Carlo Emilio Gadda: el caleidoscopio, catástrofe y torbellino de Roma
“Las catástrofes imprevistas son como torbellinos, el punto de depresión del ciclón que ocurre en la conciencia del mundo, hacia los cuales una multitud entera de causas convergentes han contribuido”, Carlo Emilio Gadda, El zafarrancho aquel de vía Merulana.
Carlo Emilio Gadda (1893-1973) nació en Milano, estudió ingeniería eléctrica y participó como combatiente en la Primera Guerra Mundial. Como escritor, llegó a ser reconocido internacionalmente en el ámbito de la novela modernista, es decir, durante el período entre la Primera y Segunda Guerra Mundial y parte de la Guerra Fría. Fue contemporáneo con escritores como James Joyce, Virginia Woolf, Italo Svevo, Pier Paolo Pasolini, Elsa Morante, Federigo Tozzi e Italo Calvino, entre muchos otros.
Sus obras son numerosas; las más reconocidas son The Philosopher’s Madonna (1931), That Awful Mess on the Via Merulano (primero publicada como serie en Florencia hasta la publicación final y completa en 1957 y sus traducciones al inglés hasta 1963) y Acquainted with Pain (1963), una novela de Milano. De estas novelas, That Awful Mess on the Via Merulano (una obra literaria de Roma) —que en español se conoce como El zafarrancho aquel de vía Merulana y en italiano Aquer pasticciaccio brutto de Via Merulano— es una novela detectivesca que trata, en múltiples formas y estilos deslizantes, de dos crímenes: un robo y un homicidio. Ambos ocurren en un complejo de apartamentos en la via Merulana y son investigados por el doctor Francisco Ingravallo, también conocido como don Ciccio, un oficial de la policía italiana asignado a la sección de homicidio.
Consideramos como Gadda presenta este personaje a los lectores en el rango amplio desde una imitación del poeta romano, Virgilio, hasta unas sombras de la commedia dell’arte:
“De altura media, un poco robusto en su apariencia física o tal vez un poco rechoncho, con pelo negro, grueso y colocho, que brincó desde el punto medio de su frente en una manera que cubrió y protegió sus dos puntos físicos del sol italiano, parecía somnoliento, tenía una manera de caminar pesada y torpe, una manera de ser ligeramente dunda, así como una persona sufriendo de indigestión; vestido tan bien hasta donde se lo permitió su salario gubernamental, con una o dos pequeñas manchas de aceite de olivo en la solapa de su traje, como un recuerdo de las colinas de Molise, de donde venía”.
Es un estilo que invita una percepción de Ingravallo por el lente de la ironía, con oraciones enormemente largas, con un flujo de conciencia que logra representar la realidad dispersa de sus cualidades, que se amplían una y otra vez. Llegamos a saber, en la lectura de esta novela, de más de 400 páginas, que Ingravallo tiene una conciencia profundamente cultural y es agudamente inteligente y analítica; es compilador de la realidad enorme de su ciudad de Roma, en el tiempo interno de la obra, que es de 1927, durante el período entre las guerras mundiales, que presenta a todos los niveles de la sociedad romana desde la burguesía hasta las prostitutas jóvenes de la ciudad.
Eso lo lleva a tener un estilo rico con referencias culturales de la historia de Roma, desde la pax romana con alusiones clásicas hasta el humor de la metamorfosis grotesca, y con un odio visceral hacia Benito Mussolini —a quien Gadda insulta en muchas maneras, como, por ejemplo, cuando lo llama “ese haragán, ese pavo real del Palazzo Ciggi”— quien tiene ahora el poder y está en el proceso de la construcción del fascismo italiano, “la ley de los palos amarrados en fascio”, una Roma que se siente profundamente en el ver y oír de la realidad con “calzón quitado”, liberada de la necesidad de la representación lógica, de personas, partes de personas y de barrios pobres y medianamente burgueses.