El drama de don Cheyo, un vendedor de helados que trata de sobrevivir en Morazán

El vendedor de sorbetes que vive de posada en una vieja casa en el cantón Agua Zarca, en Osicala, dice que fue censado pero que nunca recibió los $300 de ayuda del Gobierno. Ahora enfrenta la dura realidad de no poder vender.

Don Cheyo ha vivido meses con mucha dificultad económica. La medidas de prevención de la pandemia han hecho que sus ventas sean escasas.

Por Milton Rodríguez

2020-08-07 10:10:30

La pandemia del COVID-19 ha provocado un enorme e incalculado impacto a nivel nacional el cual se ve reflejado en el número de fallecidos, la cifra de contagiados, el colapso del sistema sanitario y la recesión económica. Miles de personas se han visto afectadas tras haber pasado el duro tiempo de la cuarentena establecida por las autoridades, y tras lo cual ha quedado reflejada la vulnerabilidad en que viven miles de compatriotas y de forma particular y exponencial en la zona rural.

En el interior del país hay miles de personas que sobreviven únicamente de las ganancias obtenidas en sus ventas del día a día y en tiempos del coronavirus la están pasando muy mal, ya que no logran cubrir ni siquiera las necesidades más básicas, algunos de ellos pese al riesgo que enfrentan de contagiarse del virus deciden salir a buscar el sustento diario porque aseguran tener solo dos opciones: “morir del virus o morir de hambre”.

> El Salvador registra 418 nuevos contagios y siete fallecidos por COVID-19

Este es el caso de don Simón Eliseo Sorto, mejor conocido como don Cheyo un hombre que se dedica a vender helados para llevar el alimento a su padre, un hombre de avanzada edad que ha perdido la visibilidad y le cuesta conciliar el sueño, entre otros padecimientos.

Don Cheyo, de 51 años, junto a su padre José Sorto, de 93, viven de posada en la habitación de una casa antigua ubicada en el caserío Los Peraza, del cantón Agua Zarca, en Osicala, Morazán. Las paredes son de bahareque, el techo es de tejas sobre varas de castilla y debido a la antigüedad del inmueble sufren de filtración de agua en el invierno.

En este lugar solo hay una cama vieja para dormir y dos hamacas, hay una pequeña estufa para cocinar, un lazo donde colocan sus sencillas prendas de vestir y un cajón de madera donde guardan los pocos víveres que tienen.

Según explica don Eliseo, salir a trabajar y arriesgarse a contraer el virus no es lo difícil. Lo más difícil para él es luchar contra las bajas ventas y tener presente que en tiempos de crisis las personas no quieren gastar su dinero en helados, sino en otras necesidades.

“Es triste cuando llego a las casas me dicen “hoy no” todo se me vino abajo porque la venta ha disminuido por la pandemia, a veces siento desesperanza y lo que más me preocupa es que no me da ganancias, hay días que solo vendo 3 o 4 dólares en el día, la estoy pasando bien mal”, lamentó.

>Estados Unidos recomienda a ciudadanos no viajar a El Salvador por brotes de COVID-19

Antes, don Cheyo se dedicaba al cultivo de maguey, pero luego, a raíz de la situación complicada de su padre con más de 90 años y por el enorme cuidado que él necesita, optó por vender sorbetes y paletas pues notó que de eso recibía más ingresos. Hasta antes de la pandemia el trabajo como vendedor de helados ha sido muy favorable para él, ya que le permitía bañar a su papá, cocinarle y alimentarlo antes de salir con su venta.

En picada con el negocio

Antes de la llegada del virus, la época del calor representaba un beneficio para este hombre, ya que incrementaba sus ventas y fácilmente abordaba un bus para visitar diferentes municipios de Morazán. “Antes todo era diferente, porque yo podía ir a las iglesias, escuelas, canchas, y a todos los lugares donde hubiera gente, en días buenos ganaba de 10 a 15 pesos -dólares- al día” relató.

