Pandemia pone en jaque el restaurante de chef salvadoreño en Estados Unidos

El Chef Carlos pasó de lavaplatos a ser dueño de su propio restaurante y proyecta abrir más negocios, pero ahora el coronavirus lo tiene encerrado con su familia.

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El Chef Carlos pasó de lavaplatos a ser dueño de su propio restaurante y proyecta abrir más negocios.

Por Milton Rodríguez sucesos@eldiariodehoy.com

2020-04-18 9:00:58

La crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus en Estados Unidos le está pasando factura al chef salvadoreño Carlos González, quien reside en California, ya que ha tenido que suspender los servicios en su restaurante luego de que el gobernador ordenara el cierre de bares y restaurantes hace un mes.

Según el Chef Carlos, la parte emocional es la más afectada, “como empresario la parte emocional es la más triste o cruel, ya que empezaba a ver el fruto de años de trabajo, se siente que todo se ha perdido, te invade la desesperación , preocupación, estrés, no sabes qué hacer, y con esta pandemia no se puede reinventar hacer otra cosa”, lamentó.

Carlos reside en Lawndale, una ciudad del condado de Los Ángeles, de sólo 3 mil habitantes. California es el quinto estado con mayor número de contagios de coronavirus en EE. UU., registra 23,338 casos.

El Chef Carlos es propietario de Ninas Café Bar, restaurante especializado en comida francesa, ubicado en la ciudad de Bell, en el condado de Los Ángeles. Su negocio está cerrado por las medidas de restricción impuestas por el gobernador Gavin Newsom, que mantienen en encierro preventivo a 40 millones de residentes. Newson ordenó que solo pueden estar abiertos establecimientos de comida para llevar usando mascarillas, guantes y el distanciamiento social de 2 metros.

“Luego de conocer las restricciones, tratamos de sobrevivir con nuestro local y seguir abiertos por dos semanas más, turnábamos los días de los empleados para darles horas a todos, poquitas pero era eso o nada, finalmente no pudimos seguir y tuvimos que mandar a descansar a todos los empleados con la esperanza que el gobierno cumpla su palabra y nos ayude”, explica Carlos.

“Son cuatro empleados; mi amigo y yo sumamos seis, para sobrevivir necesitaba 500 dólares para pagar salarios, adicional a eso tenía que pagar recibos de luz, gas e invertir en la compra de productos; para ver la ganancia necesitaba vender mil dólares al día, pero no fue así, algunas veces vendía solo $200, otros $400 o $500 dólares y otros días no se vendía nada” agregó.

Al principio pensaron que no les afectaría, ya que Nueva York está lejos de California, pero no fue así ya que el virus se propagó rápido. Hace dos semanas Carlos junto a su socio decidieron cerrar el negocio ya que la modalidad para llevar no les resultó, y además, Carlos detalla que vive con su mamá quien ya está mayor y prefiere protegerla quedándose en casa.

El gobernador estatal anuncio préstamos a bajo costo para los pequeños negocios y si se comprueba que se les pagó a los empleados tiempo completo les perdonará la deuda. “Por eso les dijimos a los empleados que descansaremos pero cuando nos den el dinero les daremos su parte” expresó. De momento no han recibido ayuda del gobierno, “aunque ya llenamos aplicaciones para préstamos” dijo.


Emprendedurismo salvadoreño en California

El Ninas Café Bar abrió el 26 de noviembre y Carlos cuenta que desde el primer día tuvo mucha aceptación. “Se veía que todo iba súper bien, ya veíamos ganancias, y el fruto de años de trabajo. En enero de este año la Asamblea de esa ciudad nos dio un reconocimiento como felicitación y agradecimiento por construir un local en Bell”, dijo.

El Ninas, es un local familiar que se especializa en la comida francesa, aunque venden crepas, sándwiches, hamburguesas, alcachofas, carnes, pollo, bebidas con y sin alcohol.

“Ya estábamos haciéndonos bastante populares, venía gente de lejos a probar nuestra comida, decían que habían visto en las redes sociales o que nos habían recomendado alguno de sus amigos”, dice Carlos, quien reseña que algunas personas viajaban más de dos horas para probar la comida, “y yo salía a saludarles y agradecer”, relata.

