los participantes en dicha actividad son población de reos civiles o criminales retirados de grupos de pandillas, y todos coinciden en que aún no es tarde para enmendar sus errores.

Wanner Usiel Garrido (amarillo), del penal de Apanteos, se fue a la final de ajedrez contra Mario Ernesto Rodríguez, del penal de Usulután (anaranjado). Foto EDH/ Menly Cortez