Salvadoreño recibió vacuna experimental anti-COVID en EE.UU.: “Pude perder la vida, pero fui voluntario como un deber moral”

Juan Antonio Sorto, salvadoreño en EE. UU. que recibió vacunas de prueba para COVID-19 de la farmacéutica Moderna, cuenta su experiencia y los síntomas secundarios que experimentó.

descripción de la imagen
El estadounidense-salvadoreño Juan Antonio Sorto se sometió a recibir dosis de vacuna experimental de la farmacéutica Moderna. / Foto EDH cortesía

Por Iliana Ávila / Carlos López Vides

2020-12-14 10:40:04

El salvadoreño Juan Antonio Sorto, de 35 años, es una de miles de personas que participan en los últimos meses en distintos estudios de empresas farmacéuticas, que corren en busca de la vacuna más efectiva contra el COVID-19.

Sorto participó desde agosto en un estudio de la compañía Moderna, una de las tres empresas que van a la cabeza en este esfuerzo farmacéutico, junto a AstraZeneca y Pfizer.

Pfizer es la empresa con la que ya inició Estados Unidos la aplicación de miles de dosis a partir de ayer, tras pasar esta compañía los controles de la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos) y de otras autoridades de control médico internacional.

Tema relacionado: ¿Cómo funciona la vacuna contra el Covid -19 desarrollada por Pfizer y BioNTech?

En el caso de El Salvador, el Gobierno tiene un acuerdo con AstraZeneca para recibir al menos dos millones de dosis, que según confirmó ayer el ministro de Salud, Francisco Alabí, comenzarían a aplicar en la población salvadoreña en los primeros tres meses de 2021.

Estados Unidos inició el lunes 14 de diciembre la vacunación masiva con medicación de Pfizer. / Foto AFP

Países como El Salvador, que tienen poca capacidad adquisitiva a comparación de otras naciones más poderosas económicamente, no apuntan a tener acceso a la vacuna al menos antes de que finalice al año, a pesar de formar parte del programa Covax, en el que también hay otros 171 países que buscan un reparto equitativo de una vacuna que funcione. Estados Unidos no forma parte de Covax y ha hecho sus propios acuerdos, como con Pfizer.

El testimonio de Sorto

Cuando Juan Antonio Sorto (35 años) aceptó ser voluntario para que probaran en su cuerpo una vacuna experimental contra COVID-19 de la farmacéutica Moderna, lo hizo a sabiendas de que podía sufrir duros efectos secundarios, que incluían incluso quedar parapléjico, o hasta perder la vida. Pero tomó la decisión por amor a su familia, a su abuela, y por un compromiso con la comunidad latina.

Nacido en Estados Unidos pero criado en San Miguel, Juan luego emigró definitivamente a Texas, donde reside y estudia actualmente en la Universidad de Texas Southern en Houston, donde está completando su doctorado en Filosofía en Planificación Urbana. Fue en la ciudad espacial donde se enteró por los periódicos locales que Moderna estaba buscando voluntarios.

Te puede interesar: Aviones y furgones: Así es el gigantesco operativo de EE. UU. para distribuir la vacuna contra el COVID-19

“Los laboratorios estaban solicitando todo tipo de voluntarios, pero estaban haciendo el llamado a la comunidad latina y afroaamericanos, por falta de representación de estos dos grupos en los estudios”, explica Sorto, quien se inscribió como voluntario con el número MRNA-1273-P301_Participant Card_V1 según registro del 6 de julio que compartió con El Diario de Hoy.

Moderna y demás laboratorios “también estaban buscando personas que estaban con alto riesgo de contraer el COVID. Yo trabajo para las cortes criminales y me expongo cada día de tener el COVID, por la cantidad de personas que tengo que supervisar. También estoy trabajando en mi tesis para obtener mi doctorado, que requiere que también tenga contacto con personas”, narra el voluntario.

Sorto junto a su abuela, quien vive en San Miguel. / Foto EDH cortesía

El salvadoreño comenzó el proceso de vacunación en agosto, cuando se enteró en las noticias locales que Moderna buscaba voluntarios. Le hicieron una prueba de sangre y luego le aplicaron la primera de dos dosis en septiembre pasado, y la segunda en octubre.