Según el chef su local tiene capacidad para 50 personas, más el bar, y detalló que los domingos los clientes tenían que hacer fila para entrar y tener una mesa. “Todavía me acuerdo de esa imagen cuando veía por primera vez a la gente haciendo fila, me dan ganas de llorar, dije woow mi negocio lleno”, exclamó.

Este negocio está en una comunidad de personas mayores, gente retirada, a quienes le gusta salir, disfrutar de una copa de vino, lo cual afectó grandemente al restaurante pues sus clientes permanecen en el encierro.

“Nosotros apenas estábamos haciendo nuestra clientela, la gente se acostumbrada a comer ahí, le gustaba el ambiente, y como le atendíamos”, lamentó González.

Pero esta no es la primera vez que Carlos enfrenta situaciones difíciles en sus negocios, el 19 de abril del 2019 realizó junto a un amigo la apertura de un restaurante en Los Ángeles, nos les fue bien y decidieron cerrarlo en noviembre del mismo año.

Orígenes del Chef

Carlos Alberto González Díaz, es originario de Santiago Nonualco, La Paz, procede de una familia numerosa integrada por sus padres y 14 hijos, un hermano menor falleció a los 8 meses. Debido a las dificultades económicas sus padres solo pudieron ayudarle para que estudiara noveno grado.

Su primer trabajo fue como repartidor de agua, pero en enero de 2008 se quedó sin empleo y por eso decidió emigrar a Estados Unidos en febrero, sin embargo, no logró llegar a su destino ya que lo agarró migración y lo deportó.

A sus 22 años pensaba en cómo sería su futuro y se veía como propietario de un negocio propio, él pensaba poner una tienda cerca de su hogar, pero al ver la difícil situación en el país decidió cruzar las fronteras hacia Estados Unidos por segunda vez.

“Tengo que volverlo a intentar, lo voy hacer tres veces y sino paso, entonces sí buscaré un trabajo acá”, pensaba Carlos.

En ese segundo intentó si logró su anhelo y llegó a Estados Unidos el 28 de julio de 2008, lo recibió su hermana mayor, quién le dio ropa, techo y lo necesario para adaptarse a ese nuevo ambiente.

Carlos cuenta que su hermana no le podría conseguir un trabajo debido a que ella trabajaba cuidando niños y no conocía a muchas personas. Ante eso el salvadoreño tuvo que salir a las calles a buscar una oportunidad de trabajo, mostrándose dispuesto a todo.

Sin conocer el idioma se aventuró y se fue a varios lugares, algunos le dijeron que sí necesitaban, pero tenía que saber cocinar, atender a la gente o tener experiencia.

“Yo soy de las personas que no voy a mentir en algo que no sé hacer, y pensaba en que a la hora de la prueba me iba ir mal, no podía decir que sí cocinaba porque en mi familia era un ambiente machista y nunca había cocinado; no podía aceptar atender a la gente porque no conocía el idioma y además no contaba con experiencia” relata.

Después de ese proceso de búsqueda encontró empleo en una empresa donde se fabrica todo tipo de materiales de hule; pero en ese año empezó la recesión económica y sus pagos eran de $500 al mes aproximadamente lo cual le alcanzaba solo para cubrir los gastos de comida, renta y lo más necesario.

Un salvadoreño luchador y con sed de superación

Ante esta situación económica comenzó a estudiar inglés y hacer un doble esfuerzo durante dos años, lo cual implicó dormir solo tres horas y media para cumplir con los horarios del trabajo y de las clases.

Su jornada comenzaba a las 8:00 am para ir a sus clases de inglés, terminaba a las 12 del mediodía, y cuando no sentía sueño se quedaba a clases de 1:00 a 3:00 pm. A las 7:00 pm entraba al trabajo y salía a las 3:30 am; caminaba hasta su casa durante 45 minutos y así lograba dormirse a las 4:30 o 5:00 am todos los días.

Después de los dos años de esfuerzo finalizó las clases y como ya podía hablar el idioma inglés aplicó a otro trabajo, y fue así como llegó a un restaurante de comida francesa llamado “Creme de La Crepe”.

El jefe del lugar le dijo que necesitaban un cocinero y que ahí le podrían dar bastantes horas.

El compatriota respondió que si necesitaba el trabajo pero que no sabía cocinar. El hombre se comprometió a enseñarle el mismo, pero solo si él ponía de su parte y así fue como se despertó el interés y talento por la cocina en Carlos.

