Daniel Zovatto: “La popularidad no le otorga a ningún mandatario un cheque en blanco para hacer lo que quiera”

El director para América Latina del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral señala que El Salvador ya no está ni siquiera en una democracia defectuosa.

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Daniel Zovatto, director para América Latina de IDEA Internacional, opina sobre el deterioro democrático en el país. Foto EDH / idea internacional

Por Violeta Rivas

2021-06-13 9:08:57

El director para América Latina del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional), organización intergubernamental cuya sede principal está en Estocolmo, Suecia (www.idea.int) que apoya la democracia sostenible en todo el mundo, habla sobre su perspectiva de la situación democrática en el país, luego de los acontecimientos ocurridos en El Salvador como consecuencia de las decisiones adoptadas recientemente por el presidente Nayib Bukele y la Asamblea Legislativa dominada por Nuevas Ideas.

¿Cómo observa la situación de la democracia en El Salvador?
Lo que venimos observando con creciente preocupación, desde que Bukele asumió la presidencia en 2019 y, especialmente a lo largo de todo el año 2020, debido a la relación muy tensa que él mantuvo con la Asamblea Legislativa y con la Sala de lo Constitucional de aquel momento pero también como consecuencia de su comportamiento con rasgos crecientemente autoritarios, es un progresivo y preocupante deterioro de la calidad de la democracia en El Salvador.

Todos los principales índices que miden hoy la calidad de la democracia en el mundo (la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist, V-DEM, Freedom House y nuestros propios informes de IDEA Internacional) dan cuenta de que durante el 2020 y primeros meses de 2021 se ha producido un marcado deterioro de la calidad de la democracia en El Salvador al tiempo que hacen un llamado de alerta acerca del creciente autoritarismo de parte del presidente Bukele.

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Consecuencia de ello, actualmente El Salvador ya no es considerado como una democracia imperfecta, como se lo calificaba anteriormente, sino que ha descendido a una categoría inferior: a la de un régimen híbrido que se ubica entre las democracias imperfectas y los regímenes autoritarios. En el Índice de The Economist del año 2020, El Salvador tiene 5.90 puntos (de un máximo de 10 puntos); el puntaje más bajo de todos los registrados durante el periodo 2006-2020.

¿Cómo se explica esto?
El Índice de The Economist establece cuatro tipos de regímenes políticos: 1) democracias plenas. En nuestra región, en 2020, dentro de esta categoría incluyen a Uruguay, Costa Rica y Chile. 2) democracias imperfectas, entre las que figuran países como Argentina, Brasil, México, entre otros. Hasta el 2019, El Salvador formaba parte de este grupo. 3) regímenes híbridos, es decir, regímenes políticos que ya no son una democracia pero que todavía no han caído en el autoritarismo de manera completa. En esta categoría es donde se encuentra ubicado actualmente El Salvador. Y 4) regímenes autoritarios, del cual forman parte Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Esta evaluación negativa de la deriva autoritaria del régimen de Bukele, cobró mayor fuerza cuando el pasado 1 de mayo, valiéndose del control pleno que actualmente detenta en la Asamblea Legislativa vía su partido Nuevas Ideas, destituyó en unas pocas horas, a la Sala de lo Constitucional y al Fiscal. Estas medidas adoptadas en violación a la Constitución política y tratados internacionales de los cuales El Salvador es parte (entre ellos la Carta Democrática Interamericana) vienen a confirmar y reforzar una preocupante tendencia de la presidencia de Bukele: la excesiva concentración de poder político en manos del Ejecutivo en detrimento de la división de poderes y la plena vigencia del Estado de Derecho. Como era de esperar, la gravedad y arbitrariedad de estas medidas generaron un fuerte rechazo tanto en el ámbito interno como en el internacional. En mi opinión, estas medidas crearon una alteración del orden constitucional (en los términos de la Carta Democrática Interamericana) que hubiese ameritado la convocatoria de una región urgente del Consejo Permanente de la OEA (artículo 20 de la Carta). Lamentablemente ningún Estado Miembro ni el propio Secretario General hicieron uso de este mecanismo.

¿Cómo ve la situación de los medios independientes en El Salvador?
Observo con mucha preocupación el deterioro que El Salvador viene sufriendo en el índice sobre libertad de prensa que elaboran Reporteros sin Fronteras. Según el citado Índice, del año 2020 al año 2021, El Salvador cayó ocho puntos, pasando del puesto 74 al 82. Este descenso evidencia el importante deterioro que la libertad de expresión experimenta en El Salvador.

