Los 44 días de Marta en centros de contención

Marta volvió de una capacitación el 11 de marzo, estuvo en la Villa Olímpica, en el Saldaña y fue una de las personas trasladadas desde el hotel Beverly Hills a un centro de contención en el puerto de La Libertad, justo antes de que se impusiera un “cerco sanitario” en ese municipio.

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Por Lilian Martínez

2020-04-25 9:00:45

Para miles de personas que estuvieron en centros de contención desde el 11,12 o 13 de marzo, la cuarentena coincidió con la cuaresma. El Martes y el Viernes Santo, tras saberse que sus pruebas de COVID-19 resultaron negativas, volvieron a sus hogares a pocos días del Domingo de Pascua.

Marta pudo ser uno de ellos, pero no. El Sábado de Gloria, 11 de abril, cumplió 30 días de cuarentena. Para entonces ya había estado en dos centros de contención y un hospital: la Villa Olímpica, el hospital Saldaña y el hotel Beverly Hills.

Su cuaresma o cuarenta no ha terminado Inició al volver de una capacitación en República Dominicana. “Ahí no había más que cinco casos en la otra punta de la isla. Nosotros estábamos en la capital y ni siquiera salimos. Solo fuimos a la capacitación”, asegura.

Al volver a El Salvador, como miles de viajeros, fue retenida en el Aeropuerto Internacional hasta que aceptó firmar un papel, una constancia de que estaba dispuesta a someterse a 30 días de cuarentena. En un primer momento fue enviada al centro de contención que funcionó en la Villa Olímpica. El mismo lugar donde estuvieron al menos dos de las ocho personas que han fallecido por coronavirus.

“Las condiciones ahí no eran las mejores. Me dio alergia y me mandaron al Saldaña, donde me hicieron la prueba”, recuerda. Ahí vio cómo una mujer era separada del niño al que acababa de dar a luz y supo que mientras ella era solo un caso sospechoso no confirmado, compartía el mismo espacio con personas que ya habían sido diagnosticadas con coronavirus.

“Nos han mezclado con gente de otros países y sanos con enfermos”, lamenta.

Tras saber que su resultado había sido negativo, Marta fue enviada al hotel Beverly Hills. Ahí le hicieron una segunda prueba el 2 de abril.

Como otras personas en centros de contención, a ella no le han entregado los resultados de la prueba por escrito. No le ha quedado más que pensar que si no se la llevan al hospital es porque su resultado ha sido negativo. “¿Me han expuesto a muchas cosas? ¿Qué pasa conmigo?”, dice ante la falta de información. La última vez que preguntó por qué no la dejan ir a casa, donde la esperan su hija y sus padres, una doctora le dijo: “Usted es paciente de bajo riesgo”, sin explicar qué significa eso.

En algún momento de estos 44 días, Marta recibió llamadas de sicólogas. Pero terminó pidiéndoles que la dejaran de llamar. ¿Por qué? “Solo me decían ‘tiene que entender’. Pero si no dan información ¿qué voy a entender?”.

“Mi hija cumplirá años el 30 de abril. Parece que será el primer cumpleaños que no estaré con ella”.

La semana de Pascua, Marta y otras ocho personas que estaban el Beverly Hills fueron trasladada a un nuevo centro de contención: el hotel Pacific Sunrise, a la entrada del Puerto de La Libertad. Al día siguiente de su traslado, se implementó un “cerco sanitario” en esa localidad, donde a la fecha no hay casos diagnosticados de COVID-19.

¿El traslado habrá sido una represalia? Marta no lo sabe. Lo que tiene claro es que ella ni siquiera estaba en las habitaciones del frente del hotel, sino que en las de atrás. “La protesta empezó poniendo papelitos en las puertas de las habitaciones, para que los doctores vieran que teníamos 30 días de estar en cuarentena”, cuenta sobre la protesta por la que el presidente Nayib Bukele les dedicó un tuit.

“Una cosa es ser huésped de un hotel y otra estar 24 horas encerrado en una habitación que no tiene agua. Las ventanas no se podrían abrir, tenían llave. Los aires acondicionados tiraban polvo. Creo que el que tiró el avioncito arruinó la ventana o la lanzó desde la parte de arriba, que sí estaba abierta”.

Marta es diseñadora gráfica. Al estar en cuarentena, no le queda más que escribir tuitear, hablar por teléfono con sus padres y su hija o dibujar. Se le pide un dibujo para ilustrar este texto. La imagen de una joven en medio de lo que parece un grupo de fantasmas rodeándola y formando lo que parece una mano que la tiene atrapada podría ser un indicio de lo dura que es su experiencia. No saber por qué se ha alargado ni cuándo terminará es lo que más la preocupa.