Experiencia y transformación en Chef

“Comenzarás como wishes (lava platos) me dijo el jefe y cuando el negocio estaba solo me llamaba para enseñarme de cocina; a los seis meses me hicieron cocinero, y los compañeros me decían que quizás ya tenía experiencia porque bien rápido aprendí , pero en realidad nunca había cocinado ni un huevo en mi casa”, detalla.

Al ser cocinero de ese restaurante tuvo contacto directo con la jefatura, y al pasar seis meses el jefe le propuso que asumiera una plaza de kitchen manager, es decir encargado de cocina en otro local, para ello debía coordinar a los trabajadores, verificar la existencia de productos, etc.

Carlos le respondió que si le interesaba pero que no tenía experiencia para ello, por lo que el jefe le ofreció ayudarle pagándole clases en lugar del pago del día laboral.

“Yo acepté un viernes y una hora después me avisó que el próximo lunes comenzaría las clases en un restaurante de Manhattan Beach”, relató.

Cuando finalizó las clases lo mandó a trabajar a un restaurante de Hermosa Beach como jefe de cocina, al asumir el cargo le explicó que había corrido al encargado anterior porque no hizo bien su trabajo.

González dio el mejor esfuerzo y se relacionó con gente de experiencia que le enseñó cómo hacer inventarios y todo lo que implicaba ese cargo. Tiempo después su jefe lo retó a mejorar la evaluación de los reportes del negocio, ya que en la última evaluación habían tenido 60 por ciento.

Dos semanas después llegó el inspector hacer las respectivas evaluaciones, las realizó, preguntó quién era el nuevo encargado y se retiró del lugar ya que los resultados los enviaba electrónicamente.

“Por la tarde mi jefe me enseñó el reporte y decía que no ponía 100 porque encontró algunas parrillas quemadas, mi jefe estaba muy agradecido conmigo que durante la plática me tiró algo y me dijo: ´esto es tuyo´, eran ocho billetes de 100, “es por tu trabajo, eso te ganarás al hacer bien tu trabajo, eso me motivó en la cocina y a seguir trabajando para mejorar cada día más” comentó.

Al pasar un año el jefe abrió un nuevo restaurante en Santa Bárbara y debido a que Carlos era su mejor chef lo contrató como segundo al mando y además le permitió ser parte del proceso de apertura.

Tiempo después su jefe le pidió que le apoyara con la apertura de otro local en Rockefeller, donde también estuvo al mando. Con el pasar de los días sin tener la intención de pedir trabajo tuvo la oportunidad de conversar con el chef ejecutivo de la compañía Nicks, quién le ofreció un mejor salario.

“Acepté el trabajo, la verdad siempre quise trabajar donde iban a comer las estrellas de televisión, futbolistas y basketbolistas y gracias a Dios lo hice” relata.

Pero al estar en este lugar fino, apareció un amigo guatemalteco y de suma confianza quién le propuso que se asociaran para abrir un restaurante en Los Angeles, Carlos no se dejó ir a la primera ya que lo pensó bien y pidió el consejo de su padre.

Tiempo después se armó de valor y para ello tuvo que dejar su trabajo junto a los mejores chef pues tenía que dedicar gran parte de su tiempo a este negocio para asegurar un buen funcionamiento.

Sueños del emprendedor salvadoreño

De acuerdo con Carlos en estas semanas en cuarentena ha cocinado, compartido con su familia y ha podido guardar energías para cuando sea el momento de salir.

Dentro de las proyecciones que tiene con su restaurante es convertirlo en un piano bar al estilo del viejo Europa (old European style ) para que la gente que los visite pueda conversar tranquilo así como lo hacen en Europa sin música a todo volumen más bien con una música clásica suave relajante.

Uno de los grandes sueños del chef y su socio es asegurar su plan de retiro, haciendo una franquicia, ellos desean abrir siete locales más en los próximos 10 años, aunque eso implique esfuerzo y trabajar duro para el chef pues él es quién abre y cierra para asegurarse que todo esté bien.

“Cada restaurante dependerá del lugar donde esté para darte las ganancias, pero por mal que estén las ventas y nos de ganancia dos mil dólares cada lugar serían 14 mil al mes; una cantidad justa para vivir bien y sin trabajar cuando ya tenga unos 50 años”, se proyecta.