Y ello es obviamente muy preocupante ya que, como sabemos, la libertad de expresión y el respeto a la misma son requisitos sine qua non para la vigencia de una democracia de calidad. Para decirlo de manera más directa: no hay verdadera democracia si no existe un pleno respeto y una plena vigencia de la libertad de expresión.

Precisamente por ello leí con muchísima preocupación la declaración del ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, cuando dijo que existe un “manejo irresponsable de la información“ y que por ello “le estamos dando seguimiento a muchos periodistas” por supuesta apología y que si bien en El Salvador se vivía y se respetaba la libertad de expresión, “todo tiene un límite”.

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Estas graves y peligrosas declaraciones deben ser condenadas con toda la fuerza. Si existiese alguna preocupación por un manejo abusivo de la información no es al ministro de Seguridad a quien le compete intervenir sino a los tribunales de justicia. E igualmente condenable es su comentario de que “estamos dando seguimiento a muchos periodistas”. Hasta donde yo sé, a quienes se les da seguimiento desde un ministerio de seguridad es a los delincuentes, al narcotráfico, al crimen organizado, al terrorismo, pero no a los periodistas. En mi opinión, los dichos del ministro de Seguridad son peligrosos y condenables y deberían ser retirados acompañado de un pedido de disculpas. De lo contrario, la intención de los mismos es clara: amedrentar cada vez más al periodismo para silenciarlo.

También observo con mucha preocupación el acoso fiscal que viene sufriendo el medio El Faro, por el cual siento un gran respeto. He visto, asimismo, con mucha preocupación los informes de la APES, que dan cuenta del creciente deterioro y las diferentes modalidades y mecanismos de acoso, de violencia y de hostigamiento que sufren ciertos medios y periodistas. En mi opinión, todas estas declaraciones y medidas de hostigamiento forman parte de una misma estrategia: tratar de controlar y amedrentar a ciertos medios y periodistas para tratar de dificultar, impedir y silenciar su trabajo de cobertura, investigación y denuncia.

¿Estamos entonces frente a un creciente deterioro de la democracia en El Salvador?
En mi opinión sí. Hay que tomar conciencia de la manera en que se deterioran y mueren las democracias en nuestra época. Salvo excepciones, en nuestros días las democracias no mueren de manera abrupta por golpes de Estado, sino que se van deteriorando de manera gradual y progresiva.

Básicamente, hay cuatro indicadores que debemos tomar en cuenta para determinar si una democracia viene sufriendo un proceso de creciente deterioro. El primero es determinar si el presidente respeta o rechaza las reglas del juego democrático. El segundo es observar cómo se relaciona con los partidos de oposición, si los reconoce como opositores legítimos o si por el contrario, vía una descalificación permanente, les niega legitimidad. El tercer indicador es observar si el comportamiento y el discurso del mandatario es tolerante o si por el contrario fomenta la violencia, la división y el odio. Y el cuarto es su predisposición a respetar los derechos humanos, incluido el respeto al pleno ejercicio de la libertad de expresión. Estos son los cuatro indicadores que Levitsky y Ziblatt señalan en su libro “Cómo muere la democracia”.

Cuando el comportamiento de un mandatario encaja de manera negativa en estos cuatro criterios entonces hay que sonar la alarma, ya que con seguridad estamos ante un proceso de peligroso deterioro democrático. En mi opinión, estos cuatro rasgos son los que caracterizan el comportamiento del presidente Bukele. Como vemos, a la luz de los Índices y de los cuatro criterios analizados, el riesgo de que El Salvador profundice su deriva autoritaria es muy grande.

Zovatto hace un llamado al presidente Nayib Bukele a utilizar todo el poder que tiene en beneficio del pueblo salvadoreño, pero de manera democrática, no de manera autoritaria. Foto EDH / Archivo

Para evitar una dictadura en El Salvador, ¿qué mecanismos tiene la comunidad internacional?
El presidente Bukele ha venido diciendo que sus decisiones no pueden ser calificadas como autoritarias ya que las mismas tienen como propósito “limpiar la casa” y cuentan con un amplio nivel de apoyo popular. Mi respuesta al presidente (Bukele) es que la popularidad, por más alta que esta sea, no le da a ningún mandatario un cheque en blanco para hacer lo que quiera.

