Dora María de Pérez: “Los niños son el presente, si no los formamos no vamos a tener nada”

La economista es miembro del Club de la Sabiduría, del Centro de Desarrollo Humano Merced para Crecer, desde hace 39 años.

descripción de la imagen

Por Evelia Hernández

2019-12-20 4:30:42

Dora María de Pérez, de 70 años, es una economista jubilada y desde hace 39 años se ha dedicado al voluntariado en favor de los niños y adolescentes, en diferentes instituciones, y los últimos cinco años lo ha hecho en Merced para Crecer.

Para la economista, miembro del Club de la Sabiduría del Centro de Desarrollo Humano Merced para Crecer, es imprescindible que los padres no descuiden su rol de guías desde la niñez, además destacar que los infantes y adolescentes necesitan de amor y disciplina para que no se vuelvan vulnerables, ni manipulables.

“Los niños son el presente, son lo que estamos viviendo y si no los formamos ahorita, si no les damos cariño ahorita, no vamos a tener nada. A los niños hay que cuidarlos, quererlos, educarlos, un poquito de amor y disciplina. Tampoco es el maltrato, pero hay que corregir cuando se comportan mal. Hay que guiarlos por el camino del bien”, aconseja Dora.

Para esta voluntaria social, trabajar para la niñez y la adolescencia le ha dado mucho aprendizaje, también ha tenido que ser la mediadora de conflictos entre niños, enfocando a que se dé el respeto mutuo. Ella ha hecho el rol de psicóloga, abuela y consejera.

“Los niños muchas veces no tiene el buen ejemplo en el hogar, no depende ni es culpa de ellos porque ellos no escogieron donde nacer. La verdad es que uno trata de suplir esa necesidad, que no es lo mismo, porque uno muchas veces hace algo aquí, pero en el hogar se bota, no se sigue construyendo”, explica sobre su vínculo con los niños y adolescentes.

Dora manifiesta que en este tiempo, donde el afán de cada día y los horarios laborales son demandantes para los padres, los adultos deben tener una formación para guiar a los menores. “Los adultos deberíamos tener la educación, la formación y la programación en nuestra mente que si no podemos ser padres, mejor no seamos padres porque muchos jóvenes desde temprana edad se vuelven padres y no saben cómo van a salir y la consecuencia es que los niños crecen abandonados porque dedican más tiempo al trabajo”, reflexiona la economista.

También destaca que es el hogar donde los niños y los adolescentes aprenden a compartir, sobre la solidaridad, convivir y perdonar.

“Es notorio en este trabajo que muchos niños están abandonados, hemos tenido en el centro casos de niños, en que hemos ayudado a elevar su autoestima. Muchas veces el maltrato que los niños tienen lo reflejan en su trato con los demás. La psicóloga nos pidió (en uno de los casos) que le diéramos cariño como abuelas. El niño fue para nosotros el culmen del maltrato. Empezamos a trabajar con él, platicamos con él, logramos que él mejorará su trato con los demás niños”, relata Dora sobre el apoyo que dan en Merced para Crecer y su Club de la Sabiduría.

Para Dora es importante que haya inversión desde la infancia, con la perspectiva de que los padres dediquen tiempo a sus hijos y el Estado invierta en el desarrollo de la niñez a través de la educación. “Para mí, desde la niñez hay que invertir, no digo que no se deba en la adolescencia, no es tarde todavía. Pero desde la niñez se va moldeando el carácter, imagínese un niño que se cree el centro del universo y que puede hacer todo lo que quiere. Para mí es hasta un delincuente en potencia porque el va hacer lo que quiere. Por otro lado el niño vulnerable, fácilmente otro lo manipula y lo puede meter en cosas que no debe”, dice.

Además, resalta la importancia de que los niños crezcan con valores, guiados con consejos, conociendo sus derechos y sus deberes.

