Carlo Emilio Gadda: el caleidoscopio, catástrofe y torbellino de Roma

“Las catástrofes imprevistas son como torbellinos, el punto de depresión del ciclón que ocurre en la conciencia del mundo, hacia los cuales una multitud entera de causas convergentes han contribuido”, Carlo Emilio Gadda, El zafarrancho aquel de vía Merulana.

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Roma 1960. Fotografía del escritor italiano Carlo Emilio Gadda en la terraza del café Rosati. / Foto Por EDH- Leemage

Por Dra. Katherine Miller

2019-09-29 4:45:22

Carlo Emilio Gadda (1893-1973) nació en Milano, estudió ingeniería eléctrica y participó como combatiente en la Primera Guerra Mundial. Como escritor, llegó a ser reconocido internacionalmente en el ámbito de la novela modernista, es decir, durante el período entre la Primera y Segunda Guerra Mundial y parte de la Guerra Fría. Fue contemporáneo con escritores como James Joyce, Virginia Woolf, Italo Svevo, Pier Paolo Pasolini, Elsa Morante, Federigo Tozzi e Italo Calvino, entre muchos otros.

Sus obras son numerosas; las más reconocidas son The Philosopher’s Madonna (1931), That Awful Mess on the Via Merulano (primero publicada como serie en Florencia hasta la publicación final y completa en 1957 y sus traducciones al inglés hasta 1963) y Acquainted with Pain (1963), una novela de Milano. De estas novelas, That Awful Mess on the Via Merulano (una obra literaria de Roma) —que en español se conoce como El zafarrancho aquel de vía Merulana y en italiano Aquer pasticciaccio brutto de Via Merulano— es una novela detectivesca que trata, en múltiples formas y estilos deslizantes, de dos crímenes: un robo y un homicidio. Ambos ocurren en un complejo de apartamentos en la via Merulana y son investigados por el doctor Francisco Ingravallo, también conocido como don Ciccio, un oficial de la policía italiana asignado a la sección de homicidio.

Consideramos como Gadda presenta este personaje a los lectores en el rango amplio desde una imitación del poeta romano, Virgilio, hasta unas sombras de la commedia dell’arte:

“De altura media, un poco robusto en su apariencia física o tal vez un poco rechoncho, con pelo negro, grueso y colocho, que brincó desde el punto medio de su frente en una manera que cubrió y protegió sus dos puntos físicos del sol italiano, parecía somnoliento, tenía una manera de caminar pesada y torpe, una manera de ser ligeramente dunda, así como una persona sufriendo de indigestión; vestido tan bien hasta donde se lo permitió su salario gubernamental, con una o dos pequeñas manchas de aceite de olivo en la solapa de su traje, como un recuerdo de las colinas de Molise, de donde venía”.

Es un estilo que invita una percepción de Ingravallo por el lente de la ironía, con oraciones enormemente largas, con un flujo de conciencia que logra representar la realidad dispersa de sus cualidades, que se amplían una y otra vez. Llegamos a saber, en la lectura de esta novela, de más de 400 páginas, que Ingravallo tiene una conciencia profundamente cultural y es agudamente inteligente y analítica; es compilador de la realidad enorme de su ciudad de Roma, en el tiempo interno de la obra, que es de 1927, durante el período entre las guerras mundiales, que presenta a todos los niveles de la sociedad romana desde la burguesía hasta las prostitutas jóvenes de la ciudad.

Eso lo lleva a tener un estilo rico con referencias culturales de la historia de Roma, desde la pax romana con alusiones clásicas hasta el humor de la metamorfosis grotesca, y con un odio visceral hacia Benito Mussolini —a quien Gadda insulta en muchas maneras, como, por ejemplo, cuando lo llama “ese haragán, ese pavo real del Palazzo Ciggi”— quien tiene ahora el poder y está en el proceso de la construcción del fascismo italiano, “la ley de los palos amarrados en fascio”, una Roma que se siente profundamente en el ver y oír de la realidad con “calzón quitado”, liberada de la necesidad de la representación lógica, de personas, partes de personas y de barrios pobres y medianamente burgueses.

El Éxtasis de Santa Teresa, escultura barroca de Gian Lorenzo Bernini, realizada entre 1647 a 1651. Se encuentra en la iglesia de Santa Maria della Vittoria en Roma. Foto EDH / Alvesgaspar

El estilo de Gadda de representar las ideas en formas corporales y objetos minuciosamente descritos que conducen a otros objetos y personas, no es necesariamente en una manera lineal o racional. Así que su investigación del asesinato de Liliana Balducci es el eje de una radiación de círculos concéntricos e ilógicos que nos conducen en una manera caleidoscópica a cada artículo de su vestimenta y formulación de su carne mutilada, a los burdeles y palacios.

En un momento encontramos el cadáver de una amiga conocida de todos y, sutilmente amada por Ingravallo: Liliana Balducci tirada en el suelo de su apartamento en la vía Merulana, tiene su garganta cortada y abierta profundamente, y deja ver el terrible rojo de la sangre desde la izquierda hasta la derecha. Esta garganta cortada y sangrienta es El zafarrancho aquel de vía Merulana.

Ingravallo, en su investigación la examina, la mira, en una manera que no hubiera sido permisible si estaba todavía con vida, y la confunde con un objeto de gran arte. Pero sus procesos de análisis deductivos, su lógica y razón de policía sufren una ruptura y quedan desdoblados en una constelación de causas y circunstancias que escapan del proceso de investigación judicial y se dispersan a toda la realidad en un flujo de conciencia de unas 200 páginas, en las que Ingravallo encuentra la realidad de la ciudad, sus representaciones y equivalencias en docenas de personas y objetos.