La Carta Democrática Interamericana establece de manera muy clara (artículo 3) que para calificar como una auténtica democracia representativa se requiere contar tanto con la legitimidad de origen como con la legitimidad de ejercicio. La legitimidad de origen exige que el acceso al poder sea a través de elecciones con integridad. En mi opinión, el presidente Bukele cumple plenamente con este requisito. Por su parte, la legitimidad de ejercicio demanda que el poder sea ejercido de manera democrática, con respeto a la división de poderes, los derechos humanos, la libertad de expresión y el Estado de Derecho. Y es precisamente en relación con la legitimidad de ejercicio donde vemos graves y crecientes déficits de parte del presidente Bukele debido, entre otros factores, a la manera que ejerce su mandato, su vocación por acumular más y más poder en el Ejecutivo en detrimento de la división de poderes y la plena vigencia del Estado de Derecho, y sus ataques a la libertad de expresión.

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¿Qué debe hacer Bukele?...
Es cierto, el presidente goza de momento de un alto nivel de popularidad, pero esto, insisto, no es un cheque en blanco que permita al presidente Bukele gobernar como quiera. Cabe recordar que no hay popularidad eterna. La historia enseña que nadie es popular eternamente, que nadie gana las elecciones siempre, que el gobernar genera desgaste y que la ciudadanía, después de un determinado tiempo, busca otras opciones. No hay ni hombre ni mujer eterna ni indispensable en la política. Ojalá el presidente Bukele recapacite, lo digo con total humildad y de buena fe.

Aprovecho la oportunidad que me brinda esta entrevista para hacer un llamado respetuoso al presidente Bukele a recapacitar, a retomar el camino de la democracia, del diálogo, de la tolerancia y de la búsqueda de acuerdos y de los consensos que le permitan a El Salvador, vía la renegociación democrática del contrato social, avanzar hacia una democracia de nueva generación, de mejor calidad y mayor resiliencia, con más inclusión e igualdad.

Y también le hago un llamado respetuoso a los partidos de oposición, quienes tienen importantes desafíos que superar y una responsabilidad enorme en la construcción de una democracia de mejor calidad. Su papel no pasa por oponerse a todo lo que haga o proponga el gobierno. Deben ejercer una oposición leal, constructiva y propositiva, y siempre dentro de la democracia. Los partidos de oposición deben, asimismo, hacer un profundo mea culpa, reflexionar seriamente acerca de su múltiples errores, su creciente desconexión con la ciudadanía, en especial con los jóvenes, las razones por las cuales perdieron la confianza ciudadana, los graves escándalos de corrupción en que muchos de sus dirigentes incurrieron, la falta de dar respuesta a las nuevas demandas ciudadanas. Deben, asimismo, reinventarse, modernizarse, fortalecerse como instituciones, relegitimarse y recuperar la confianza ciudadana. Además de ser oposición deben ser percibidos como una alternativa viable.

¿Qué se puede hacer frente a una situación como la de El Salvador?
Hacer frente a este cuadro de creciente deterioro democrático y aumento del autoritarismo es responsabilidad principal de los actores nacionales. Sin abandonar nunca la predisposición al diálogo y la búsqueda de acuerdos, hay que hacerle frente de manera decidida y sostenible vía la resistencia cívica ciudadana, mediante las instituciones de control que aún conservan su autonomía, reclamando y defendiendo la libertad de expresión y ejerciendo una oposición política firme, propositiva y comprometida con los valores y principios democráticos. Los empresarios tienen también que estar a la altura del desafío, actuando con convicción democrática, compromiso y sensibilidad social, pensando en el interés del país y en el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudadanía y no únicamente en sus negocios o patrimonios. Estas acciones al interior de El Salvador deben ser complementadas y fortalecidas mediante una estrategia en el plano internacional, tanto en el ámbito regional como en el global. Hay que darle visibilidad a lo que está pasando en El Salvador, llamar la atención, alertar sobre los desafíos y amenazas que existen y colocar al país en la agenda de la comunidad internacional (cosa nada fácil por cierto en estos tiempos turbulentos) para de este modo coordinar las acciones, internas e internacionales, que permitan poner en marcha un proceso de diálogo político con un doble objetivo: 1) ponerle freno al actual deterioro democrático y creciente autoritarismo, y 2) restablecer el orden constitucional y avanzar en el fortalecimiento democrático.

Todavía están a tiempo para enfrentar y revertir esta amenaza pero la ventana de oportunidad es cada vez más estrecha. Deben actuar con urgencia, determinación y firme compromiso democrático. La experiencia comparada regional demuestra que una vez que se cruzan ciertas líneas rojas, el avance del autoritarismo se acelera y revertirlo se vuelve muy difícil y lleva mucho tiempo. Los casos de Cuba, así como los más recientes de Venezuela y de Nicaragua, son ejemplificadores.

Resumiendo: no hay tiempo que perder. Y sobre todo recuerden que lo que ustedes no hagan desde dentro de El Salvador para proteger a la democracia nadie lo hará desde afuera.