La madre ejemplar: la Virgen María y el poder maternal

Canto de una niña que no tiene comparación. El rey de todos los reyes, ella escogió como hijo. Vino tan tranquilo a donde estaba su madre, como rocío en el mes de abril que cae sobre la hierba verde. Madre y virgen, nunca era nadie más que ella, es muy justo que una dama así. Sea la madre de Dios. Extracto de poema lírico sobre la Asunción en el inglés del siglo XV.

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El descubrimiento de América por Cristóbal Colón, de Salvador Dalí (1958). Museo Dalí, St. Pertersburg, Florida.

Por Katherine Miller, Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2020-05-10 4:30:13

Cada Día de la Madre nos vienen a la mente las madres magníficas de toda la historia de la civilización europea con tanta influencia que han tenido. Tal vez, aparece en nuestro pensamiento Santa Mónica, la madre de San Agustín. O la poderosa reina de Inglaterra, Eleanor de Aquitania con sus cuatro hijos famosos, protagonistas en la situación que nos dio la Carta Magna. O Isabel I de Castilla, la madre de Catalina de Aragón, reina de Inglaterra y madre de la reina de Inglaterra María Tudor, esposa de Felipe II, rey de España. Aparece también Catalina de Medici, reina regente y estadista, la madre italiana de tres reyes de Francia. Pero de todas las madres que podemos considerar, resulta que la Virgen María es una de las mujeres y madres más poderosas y complejas entre las figuras religiosas del mundo. Y ella forma parte y es la flor del cristianismo medieval, así mismo la raíz de las tradiciones judeocristianas.

Es imposible concebir la historia occidental sin ella porque es continuamente recreada en nuestras concepciones literarias y musicales, igual como en las imágenes de ella como madre, novia, reina, protectora, mediadora y socia.
Las cualidades de ella serán el tema de este día. Es una pregunta colindante, ¿en qué consiste el poder maternal de esta visión sobresaliente de ella en las tradiciones occidentales? Las cualidades maternales usualmente asociadas con ella son las de ser cariñosa, protectora, dedicada a la familia, progenitora de los hijos y obediente a su esposo. Por lo tanto, se puede decir que las cualidades apreciadas en las madres de hoy devienen de estas y resaltan el quedarse en casa, ser obediente al esposo y dedicarse al cuidado de sus hijos. Consideremos de donde vienen estas atribuciones. La fuente es, claramente, la madre de Jesús, la Virgen María, figura preeminente de la religión predominante de la civilización occidental. Vamos a escoger a esta madre, fuente de las cualidades de las madres por toda la historia de la civilización judeocristiana para explorar la historia del poder de esta madre, la más famosa de todas.

Se sabe de la historia bíblica y doctrinal de la Virgen María como madre desde la Anunciación hasta su Dormición y Asunción. Hay visiones, representaciones e ideas sobre esta madre originalmente tan ordinaria en su humanidad y única en su pureza sin igual; pero, a la vez, tan famosa y poderosa. Al pasar los siglos, su imagen se convirtió fácilmente en la personificación y el cauce mediador entre la humanidad y su hijo. Originalmente, ella, sí, era la imagen de una madre joven, obediente y protectora, la presencia femenina en la cultura cristiana, de la divinidad y de la humanidad. Tal vez nos acostumbramos más a la imagen de ella en las representaciones de la Pietà en el arte, la literatura y la música como la proyección de esta joven madre. Como en la Pietà, ella era la madre primordial y sobresaliente en las tradiciones poéticas, con su hijo en sus rodillas, y en el desarrollo de la música litúrgica de la stabat mater dolorosa—la madre inconsolable parada al pie de la cruz donde estaba muriendo su hijo para redimir los pecados de la humanidad. Era tan influyente y tan obediente pero tan poderosa, a la vez.

La piedad (1498-1499), de Miguel Ángel Buonarroti. La Virgen aparenta ser más joven que Jesús como parte de un idealismo renacentista: se trata de representar una madre eternamente joven y bella. Museo del Vaticano

Pero, adicional a estos, hay una panoplia de historias, tradiciones, decisiones, dogmas, costumbres y tradiciones de la iglesia que rodean a la Virgen María, esta madre tan central en las representaciones de la belleza y el poder en el arte, la liturgia, la poesía, las oraciones y plegarias y la música popular y litúrgica.
En honor a este Día de la Madre, consideramos unos aspectos de la historia de la influencia de la Virgen. Comenzamos con los años de los primeros cristianos. Uno de los primeros concilios de la iglesia, el Concilio de Éfeso en Asia Menor (ahora, Turquía), en el año 431, declaró que María, madre de Jesús, debe ser elevada y considerada como Theotokos, “Bearer of God” (quien dio luz a Dios); o sea, el Concilio de Éfeso declaró que ella era la madre de Dios, una visión de más poder en el esquema doctrinal de la iglesia. Como estamos en el siglo V se debe mencionar que todavía había judíos que creían que Jesús de Galilea era el Mesías de la Casa de David y había los que no; aunque todos vivían bajo el régimen y control del imperio romano.

