Las salvadoreñas que cambian la historia de la ciencia en el país

Según la Red de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, hasta el 2019 hay registrados 1,035 profesionales de la ciencia realizando investigaciones, y 400 son mujeres.

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Por Fotos y texto Menly Cortez y Yessica Hompanera fotografia@eldiariodehoy.com

2020-03-08 5:45:45

Al mencionar las palabras “ciencia” e “investigación” posiblemente la primera imagen que llega a la mente es la de hombres dentro de un laboratorio o en áreas de campo realizando trabajos de estudio, para develar próximos descubrimientos que aportaran al desarrollo del conocimiento científico. Pero esa imagen es inexacta.

Aunque poco se ha escrito en El Salvador sobre ciencia, ya son reconocidas varias mujeres que han dedicado su vida a la producción de diversos conocimientos, como Antonia Navarro, primera mujer graduada en la Universidad de El Salvador de Topografía en 1889, a quien se describe en la historia como mujer amante de números y astronomía.

También está el caso de Etelvina Morillo, física y filósofa que se dedicó durante 50 años ininterrumpidos a educar en las aulas de la UES, mientras estudiaba sobre paneles solares y realizaba el diseño de un prototipo de cocina ahorradora de energía en 1990. También está, entre otros, el caso de María Isabel Rodríguez, doctora y política salvadoreña quien aún a sus 97 años continúa realizando estudios enfocados en Medicina.

Según Camila Calles, directora de investigaciones de la vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad Tecnológica, la mujer ha sido parte importante de la ciencia por muchos años, pero carece de reconocimiento debido a los esquemas que se han construido en el mundo de cómo hacer ciencia.

Así, las mujeres han sido relegadas en los roles de madre, cuidadora, ama de casa y esposa, que las han encasillado con el paso del tiempo.

Pero, las ciencias en general han sido a lo largo de la historia salvadoreña víctimas del abandono del Estado, por la insuficiente inversión en materia de educación, la falta de espacios adecuados para producir experimentos y los insuficientes incentivos a los académicos para crearlos. Fue hasta el 2012 cuando se emitió la Ley de Desarrollo Científico y Tecnológico que obliga a los académicos a realizar estudios enfocados en la ciencia. A pesar de esto, cada vez hay más mujeres que coinciden en que es importante no desistir en la iniciativa de la creación de conocimiento desde El Salvador para el mundo, y en que ellas tomen la determinación de ser parte de este proceso de construcción.

Nuvia Estrada, Rebeca Quintanilla, Velia Sosa, Marielba Herrera, Jennifer Menjívar y Ana María Rivera son algunas de las mujeres que desde las ciencias exactas, ciencias naturales y ciencias sociales aportan al país.


Nuvia Estrada
“La mujer salvadoreña debe tener garra para obtener un cambio”

La pasión por la ciencia llegó a la vida de Nuvia Estrada como un torbellino que cambió su forma de ver el mundo y la puso en un lugar donde puede salvar vidas. Ella es doctora en Cirugía Dental que a sus 35 años ha llegado a ser la decana de la Facultad de Odontología de la Universidad Evangélica de El Salvador (UEES). Ha desarrollado investigaciones científicas sobre el cáncer bucal, experimentos en ratas de laboratorio sobre pegamentos endodónticos y estudió la relación de empatía entre paciente y médico.

Es editora de la revista especializada en odontología OC Dental de Guatemala, y fue parte del comité editorial de la Revista Alerta del Ministerio de Salud (MINSAL) desde 2018 hasta enero de 2020. Es autora del libro “Compedido de fisiología Humana” publicado en 2015 y de “Conocimientos sobre factores de riesgos asociados a cáncer bucal en adultos residentes del municipio de San Salvador” en 2015. Para 2016 publicó “Farmacología y terapéutica para odontólogos”. Sus trabajos han sido publicados en la revista Crea Ciencia de la UEES.

Para ella la investigación científica en el área de la odontología aporta a la sociedad la generación de conocimientos para ayudar a los que más lo necesitan. La empuja en su trabajo el deseo de escribir los resultados de sus descubrimientos y llevarlos a la práctica.

 

“El beneficio más grande de la investigación científica es que da respuestas ante una problemática que ayudan a la prevención y a la cura”, asegura con mucho entusiasmo. Además, el método científico, como la colaboración de investigadores durante décadas, incluso siglos, añade información a lo que se conocía previamente.

Ella reparte su tiempo entre lo académico, la atención de pacientes y su vida familiar. Es segura y enérgica al hablar sobre su trabajo. Cuando observa una radiografía identifica la edad del paciente, sus dolencias y la ayuda que requiere. En 2012 presentó su tesis de graduación sobre radiografías bucales para su maestría en Investigación Científica de la UEES. “Me di cuenta que me gustaba la investigación con ese trabajo sobre la correlación entre la edad cronológica de una persona y su osamenta. Eso me marcó mucho”, señala.

