Carlos, el policía que vive en la clandestinidad por defenderse de las pandillas
El agente enfrentó una acusación de homicidio agravado. Perdió todo lo que construyó durante toda su vida y ahora vive oculto con su familia. Afirma que no tiene el apoyo de nadie a pesar de rogar ayuda a muchas instituciones.
En sus 43 años de edad, la vida de Carlos nunca había estado en peligro, a pesar de ser policía desde hace varios años y de vivir en una zona donde las pandillas asesinan a su antojo.Pero aquel miércoles 1 de mayo de 2019, el policía estuvo a punto de morir, cuando un pandillero lo atacó con un cuchillo a pocas cuadras de su casa en un cantón del municipio de Apopa.
El valor de no morir y la agilidad que tenía para usar un corvo, como un hombre de campo, le valió a Carlos ese mediodía para defenderse y lograr salir vivo del hecho que le cambió la vida a él y a toda su familia. Carlos lleva seis meses viviendo en la clandestinidad en El Salvador junto a esposa e hijos sin la ayuda de nadie.
Donde Carlos vivía los pandilleros habitaron desde hace más de 15 años, pero el agente dice que “se vivía con una aparente tranquilidad”, pero desde hace ocho años, los pandilleros más antiguos murieron y otros cayeron presos. Los más jóvenes tomaron el control. Eran los hijos de sus vecinos y niños que él vio crecer y más de alguna vez les dio de comer.
Carlos sólo lamentaba los hechos de violencia que ocurrían en el cantón, mientras seguía ocultando su profesión de policía. Pero en diciembre de 2018, los pandilleros sospecharon que era integrante de la corporación policial y desde entonces empezó el calvario.
La pandilla 18 mató a un pariente de Carlos porque al parecer no quiso entregarlo. La misión era que el joven, tenía que engañar al policía para que llegara a un lugar donde ellos lo estaban esperando para matarlo. Pero el joven se negó y el 1 de diciembre de 2018, los mareros lo mataron a balazos frente a su madre. Fue un golpe muy duro.
Carlos recuerda que estaba de turno esa tarde cuando le avisaron de la trágica noticia. De inmediato, se vistió con ropa particular, tomó su arma 9 milímetros y se movilizó al lugar. Al llegar, tuvo que representar a su familia y fue él quien habló con los policías que se encargaron de procesar la escena.
Pero Carlos cometió un error, aún llevaba puestas sus botas de policía y recuerda que una mujer que colaboraba con la pandilla se percató de eso y fue ella quien les comentó a los pandilleros de la sospecha. Sin embargo, los pandilleros no lograban confirmar del todo que Carlos era policía.
Semanas después, los pandilleros acosaron a Carlos y lo extorsionaron con $1,000. El policía no tuvo otra salida y decidió pagar. Vendió un aparato de soldadura que tenía guardado y del bono que le había entregado la corporación policial, entregó el dinero a la pandilla. También los pandilleros extorsionaron a los hermanos del agente; $500, $700, $250, les pedían diferentes cantidades de dinero. Todos pagaron por temor a morir. Otros parientes decidieron huir del lugar.