Al pasar los siglos, y desde que comenzaba el islam, en el siglo VIII, la Virgen María siempre ha sido objeto de gran reverencia por los musulmanes, igual que para los cristianos. Su nombre, María, en las tradiciones del islam, era Maryam, como la conocen en el idioma árabe, y es una de las mujeres y madres más apreciadas en el islam. Ella es identificada por nombre en el Sura 21 del Qur´an; la Sura 19 lleva su mismo nombre. Ella es celebrada en la poesía mozárabe de muchos poetas musulmanes. Por ejemplo, el filósofo y poeta por excelencia, Ibn Hazm, escribiendo su obra poética, El Collar de la Paloma, en Andalucía en el siglo XII, quería extender a Maryam el estatus de profeta. Y no solamente a María, si no que también a las madres de Isaac y de Moisés.

Moviéndonos a través de la historia, aparece la Virgen en un debate (quodlibet) convocado por la Facultad de la Teología de la Sorbona en la Universidad de París, extensión fuerte del Vaticano, donde se discutieron muchos asuntos, previo a que se incorporaran en el dogma de la iglesia. En uno de estos debates, entre los teólogos supremos de París, hubo uno sobre si la Virgen María dominaba las Siete Artes Liberales que conformaban el pensum de todas las universidades de Europa Occidental. Entre las artes liberales se encuentran las habilidades intelectualmente esmeradas de la retórica, la persuasión y la gramática. Se podía debatir este asunto en forma escolástica porque, en las tradiciones bíblicas, María había sido considerada una buena niña, joven e iletrada, del Levante cuando nació Jesús. ¿Cómo se podría imaginar que ella era experta en estas artes? Los doctores de la Iglesia de esta facultad de París determinaron que sí, la Virgen dominaba estos atributos porque ella tenía que utilizarlos en sus funciones como mediadora con su hijo, Jesús, cuando recibió peticiones de las poblaciones de feligreses. Tan seria era esta parte del presunto poder de la Virgen entre los intelectuales universitarios que se decidió que ella conservara esta erudición para no causar dudas sobre la fuerza, influencia y habilidades de abogar a favor de la humanidad.

Durante los siglos XII y XIII, surgieron las tradiciones poéticas tan famosas del amor cortés que contribuyeron a elevar la imagen de la mujer real como resultado de la influencia y asociación con el culto de la adoración de la Virgen, las mujeres ya no tenían que jugar el papel de peón en el mercado del matrimonio, en el que eran vendidas y negociadas por sus padres y parientes masculinos. Este culto dedicado a la Virgen María, fue promulgado por el orden monástico de los Cartesianos, especialmente en el sur de Francia, en Provence. La poesía árabe de Andalucía también influenció este elevamiento de la mujer en tradiciones de la poesía provenzal traída de España Islámica de Andalucía a la provincia sureña de Francia en Provence, por los comerciantes árabes, quienes cruzaban las montañas de los Pirineos para vender en los mercados y para traer noticias y la nueva poesía. Los monjes cartesianos declararon que adoraban a la Virgen porque ella misma había entregado a ellos sus hábitos blancos en representación de la pureza y poder de la Virgen. Por estas, y muchas razones más, se comenzó a apreciar, de una manera más humana, a las mujeres y madres de esta tierra por su semblanza con la Virgen.

Se dieron también debates con referencia a la Virgen, por los siglos de los siglos, sobre la doctrina eclesial de la Concepción Inmaculada. Interesantes las ideas de los famosos doctores de la Iglesia como el franciscano catalán, Ramón Lull (1235-1315) y el franciscano inglés, Duns Scottus (1266-1308). Lull argumentó que cuando nació María fue liberada de la mácula (mancha) del pecado original. Duns Scottus argumentó que por el hecho de que la Virgen era un ser humano, se requirió una infusión especial de la gracia de Dios para hacerla digna de ser la Madre de Dios. Así, la Concepción Inmaculada ocurrió durante el nacimiento de María para prepararla para ser la portadora del hijo de Dios. Pero el orden Dominico objetó esta interpretación. Y después, como respuesta a los dominicos, crecieron tradiciones estéticas y artísticas en los frescos y libros de horas donde María se veía rodeada por ángeles con el objetivo de comunicar, de esta manera, que ella no era solamente humana, sino que, simultáneamente, de origen divino. Humana y divina era, su hijo no quiso que ella sufriera la muerte y, con la tradición de su Dormición y Asunción al cielo la coronó como Reina de los Cielos. Hay relieves, frescos y arte que la presentan también como parte de la Trinidad misma, o que la Trinidad de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo la abraza en una especie de cuaternidad para reforzar su poder.

La encontramos en la ciudad de Constantinopla en Bizancio, en el siglo VI, durante una fuerte guerra civil que amenazó con derrocar al emperador romano y bizantino, Justiniano. Tan poderosa era la Virgen que salvó el reino de Justiniano gracias a que la población de Constantinopla organizó procesiones y desfiles alrededor de las murallas de la ciudad llevando banderas con imágenes de la Virgen María.