Uno de sus mayores logros personales es haberle salvado la vida a su tío quien en 2007 presentaba síntomas de cáncer bucal. Esa circunstancia tan cercana la llevó a cuestionarse, junto con otros colegas, sobre la falta de información en la población sobre esta enfermedad tan agresiva. En el equipo empezaron a buscar posibles casos en los expedientes de todos los hospitales nacionales en 2013. Explica que la clave para generar conocimiento científico está en las preguntas. “Entre más se generan preguntas, más respuestas habrá. Si me hago la pregunta adecuada podré dar la respuesta correcta. A partir de la investigación sobre las posibles causas de una enfermedad voy a encontrar la cura que estoy buscando”.

En la indagación encontraron a doce personas con cáncer bucal de las cuales ocho fueron detectadas a tiempo y lograron sobrevivir. Además lograron crear mucha más conciencia y entrega por parte de los hospitales. Crearon fichas que ayudan a determinar cuando se trata de un cáncer bucal. “No es que la enfermedad se desconocía, pero no se sabía el alto índice que hay a nivel nacional”, señaló.

Ser una de las primeras mujeres en investigar sobre el tema marca una sonrisa en su rostro. “Se vuelve investigador aquel quien le da importancia a un tema y escribe sobre ello. Yo, como mujer joven, profesional que hace ciencia para ser un ente diferenciador, me siento satisfecha. La mujer salvadoreña tiene que tener garra para obtener un cambio”.

Marielba Herrera

“En las investigaciones la mujer sólo aparece como coautora”
“Es difícil posicionarnos como mujeres y es un acto de reivindicación y resistencia de parte nuestra el hablar sobre nuestras investigaciones y mostrar que hay una competencia de mujeres en diversos estudios”. Así se expresa Marielba Herrera, licenciada en Antropología con especialidad en religiosidad popular.

Es fundadora de la Red de Estudios Afroamericanos de la región y actualmente consultora en el Ministerio de Educación para la formación de maestros en el área de Estudios Sociales.

Para Herrera, su rol como antropóloga es potenciar una identidad y el conocimiento, para que, a partir de esto, se pueda ofrecer soluciones a problemáticas reales en el que los pueblos están involucrados actualmente, como pobreza, discriminación, racismo y exclusión, para así crear una ciudadanía diferente, más consciente, responsable y respetuosa.

“Me dediqué a estudiar Antropología porque quería tener las respuestas sobre muchas cosas que me he cuestionado como mujer y mujer afrodescendiente”, afirma.

Herrera es afrodescendiente salvadoreña y la única mujer que desde hace una década se ha dedicado formalmente a rescatar la historia de la afrodescendencia en El Salvador. Ella busca demostrar que los salvadoreños no solo tienen descendencia de España o “indígena”, sino que también las personas de color que llegaron por distintas épocas y circunstancias al país construyeron nuestra cultura y nuestra identidad actual.

La investigadora asegura que la importancia del estudio antropológico en el país es fortalecer nuestra identidad. Considera que esta no es solo la identidad nacional, que se ha construido a lo largo de la historia, porque hay varias identidades que se complementan en una sola y esta da un perfil personal a cada individuo.

“Al final la gran pregunta del ser humano es ‘¿quién soy?’, y cuando las mujeres nos metemos en este tipo de investigaciones es porque buscamos respuesta a las preguntas que nosotras tenemos, siempre buscamos lo que necesitamos saber”, aseveró.

La antropóloga expuso que ser mujer en el gremio científico se dificulta a la hora de hacer las investigaciones y que se reconozcan los resultados. “Es complicado en el sentido que la sociedad está acostumbrada a ver hombres haciendo las preguntas y no a las mujeres. En las investigaciones siempre sobresale el hombre, y la mujer siempre aparece como coinvestigadora o coautora, cuando en ocasiones ella se ha encargado de hacer un trabajo mucho más fuerte de análisis e investigación”, señala.

Actualmente hay mujeres que luchan para rescatar la historia de otras mujeres científicas y artistas que quedaron en el olvido. Gracias a estos esfuerzos han ido develándose sus historias poco a poco.

 

Rebeca Quintanilla

“En el país no creen que una mujer dedique su vida a la ciencia”
“Hay muy pocas referentes de mujeres en la ciencia, se ha demostrado que para promover la participación de mujeres y niñas en la ciencia hay que tener referentes a quien mirar y a quien buscar”, advierte Rebeca Quintanilla, Licenciada en Biología.

A sus 29 años de edad cuenta con una Maestría en Gestión de Sistemas Acuáticos, graduada en la Universidad de Cantabria, España, y en el instituto Hidráulica Ambiental.

Quintanilla es investigadora desde hace cinco años en el único laboratorio de toxinas marinas en el país, que estudia al fitoplancton (Labtox UES), es decir, a las algas microscópicas que causan Marea Roja.

Desde 2014 Rebeca está acreditada internacionalmente para realizar trabajos para identificar, clasificar y reportar estas algas.

Durante este tiempo ha realizado investigaciones marina en las playas de la Unión; también en aguas dulces como los lagos Coatepeque, Ilopango, Güija, laguna de Metapán, Cuscachapa y en el río Lempa.