Antes de recibir esas dosis, Juan fue informado sobre los riesgos que incluía participar en el estudio, por parte de Moderna.

“Mi mamá no estaba de acuerdo con que yo participara en los estudios por los altos riesgos, que incluyen: fiebre, vómito, cansancio. También pude quedarme parapléjico y perder mi vida en el proceso de los estudios. Pero nada de eso me importó, porque sabía la gran necesidad que teníamos para tener una vacuna que está impactando a todo el mundo. Y tomé la decisión de participar como un deber moral para continuar nuestra humanidad. Lo hice pensando en mi abuela que está en El Salvador, y deseo que ella me vea graduarme en 2021 con mi doctorado, porque soy el primero en todas las generaciones (de su familia) que va a lograr esos honores”, explica Sorto.

Los efectos

Cuando le colocaron la primera dosis de la vacuna, Juan dice que solo sintió un dolor pequeño en el hombro. Pero cuando le aplicaron la segunda dosis, tuvo “fiebre, cansancio y dolor en los huesos”, explica. Aunque dichos malestares solo duraron un día. “Tuve 24 horas con los síntomas pero para el siguiente día ya anda corriendo, trabajando y haciendo mis actividades”.

A partir de entonces, Moderna la ha hecho chequeos de sangre y prueba de COVID cada mes, explica Sorto, al igual que ocurre con el resto de voluntarios. También reciben llamadas semanales de doctores de la farmacéutica, y tienen números de contacto de médicos y clínicas para acudir si tienen alguna complicación de salud.

Recomendamos: VIDEO: Una enfermera de Nueva York, primera persona en recibir la vacuna contra COVID-19 en Estados Unidos

Si resulta positivo de COVID-19, la instrucción que le han dado a Sorto de parte de Moderna es que “lo primero es ir a un hospital. Tenemos doctores disponibles no solo por el contagio de COVID-19 pero también si tenemos algunos otros síntomas que son parte de los estudios”.

Juan tiene 10 años de visitar San Miguel en Navidad y regalar juguetes a niños de comunidades en la ciudad oriental, además de visitar a su familia. Este 2020 no podrá hacerlo. / Foto EDH cortesía

Aunque sabe que ya recibió dosis de la vacuna experimental de Moderna, Juan no se confía y sigue con las medidas de prevención para evitar contagiarse. Además, ha tomado la decisión de no viajar El Salvador este año, una decisión que le duele, pues no podrá ver a su abuela ni repartir juguetes en comunidades migueleñas, una costumbre que había cumplido en los últimos años 10 años.

Sorto piensa que todo este riesgo y sacrificio valdrá la pena, pues se siente parte de la búsqueda de una solución a largo plazo, para que los médicos y autoridades del mundo puedan contar con una vacuna segura y efectiva contra el Sars-Cov-2. Lo que le impulsó a ser voluntario es su familia, su comunidad y su abuela.

Además: Estados Unidos inicia este lunes una masiva vacunación contra el COVID-19

“He tenido que tomar decisiones y enfocarme a largo plazo. Tengo el deseo de otorgarle a mi abuela el diploma de mi doctorado, cuando ya esté bien para poder viajar. La próxima vez que regrese a El Salvador, quiero que sea con mi diploma, que ella y mi mamá nunca pudieron alcanzar”, dice con emoción Juan.

Como ocurre con cientos de migrantes de El Salvador y otros países latinoamericanos, la historia de Juan está llena de sacrificios. “Mi mamá tuvo que dejar la escuela en el segundo grado para venir a Estados Unidos. Mi abuela no sabe cómo leer ni escribir”, cuenta. Y es por ellas que quiere triunfar con su tesis y, ya con una vacuna efectiva, viajar a El Salvador y compartir la alegría de estar juntos.

La ficha del voluntario
Nombre: Juan Antonio Sorto
Edad: 35 años
Estatura: 1.80 metros
Peso: 190 libras
País de nacimiento: Estados Unidos, criado en San Miguel durante su niñez
Ocupación: estudiante de la Universidad de Texas Southern, en Houston. Está completando un doctorado en Filosofía en Planificación Urbana. Trabaja en las cortes criminales de Houston