Muchos de los personajes estaban enamorados de Liliana, con sus joyas, oro y tesoros acumulados y con su deseo melancólico (por ser incapaz) de tener un hijo para la patria de Mussolini. Ella es la personificación de la madre anhelando un hijo para la patria, pero incapaz de hacerlo y por medio de ella, Gadda hace la frecuencia de modulación de la maternidad hasta la prostitución, su visión por medio de la ciencia (ingeniería eléctrica).

He aquí una de las múltiples descripciones del cuerpo mutilado de Liliana. Leamos de la herida de su garganta cortada, su cuerpo haciendo una forma de zig-zag con sus piernas, los muslos abiertos, su falda de lana gris tirada arriba, revelando su ropa interior de fina calidad, cosida cuidadosamente y donde se ve la doble apertura cubierta con seda fina de su ropa interior, que “dio forma inútilmente a una voluptuosidad carnada, el ardor, le frisson que parece haber sido exhalada del blando, gentil y suave montículo de aquella línea céntrica, la marca final del misterio” de Liliana, que comienza a tirar conexiones íntimas a toda la realidad bella y fea de Roma, hasta las burdeles de sus afueras.

Gadda comienza con una asociación de la “línea céntrica” con la apertura sangrienta de la garganta de Liliana y procede a la Roma fundada por el rapto y la violación de las mujeres Sabinas en contraposición al mito de Romulo tan céntrico a la propaganda de Mussolini y llega, por asociación a imágenes y metáforas subjetivas a la Contessa Circea (Circe de Odisea?) en un pobre burdel de las afueras de Roma, a quien Ingravallo describe, de la siguiente manera, comparando a la prostituta con la pasión de la escultura de Santa Teresa de Avila por Bernini:

“La Contessa Circea, borracha, tiró su cabeza hacia atrás, tirando su cabello mojado (así como los globos amarrillos chinos) en la benignidad aletargada del barro, abierta y vulgar hasta que tocaba sus orejas, partiendo su rostro como una sandía después de la primera incisión…”.

Roma 1934. Sede central de la Federación del Partido Fascista de Mussolini, el único partido que existía en Italia durante la dictadura. La fachada mostraba un estilizado rostro del “Duce” llamando a un referéndum, en el cual los italianos votarían para confirmar un listado de candidatos al senado, elaborado por el mismo Mussolini. Foto EDH / Archivo

Con sus descripciones, Gadda dice mucho, pero solamente a nivel de la realidad exterior. Mucho de lo que leamos, en general, se trata de ideas. En Gadda, las ideas están allí en una multiplicidad de alusiones, dialectos de Milano, Roma, Venecia, pero a sotto voce. Gadda no nos da cucharadas de explicaciones, sino duros objetos de realidad que se transforman uno a otro, hasta que se vislumbra una escultura de la ciudad Roma con todo su pasado y presente. Esas ideas están empotradas en la realidad plástica y de piedra, en las descripciones de la exterioridad de las personas, de quienes tenemos que extraer algo de su interior. Como dijo Virginia Woolf, la literatura hasta hoy se enfoca demasiado en la mente, así como que el cuerpo es “un escudo de vidrio simple, por medio del cual el alma mira recto y claro” (“On Being Sick”).

Los vecinos y la policía, representada por Ingravallo, encuentran un día el cadáver chocante de Liliana Balducci y el desenlace es más que el objeto de una investigación policiaca: es una amiga del barrio Merulana asesinada, objeto de examinación e investigación por la autoridad, un objeto de escrutinio para los vecinos y mirones de toda Roma cuando aparece en los periódicos de Roma. Es, también un objeto de estética y presentadora del vestuario fino, externo e interno, de la burguesía, quien no puede recrearse por medio de aportar niños para la patria y, en cambio, está reducida a acumular riquezas, oro y tesoros valiosos para la preservación de su clase. Ella nos lleva, en última instancia, a Standard Oil.

De hecho, Gadda efectúa una descripción parecida, estética y monstruosa de las ramas y las estructuras de Standard Oil en la Italia de Mussolini. Es la idea de orden y dinero bien gastado del Progreso en mayúscula. Hasta los jóvenes del norte buscan el sur, como inmigrantes y personas desplazadas, y quedan a la merced del Progreso de Standard Oil, idealizado por Mussolini en su programa del fascismo. Porque la novela es una denuncia honda del fascismo, parecida a la novela de Elsa Morante, la novelista romana del siglo XX, quien nos presenta la diminuta maestra italiana, violada por un soldado alemán borracho en Roma, en donde la pobre maestra da luz al niño epiléptico infeliz, Giuseppe, con el alto grito penetrante que denuncia cada señal del fascismo.

Finalmente, Gadda nos proporciona el alba en su Roma de 1927 con Il Duce en el Palazzo Ciggi y el paisaje mitológico con sus poblaciones multitudinarias de toda índole:

“Y mira allá, ahora, más allá de la flotilla de nubes que estaba pasando al lado de las piedras del oriente del ópalo que se cambió a rosa, la rosa se engrosó y llegó a ser estratificada en carmín: la lividez en todas partes hacia el norte, del día que se levantó. Entonces, desde el risco del Ernicio el Simbruni que no aguanta la pupila: la mirada recta como una flecha del guapo Apolo, la luz del faro. Las latitudes grises de Latium se clarificaron, hechas plásticas, surgiendo vestidas de purpura, así como mojones descompuestos con el tiempo y fragmentos de torres sin nombres”.