Cinquera, donde las bombas no estallaron

Este pueblo fue bombardeado y saqueado, las vías de acceso fueron destruidas y quedó aislado durante la época del conflicto armado.

Este pueblo fue bombardeado y saqueado, las vías de acceso fueron destruidas y quedó aislado durante la época del conflicto armado.

Por Nancy Hernández

2020-01-05 7:30:20

“Los bombardeos abundaron aquí, destruyeron todo, mataron a mucha gente. Tenemos la prueba, ahí hay tres bombas que por la gracias de Dios no explotaron, esas bombas causaban mucho daño, muerte, dolor”, dice Carmelo Pantaleón Noyola.

Noyola tenía 13 años cuando le dieron un fusil. Desde entonces dejó de dormir en una cama para dormir en el monte, la comida en su casa nunca abundó, pero andando con la guerrilla fue aún peor porque pasaba días sin probar bocado, asegura.

Ahora es alcalde de Cinquera, tiene cicatrices de varios impactos de bala en su cuerpo. Él fue uno de los muchos excombatientes de la guerrilla que fueron heridos en combate y mandados a Cuba para recibir atención médica. Dice estar orgulloso del desarrollo actual de Cinquera porque ha sido un esfuerzo de todos, asegura que cada rincón del municipio tiene una historia que contar, recuerdos que atesoran y transmiten a las nuevas generaciones para evitar que se de una guerra como la que terminó hace 28 años con la firma de los Acuerdos de Paz.

Cuando se llega al pueblo es inevitable no acercarse al parque y fotografiar la cola de un helicóptero que está sobre una columna de concreto y a su vez rodeada con una reja, cuya decoración no se encuentra en cualquier lado. En los hierros de la reja, carcomidos por el moho y el tiempo, están soldados algunos fusiles AK4, M 16, AR15 y Carabina M1. Ahora lucen viejos, inservibles, pero durante el conflicto armado fueron usados en combate.

Según Israel Cortez, investigador de historia, Cinquera era de los pocos lugares donde habían patrullajes cantonales. En 1980 la población del municipio comenzó a organizarse y eso fue lo que causó la represión donde torturaban a los pobladores para obtener información. Foto EDH/ Menly Cortez

“Esta avioneta (en realidad es un helicóptero) fue derribada por la guerrilla en uno de los cantones del municipio. Después la trajimos, es una prueba de todo lo ocurrido en Cinquera. Los fusiles fueron de los que quedaron después de la firma de los Acuerdos de Paz”, dice Noyola.

Pero estos no son los únicos vestigios de la guerra civil que quedan en el municipio, en la entrada de la iglesia se encuentran tres bombas que no explotaron y fueron lanzadas por la Fuerza Armada a los cantones de San Antonio, San José El Tule y Azacualpa. Las bombas son de 700 y 1,000 libras.

“Este municipio fue destruido completamente, fue bombardeado hasta que no quedó ni una sola vivienda. Cinquera era bien poblado en esa época, pero la gente tuvo que huir, abandonar todo lo que tenía, aquí quedó como que nunca hubiese vivido gente. Cuando se daban los bombardeos la gente corría, todos nos íbamos a guindear (huir) a los montes”, dice Noyola.

Según Israel Cortez, investigador de historia, Cinquera era de los pocos lugares que tenían patrullajes cantonales; en 1980 la población empezó a organizarse y el nivel de represión incrementó. Para tratar de aplacar el movimiento insurgente la Fuerza Armada inició los operativos militares y las torturas hacia los pobladores.


Foto Archivo EDH

“Las primeras personas que tuvieron que salir, dejar sus casas y su pueblo fueron de Cinquera. Hay registros que los primeros desplazados que llegaron al arzobispado de San Salvador provenían de este pueblo”, relata el historiador.

En 1983, después de la represión y el éxodo de la población civil empezaron los bombardeos, el FMLN se tomó el pueblo como una estrategia para desplazarse para los principales puntos de ataque contra la fuerza militar.

“Cinquera se convirtió en uno de los bastiones de las fuerzas insurgentes. Alrededor de 5,000 personas habitaban el pueblo antes del conflicto armado y todas se fueron”, explica Cortez.

Entre enero y febrero de 1991 volvieron a llegar los pobladores, fueron siete familias quienes iniciaron la repoblación de Cinquera.

Eva Barahona, de 74 años, salió de Cinquera junto con sus ocho hijos a mediados de 1980. Ella regresó con su familia en 1993, su casa quedó destruida y tuvo que buscar un predio en las cercanías del casco urbana para poder vivir. En la actualidad, las paredes de su casa están decoradas de trozos de bombas, utensilios ocupados por la guerrilla, fotos y pinturas que han sido encontradas en el pueblo.