La Virgen rodeada de ángeles, de Jean Fouquet (1452). Se cree que la mujer que sirvió de modelo para el cuadro fue Agnès Sorel, la amante del rey Carlos VII. Museo de Bellas Artes de Amberes, Bélgica.

Siempre en la relación de la Virgen con ciudades medievales, veamos que antes de la caída del imperio bizantino, centrado en Constantinopla ante los Turcos Otomanes, en 1453, en la península italiana, la ciudad italiana de Siena declaró que era la ciudad de María. Y aproximadamente en 1450, todas las ciudades de la península italiana decretaron que imágenes físicas de María debían ser instaladas en las esquinas de las calles de las ciudades para asegurar que los ciudadanos se comportaran de una manera digna, porque la Virgen estaba viéndolos.
En la Inglaterra del siglo XV, el enormemente prestigioso poema anónimo, Sir Gawain y el Caballero Verde, presentó al mundo al caballero más cortés, más cristiano y más sobresaliente de la famosa Mesa Redonda, el primer gobierno terrenal de la cristiandad. Sir Gawain cargó su escudo cerca a su pecho y corazón, porque adentro del mismo estaba impresa la imagen de un pentángulo (estrella con cinco puntas). El pentángulo representaba la protección de la Virgen al caballero por medio de las Cinco Alegrías de la Virgen María. Así, Sir Gawain fue protegido de la muerte a por las fuerzas de los Druidas, una religión y culto pagano y no-cristiano que peleaban el terreno con la iglesia católica de Inglaterra en las neblinas míticas del tiempo.

La madre Virgen María jugó un papel poderoso en el desarrollo de la música polifónica que se desarrolló durante el siglo XII con los maestros compositores de la escuela catedralicia de Notre Dame en París. Entre ellos estaban Leontín y Perotín, quienes iluminaban la imaginación de los feligreses al aducir que la Concepción Inmaculada no se dio como se da en los seres humanos, sino que se efectuó por medio por la oreja, como si fuera música entrando en el oído. Así la virginidad quedó intacta.

Siempre en los tiempos medievales y renacentistas, se dieron los viajes de exploración al Nuevo Mundo. Consecuentemente, en el siglo XV, María fue elevada a Stella Maris (estrella del mar), santa patrona de los pescadores y navegantes de Europa. Esta advocación, en el siglo XX, llegó a la pintura de Salvador Dalí donde presenta a Cristóbal Colón y sus exploradores llegando a las playas de las islas caribeñas del Nuevo Mundo, cargando la gran bandera con la efigie de la Virgen María para declarar así que la evangelización de las tribus del mar Caribe, México y Centroamérica sería un cumplimiento de votos a la Virgen Madre María, y un anuncio de que se haría bajo el aegis de ella como figura principal.

Por toda la Edad Media, los colores llevaban significados específicos, y, la ideografía medieval de Europa se otorgó el color azul a la Virgen. Azul, en este ideario, significaba lealtad y fidelidad en contraposición al color verde, que era el color de las cortesanas desde Londres a Venecia, como escuchamos en la reconocida canción del siglo XVI, “Greensleeves” (“Mangas Verdes”) en que una cortesana está cosiendo las mangas verdes de su vestido en la presencia de su amante.

En fin, con todas estas tradiciones y doctrinas, en la España y Portugal del siglo XIII, se produjeron las Cantigas de Santa María, música y poesía del cancionero religioso medieval, en contraposición a la música profana, comisionadas por el rey Alfonso X (1221-1284) y escritas, iluminadas y cantadas hasta hoy en el vernáculo de Galicia y Portugal, el dialecto del reino de Alfonso X, conocido como El Sabio, mediados del s. XIII. Las más de 400 Cantigas de Santa María representan un hecho singular y sin precedente en la historia de la música medieval de Occidente. Consideremos una selección de la Cantiga de loor a Santa María (número 140):

“A Santa Maria dadas sejan loores honrradas”:
Loemos a sa mesura,                      Que Santa María sea
Seja dignamente louvada              Alabada dignamente
Séu prez a sa apostura                   a su mesura
E seu sen e sa cordura                    Honra y su honor y
seu sen e sa cordura.                      Su elegancia,
E seu sen e sa cordura                    Y su alteza y su santidad
Mui mais ca cen mil vegadas.       Más de cien mil veces.
Loemos a su nobreza,                    Elogiamos a su nobleza,
Sa honrra e sa alteza                      Su honra y su alteza,
mercee e sa franqueza                   Su merced y sus
E sas vertudes precadas.               Virtudes preciosas.

Estos elogios españoles-portugueses podemos verlos como una resonancia a los tiempos en que vivimos ahora. Juntas con los actuales sueños y miedos de los tiempos, quedamos en contar con la capacidad de la Virgen María de inspirar, con su enorme poder maternal, las esperanzas que necesitamos.

FIN