Su gusto por la Biología nació desde pequeña por su amor a la naturaleza y en la adolescencia se inclinó hacia la ciencia. “Nunca tuve un modelo que me impulsara a introducirme a esto, simplemente los libros de Biología despertaron mi interés sin saber que era una carrera científica”, dice.

Recientemente ganó, junto con el equipo de investigadores de Labtox UES, el primer lugar del premio en Investigación Científica y Tecnología en Educación Superior y Centros de Investigación del CONACYT en la categoría Medio Ambiente, con el estudio sobre los microplásticos en playas de El Salvador.

El estudio de las algas es importante para el país por su rol en los ecosistemas, pues éstas introducen la energía del sol al agua y son la base de las redes tróficas (cadenas alimentarias de un ecosistema) de la fauna acuática. “Las algas incluso pueden provocar pérdidas en turismo, comercio y salud de un país si no se conocen”, detalla. Para Quintanilla, la ciencia es importante pues gracias a ella comprendemos nuestro entorno y sus particularidades, eso ayuda a conservarlo y aprovechar los recursos que nos provee generando riqueza para la nación.

“Lastimosamente en el país la inversión en ciencia es muy baja y creemos que solo los países desarrollados lo pueden hacer, mucho menos se cree que una mujer puede dedicar su vida a la ciencia”, expresa.

Al mismo tiempo la profesional cree que el conocimiento científico nos hace más fuertes como país ante la resolución de problemas concretos, como la repercusión de las algas en los cuerpos de agua salvadoreños.

Para Rebeca, comparado con otras profesiones, aún hay muy pocas mujeres involucradas en la ciencia, pero cree que es importante que el trabajo que realizan se conozca, pues a pesar de que son muchas las mujeres interesadas en cursar la carrera de Biología, lo complicado es encontrar un empleo en este rubro, incluso para ambos sexos, ya que “no hay en el país un nicho de investigadores más allá de esta universidad y un par más”, afirma.

La profesional cree que es importante crear más políticas que permitan acortar la brecha laboral entre hombres y mujeres en todas las áreas y que no se tenga duda de las capacidades de las científicas para los trabajos de campo. “En equipos multidisciplinarios todavía esperan que me quede sentada viéndome bonita, pero no, tenemos mucho que aportar”, manifiesta.

Quintanilla estudia actualmente las microalgas en cuerpos de agua dulce para conocer cómo se vinculan con la contaminación que afecta la calidad de agua. Además, dirige un proyecto nacional financiado por el Organismo Internacional de Energía Atómica en el cual hacen una reconstrucción del proceso de contaminación del embalse Cerrón Grande, la laguna de Olomega, entre otros.

También ella es parte de un proyecto regional, con participación de 18 países, que está estudiando los estresores (generadores de estrés) costeros marinos contaminantes en el que es la encargada del estudio de algas tóxicas y microplásticos, proyecto igualmente financiado por el Organismo Internacional de Energía Atómica.

Velia Sosa

“Si un país quiere crecer, necesita invertir en investigación”

“Nuestros problemas de país debemos resolverlos nosotros y eso es posible sólo a través de la investigación, en este caso de las ciencias naturales; no podemos estar importando siempre la tecnología, pues los problemas como los de salud no puede solucionarlos un extranjero, porque ellos solucionan problemas con situaciones muy diferentes a las de nosotros”, expresa Velia Sosa, licenciada en Ciencias Químicas de la Universidad de El Salvador (UES).

A sus 47 años, Sosa ya cuenta con una Maestría en Gestión Medio Ambiente y Recursos Naturales de la universidad de Ferrara, Italia. Es Doctora en Química Analítica de Medio Ambiente y Polución, y exjefa de la Unidad de Investigación de Ciencias Químicas de la facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la UES.

Sosa es experta en investigación de Química Ambiental, donde determina cuales son los contaminantes en el agua y en suelos con electroanálisis, con los que puede encontrar metales tóxicos como el plomo y el cadmio, letales para seres humanos y ecosistemas.

Actualmente es maestra en la UES de Análisis Instrumental I, de la licenciatura en Ciencias Químicas y Química General para la carrera de Biología y Física.

“La ciencia es importante porque si un país quiere crecer económicamente, necesita invertir en la investigación para alcanzar a los países desarrollados”, y agrega que “el gobierno debe dar la importancia a la inversión en investigación porque esta les puede retribuir económicamente con la creación de patentes”.

Para Sosa, la ciencia en El Salvador es responsabilidad de los académicos ya formados y del gobierno, ella afirma que debe crearse conciencia de que la ciencia es un proceso en el que se debe tener paciencia pero debe confiarse en que la inversión vale la pena.

“En el país cuesta ser científico, independientemente si se es hombre o mujer debido a la falta de inversión; sin embargo, la presencia de hombres en este rubro siempre es mayoría aquí en la facultad de Ciencias y Matemáticas de la UES: solo el 35% son mujeres. Pero, en las aulas ahora mismo se ven más mujeres cursando carreras de ciencia en comparación de cuando yo comencé mis estudios”, comenta.