Asegura que atesora esos objetos porque esa fue una etapa muy triste de su vida.

“Las calles no se distinguían, estaban llenas de monte, no había energía, agua. No podía entrar ni una carreta. Todas las casas estaban destruidas y lo único que quedó en pie fue la iglesia por eso conservamos la fachada para no olvidar”, dice Noyola.

Nueva Trinidad, Arcatao y Cinquera fueron municipios que quedaron desolados durante la época del conflicto armado, sus habitantes siguen luchando por levantar los escombros y reconstruir todo lo que desapareció. El conflicto armado dejó más de 75,000 víctimas, los departamentos más afectados fueron Cabañas, Morazán, Chalatenango y Cuscatlán.

La repoblación empezó entre 1985 y 1987, algunas de las personas que vivían en caseríos o cantones llegaron a las casas que habían sido abandonadas, cuando los propietarios regresaron llegaron a acuerdos para quedarse en los lugares. En otros casos, se formaron nuevas comunidades.

La repoblación terminó entre 1992 y 1993, cuando regresaron las últimas personas refugiadas en Honduras. Muchos salvadoreños que estuvieron refugiados en Costa Rica, Panamá y Nicaragua también regresaron. Otros migraron para Estados Unidos, Australia, Italia y otros países, según Cortez.

“Siempre en una guerra, la población es la que sufre más. No es bonito tener una guerra, se sufre, se aguanta hambre… La paz tenemos que construirla desde nuestras casas, debemos construirla todos”, concluye Noyola.

Arcatao fue uno de los pueblos donde la mayoría de sus habitantes fueron a refugiarse a Honduras, uno de estos albergues fue La Virtud a ocho kilómetros de Arcatao. Foto EDH / MUPI- Giovanni Palazzo

Sabotaje económico

Durante el conflicto armado también hubo destrucción de estructuras importantes. Quizá las que más efecto tuvieron a escala nacional fueron las destrucciones del Puente de Oro, situado en la carretera del Litoral; y Puente Cuscatlán, sobre la carretera Panamericana.

El puente de Oro fue construido en la década de 1950, su función principal era conectar los centros productores de algodón y caña de azúcar para su comercialización, según Cortez.

“Se llamó puente de Oro porque en su momento fue el puente más moderno de Centroamérica. Era esencial para la economía nacional, esto motivó a la guerrilla del FMLN a dinamitar el puente en octubre de 1981. La idea era el sabotaje económico para el país”, explica Cortez.

En esa época el transporte de mercaderías era importante para el Estado salvadoreño por el cobro de impuestos en las aduanas, parte de la economía del país dependía de esta producción.

Otra de las causas para destruir el puente se debió a que era una de las principales vías de acceso al oriente del país; la guerrilla del FMLN tenía una fuerte presencia en Morazán, San Miguel y Cabañas. El puente facilitaba el despliegue de las fuerzas militares y destruyéndolo, el traslado sería más complicado.

Cinquera es uno de los municipios que le apuesta al turismo como uno de sus ejes de desarrollo. Actualmente posee un museo que se construyó a base de decenas de vestigios, fotografías y donaciones de ex combatientes con los que muestran a sus visitantes comó se vivió la guerra en el lugar. Foto EDH/ Menly Cortez

Similar ocurrió con el puente Cuscatlán, que fue construido en la década de 1930 e inaugurado por el General Maximiliano Hernández Martínez. El objetivo era conectar la zona paracentral con el oriente del país sobre la carretera Panamericana. La construcción fue dinamitada la madrugada del 1 de enero de 1984.

El puente Cuscatlán era usado para transportar el café, la gasolina y caña de azúcar, además del desplazamiento de las fuerzas militares.

También el ejército salvadoreño destruyó construcciones, una de estas fue el puente sobre el río Sumpul, Chalatenango, porque era una de las principales vías de desplazamiento de los grupos del FMLN.

“En estos casos no había ganador, pues todo el país entero perdía. Este fue un sabotaje a la economía del país, afectó en esa época y sigue afectando en la actualidad”, explica Cortez.

La economía fue afectada por la guerra y el sabotaje que realizó la guerrilla. La destrucción de las carreteras y de los puentes hacía que fuera imposible trasladar la mercadería, por la represión era imposible que los campesinos trabajaran. Todo esto sumó y la economía general del país se vino abajo.

GALERÍA

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