Imagen de referencia.
La joven recordó el número de teléfono de su mamá y la familia de la amiga le avisó a la madre de Clara. De inmediato, las mujeres se dirigieron a un puesto policial, el mismo donde la víctima pasó en el vehículo de su violador minutos antes.
Al llegar al lugar Clara sintió un alivio enorme. Sintió confianza en aquella mujer policía que le atendió y le recibió su declaración. Minutos después llegó su madre. La joven tenía asco, no quería que ni su madre la tocara. Pero entre una mayúscula tristeza la abrazó y ambas lloraron sin consuelo.
Todas las mujeres se dirigieron al Instituto de Medicina Legal para los exámenes correspondientes. Después de varias horas, la víctima fue trasladada hacia el hospital de la Mujer. Eran las 7:00 de la mañana.
Mientras ella descansaba, llegó otra mujer policía y le preguntó si al ver una fotografía de su agresor lo reconocería. Le recordó que era algo muy delicado y que debía estar segura. Clara dice que tenía las imágenes frescas del agresor en su mente, lo veía violándola a cada instante. Era imposible no conocerlo.
La mujer policía sacó su teléfono y le mostró a la joven la foto del sospechoso. Clara cerró los ojos y respondió: “Él es”. Era el policía Jorge Alfredo Jiménez Quinteros, destacado en la División de Tránsito Terrestre de Santo Tomás.
La mujer policía tomó su radio comunicador y expresó: “deténganlo, que no se les vaya a ir”. El policía fue arrestado en esos momentos por sus propios compañeros. Clara sintió paz y alivio. Se sintió segura.
Sin embargo, cuando una sicóloga le comentó que el sujeto que la había violado era un policía, la joven relata que sintió frustración, no podía creer haber sido víctima de un hombre que supuestamente está para cuidar a las personas. La profesional le recomendó que no le confesara a ningún policía lo que le había pasado.
Un violador en serie que escapó en la oscuridad de la noche
A las 10:00 de la noche aproximadamente de ese 8 de de diciembre de 2017, la cámara de videovigilancia situada en la 8a. Avenida Sur, en las cercanías del cuartel central de la Policía, capta el momento en que el Suzuki, modelo Sidekick blanco, placas 38-112, detiene su marcha bruscamente, se baja un hombre en calzoneta y toma del brazo a una mujer con aspecto joven y la introduce con fuerza al vehículo y arranca con velocidad.
Un señor con aspecto de la tercera edad, corre detrás del carro en auxilio de la muchacha, pero no tiene éxito. La policía sospecha que era su hija. Se trataba de la primer agresión que cometía el policía de tránsito esa noche, antes de someter a Clara.
De inmediato, las alertas del Sistema del 911 de la Policía se activaron y varias patrullas lo buscaron en la zona sur. Fue en vano. El carro no fue localizado y la víctima tampoco. Dos horas más tarde llegó otra alerta: Les detallaban que el mismo delincuente del carro Suzuki, cometió otro rapto en la 10a. Avenida Sur en San Jacinto. Ese segundo hecho, el de Clara, no fue registrado por las cámaras.
En esa misma madrugada, la Policía rastreó el carro y el sistema de registros detalló que el propietario era otro policía, identificado como R. O. P. Sin embargo, tras realizar varias investigaciones y rastreos, los detectives determinaron que no era R.O.P. el sospechoso, sino el agente Jorge Alfredo Jiménez Quinteros.
Éste fue detenido y acusado de violar a una de las jóvenes. Hasta esta fecha está preso en el penal de Metapán.
Clara tenía miedo que su caso se archivara por tratarse de un policía. Pero asegura que la Fiscalía trabajó en el proceso, le acompañaron en las terapias sicológicas y algunas diligencias judiciales.
Sin embargo, no todo ha sido favorable en ese engorroso camino. Por ejemplo, recuperó su motocicleta meses después.
Los fiscales le dijeron que le harían experticias técnicas y científicas, aunque ella sostiene que la moto solo recibió un pequeño golpe. Allí quedó tirada y fue recuperada hasta el día siguiente por empleados de una farmacia.
Lo contrario ocurrió con el carro Suzuki blanco, el mismo donde Clara fue violada. El Diario de Hoy corroboró que el vehículo siempre estuvo estacionado en el puesto policial de tránsito de Santo Tomás y no en un predio común.
El carro fue entregado a su propietario tras realizársele las experticias.
Clara relató que la motocicleta quedó decomisada porque al parecer habría una investigación muy delicada, ya que los fiscales sospechaban que se trataba de una banda de policías que se dedican a violar mujeres e indagan más de 26 casos de violaciones. Sin embargo, la víctima dice que nunca se corroboró esa información.
La joven se sorprendió y recordó que en el carro del policía que la violó, habían más de 20 celulares. Además, el hombre actuaba con mucha pasividad y parecía que tenía todo planificado. La víctima cree que se trataba de un violador en serie.
Clara no reconoció a su agresor y lo hizo sin protección en su rostro
Después de varios meses, fiscales llamaron a la joven y la convencieron que debía acompañarlos para realizar un reconocimiento de imputados, es decir, debía reconocer a su violador en presencia de los fiscales, un juez y el abogado del imputado.
La diligencia se realizó en el penal de Metapán. Clara viajó hacia ese presidio y salió aún más decepcionada del sistema de justicia de este país. La joven iba con el rostro descubierto, pero cuando entró a un cuarto pequeño con los acusadores y defensores, le taparon el rostro. A través de un vidrio, le presentaron a cinco hombres con similares características físicas.
De entrada, la víctima pensó que el atacante no estaba entre los sospechosos. En su mente recordaba la cara de su agresor aquella trágica noche del 8 de diciembre.
Sin embargo, el sujeto no tenía el mismo aspecto físico de esa noche. Además, no tenía una cicatriz o un rostro único para reconocerlo con facilidad. Los primeros tres hombres tenían el rostro sin barba y cabello corto. Los otros dos, cabello largo y barba. La señorita dudaba entre el 4 ó 5. “Es el número 4, pero tengo duda”, expresó.
Así, no pudo reconocer a su agresor y se equivocó en señalarlo. El abogado usó su astucia y pidió que se estableciera de inmediato en acta. Lloró y se salió del incómodo cuarto en la cárcel de Metapán. Sentía impotencia, rabia y tristeza.
La joven recuerda que hubo mucho desánimo de parte de la fiscal del caso. La familia de la señorita buscó un abogado querellante para reforzar el trabajo de la Fiscalía, pero los fiscales le explicaron que no era necesario.
El proceso judicial avanzó y el abogado del policía usaba varios mecanismos para librarse de la eminente condena. Desvirtuar documentos y otras diligencias, eran parte de la estrategia legal .
Pero llegó el resultado de la principal prueba en el proceso. El Instituto de Medicina Legal emitió el resultado de los fluidos encontrados en el carro y en el cuerpo de Clara.
El examen de semen y sangre que se le practicó al detenido, dio el 99.9 por ciento de certeza. La prueba científica sepultó al policía judicialmente hablando. No había duda, era su semen el mismo encontrado en el cuerpo de Clara y en la camioneta.
Ante eso, el policía a través de su abogado, pidió una audiencia especial para aceptar el delito y lograr una reducción de la pena que podría superar los 12 o 15 años.
El sistema judicial favoreció al imputado: El agente Jorge Alfredo Jiménez fue condenado a sólo seis años de cárcel por el delito de violación agravada. Además, fue sentenciado a pagar 3,000 dólares por daños a la integridad y responsabilidad civil.