El panorama cambió drásticamente para este vendedor de helados desde que se ordenó la cuarentena obligatoria, ya que se quedó sin la posibilidad de salir a vender. “En la cuarentena dejé de vender por casi dos meses, eso fue duro, no tenía dinero para comprar ni tortillitas, mi papá me pedía comida, y era duro para mí no tener nada que darle”, expresó don Cheyo entre lágrimas.

Dice que al ver a su papá pidiendo el alimento decidió ir donde sus vecinos a pedirles ayuda, y uno de ellos se conmovió y gestionó con la alcaldía un paquete de víveres. “Me dijeron que fuera al desvío y ahí me entregaron los víveres, fue solo esa vez que me dieron” detalló.

Fue censado pero no recibió los $300

Al preguntarle si él o su padre salieron favorecidos con el bono de $300.00 que entregó el Gobierno, respondió que no, pero explicó que lo llamaron a un lugar cercano de su casa para darle la canasta básica.

Don Eliseo dice que hace un tiempo llegaron a censar, les tomaron los datos, pero que su padre no salió favorecido en un proyecto de ayuda para personas de la tercera edad. Además, tampoco salieron favorecidos con el programa de erradicación de la pobreza del Ministerio de Desarrollo Local antes Fisdl.

Ya han pasado 18 años desde que don Eliseo decidió vender helados y durante este tiempo ese ha sido el único medio de subsistencia en medio de la escasez y pobreza, pero en estos tiempos de pandemia ese único medio de supervivencia ha quedado paralizado.

Riesgo de quedarse sin vivienda

Su madre murió hace 30 años y desde entonces quedó bajo su responsabilidad el cuidado de su padre, a pesar de que tiene más hermanos dice que no tienen comunicación con él.

Relata que tenían un pequeño terreno y una casa donde vivían, pero luego que le diagnosticaron una grave enfermedad a su madre, tuvieron que venderlo para comprarle los medicamentos y trasladarla a un hospital de San Salvador con el objetivo de que se recuperara.

“Como éramos pobres no había otro camino que echar mano del pedacito -terreno-, nos tocó vender y quedarnos sin nada y desde entonces tuvimos que andar de posada, cuando ella murió estábamos posando donde un hermano de ella, después nos salimos porque siempre llegaba enojado”, dijo.

Fue en 1991 cuando les dieron posada en una habitación de la casa antigua donde residen ahora, no les cobran el alquiler y solo deben pagar recibos de agua y luz, pero hoy en día tiene otra preocupación y es la de quedarse en la calle con su papá porque el dueño de la casa planea vender esa propiedad.

Ellos necesitan de un espacio para construir una casa digna, ropa, utensilios de cocina y víveres para subsistir.

Venta de helados

Son muchas las dificultades que aquejan a este hombre, pero a pesar de todo, sigue luchando por conseguir lo necesario para la supervivencia de él y de su padre en medio de la pandemia.

Una es que debe caminar una hora y media desde su casa hasta el establecimiento donde le dan una caja de helados para que la venda, pero antes de salir, se coloca su sombrero, el alcohol gel en la bolsa de la camisa y su mascarilla como medidas de protección.

Con el sonido de la corneta, anuncia las paletas y los sorbetes por los caseríos Pueblo Viejo, Los Méndez, Las Lomas y El Llano, lugares más cercanos que él recorre a pie los días martes, jueves y sábado con el propósito de conseguir para la comida mientras espera a que vengan tiempos mejores en los que pueda tomar un bus y salir a municipios como Cacaopera, Meanguera y Remiguia, entre otros.

“Si Dios me presta vida, tengo fe en el Señor que esto mejorará para poder movilizarme ya que ahora no la tengo muy fácil, cuando haya transporte podré ir a otros lugares como antes para darle la comida y lo necesario a mi papá”, expresó don Cheyo.