Para Dora, el hogar y las familias no están cumpliendo su rol de educar a los niños. “Muchas veces la familia no funcionan como debería de ser. Siento yo, que el niño va creciendo sin guía. Ahí es donde entra el centro (Merced para crecer), en un poquito se puede ayudar. La obligación y el deber es de los padres, pero a falta de padres, muchas veces son los vecinos y los amigos los que influyen en los niños. Aquí en el centro lo que se hace es tratar de guiarlos o tratarlos de llevar por el buen camino, en lo posible, porque no siempre se puede”, explica.

La economista ha dedicado casi la mitad de su vida como voluntaria social apoyando a la niñez y adolescencia y desde hace cinco años gestiona apoyo de financiamiento para los diferentes programas de la obra de la fundación Merced para Crecer. Ella, también brinda, refuerzos de inglés, cursos de manualidades y apoya en el cuido de niños.

La labor social de Dora inició en 1980 cuando colaboraba como voluntaria en el cuido de niños del grupo Scout.

Ella se describe como una persona “regañona y gritona”, sin embargo la experiencia de trabajar con niños y adolescentes le ha hecho cambiar su forma de pensar.

“Es increíble quizás por su sinceridad, a veces lo hacen reflexionar y a veces hasta lo hacen cambiar de idea, me gusta esa sinceridad de ellos y he tratado de imitarlos. Uno tiene que ser espontáneo como ellos. Eso hay que aprenderlo, porque uno la va perdiendo en el camino”, expresa.

Dora, también, trabajo con jóvenes en una parroquia de San Benito, además de apoyar con donación de juguetes en colonias vulnerables de San Salvador y en orfanatos. “ Yo siempre he tenido esa cosquillita por la niñez y adolescencia”, expresa.

Ella relata que tuvo la iniciativa de comentarle a un sacerdote de la iglesia San Benito que había una brecha en la formación de catequesis entre las edades de 9 a los 17 años, de ahí surgió formar el grupo “Discípulos de Emaús”, destinado para la población en esas edades. “El trato de los niños pequeños es interactuar con ellos, contando cuentos; mientras que el grupo de adolescentes es de guiarlos de una forma diferente”, relata Dora.

El trabajo que ha realizado durante estos años le ha dejado la satisfacción de haber apoyado a jóvenes vulnerables a la drogradicción y de ser el apoyo de niños que sienten abandonados por sus padres.

“Uno siente alegría, satisfacción, me acuesto cansada y contenta porque vi que algo aprendieron. Me sorprendió la última clase de inglés porque los niños proponen e improvisan. Ellos mismos van dando la medida en lo que quieren aprender”, destaca la cuidadora de la niñez y los jóvenes.


 Los padres deben apoyar la decisión de los hijos en sus carreras

Carlos Alberto Lemus, de 24 años de edad, es uno de los instructores más jóvenes en Merced para Crecer y está dedicado a impartir clases de robótica e informática.

Desde hace tres años, él es voluntario en la Obra Mercedaria y con el tiempo y la experiencia de trabajar en ese lugar opina que es necesario que los padres acompañen y apoyen a sus hijos en las decisiones que toman sobre las especialidades o carreras en educación media y superior; aunque los adultos no estén de acuerdo en lo que los jóvenes deciden estudiar.

“Pido a los padres que apoyen a los niños y jóvenes, algunos estudian lo que sus papás quieren. Entonces los niños se cierran a estudiar la misma carrera de los padres. Den la libertad que escojan la carrera que ellos quieren, muchas veces por eso los niños tropiezan y dejan materias porque no era la carrera que ellos querían”, expresa. Agrega que dentro de la institución se observa que el principal problema que enfrentan los niños es la falta de tiempo para convivir con los padres. “Mucho de lo que se invierte en financiar programas de la niñez, no solo en dinero, sino en tiempo de convivir con los jóvenes”, dijo Lemus.

Uno de los principales objetivos de brindar clases de informática y robótica es “enseñar a las personas que no pueden pagarse un curso … Mi objetivo es ayudar para que los niños estén motivados en esa área”, destaca el joven voluntario.