Blanca Ermida y Félix Omar en una imagen tomada previo al fatal desenlace. Foto/ Cortesía
El negocio de Blanca era el punto de reunión para esos fines de semana de amistad y diversión donde la pareja terminó en una relación hasta vivir juntos.
Según la declaración de Blanca, la historia de violencia comenzó cuando apenas tenían 10 meses de vivir juntos. Fue grave. Estaba embarazada cuando Omar comenzó a agredirla verbal y físicamente, hasta el punto de provocarle la pérdida de un bebé.
“Esos meses se convirtieron en años y Blanca tuvo que cerrar su negocio, una actividad económica que le daba independencia, pero a él no le gustaba que ella trabajara para que no se relacionara con otros hombres ya que era celoso”, reafirma la imputada en su testimonio.
Familiares cercanos a Blanca, recuerdan que varias veces le preguntaban por los moretones que le observaban en su cuerpo, pero ella decía “que se había caído o se había golpeado con algún objeto”, pero todos presumían que solo lo hacía para proteger a su marido.
A los dos años de estar juntos, ella intentó dejarlo y se mudó a vivir con una hermana en el municipio de Santa Rosa de Lima, en el oriente del país.
Esto fue un respiro para la familia, pensaron que ella se había librado del círculo de violencia, pero no duró mucho. Omar la buscó y le rogó hasta convencerla para quedarse a vivir con ella, afirman los parientes.
A pesar que la vivienda de Santa Rosa de Lima la compartían con familiares de Blanca, los constantes abusos físicos de Omar hacia su pareja siguieron y aunque la familia trató de ayudarlos sus esfuerzos fueron en vano, ellos se mudaron a San Miguel para vivir solos y de esta manera evitar que terceras personas intervinieran en los problemas que tenían.
La tragedia en la que terminó la relación de Blanca y Omar ha causado dolor a ambas familias, las cuales, cada una por su lado, esperan que se haga justicia.
Un hijo que sufre la ausencia de su madre y pide justicia
José Ovidio Cienfuegos, de 38 años, el segundo hijo de Blanca Ermida, narra el sufrimiento que le ha causado esta situación a sus hermanos y a los nietos de Blanca. Mientras descansa en una hamaca en su vivienda, a unos diez kilómetros de donde vivía su madre, en el municipio de San Miguel, habla lo duro que ha sido enfrentar la situación.
“Es una situación difícil, desde que pasó eso no ha habido ni un solo día que no dejemos de pensar si mi mamá está bien”, dice con la voz entrecortada.
Hacía mucho tiempo que Ovidio había decidido no visitar a su mamá, comenta que no toleraba ver el maltrato que recibía su madre de parte de Omar, y había optado por no meterse en la situación.
“Yo siempre le dije a mi mamá que se apartara que lo dejara, que le dejara todo si era posible, que se fuera donde ella pudiera estar tranquila”, agrega.
Ovidio describe a su madre como una mujer amorosa y de buen corazón que no dudaba a compartir un plato de comida con alguien que lo necesitara. “Fiscalía tiene a mi madre como una criminal pero yo la veo como una mujer de 60 años”, razona.
Ovidio aún no puede creer que las cosas terminarán de esa forma “hubo un tiempo en que mi mamá quería a don Omar, pero nunca pensé que la situación terminara así, esperaba que mi mamá se apartara de él”, dice.
José Ovidio es hijo de Blanca y espera que las autoridades tomen en cuenta la violencia que sufrió su madre al momento de juzgarla. Foto EDH/ Lissette Lemus
Un silencio que niega un perdón por la muerte de un hijo
Pero la tragedia entre la pareja también dañó a la familia de Omar. En una casa sin lujos al final de una calle polvorienta en la zona rural del municipio de Soyapango, aún lo lloran.
Alfonso Castaneda, padre de Omar, recuerda la última visita y posterior llamada que le realizó su hijo cuando regresaba a San Miguel.
“Estuvimos platicando y después de varias horas que se fue le pregunté sí había llegado a casa y me dijo que aún no, porque estaba descansando la moto por lo largo del viaje en un pueblo. Nunca creí que esa iba ser su despedida”, relata el doliente entre sollozos.
Don Alfonso crió a su hijo con lo que ganaba en la construcción, confiesa que asistió por mucho tiempo a una iglesia donde se bautizó. Sabía mucho de la Biblia, pero tenía su carácter militar.
La noticia que Blanca había matado a su hijo la recibió la madrugada del 14 de enero pero por su edad y las circunstancias solo sus hijas, las hermanas de Omar, viajaron hasta San Miguel para recibir los restos de su hijo, los cuales fueron sepultados en un cementerio cercano de donde vive su familia.
Don Alfonso cree que no sirve de nada ya hablar con Blanca, sus sentimientos no lo dejan ceder a un perdón, pero dice que sólo ella sabe la verdad.
Aunque le cuesta creer que su hijo haya sido todo lo que ella relata ante los jueces, Alfonso espera que se haga justicia por la muerte de su primogénito.
Alfonso Castaneda comenta que su hijo le ayudaba económicamente desde que empezó a trabajar a los 18 años de edad. Foto EDH/ Lissette Lemus
ESTE TRABAJO FUE REALIZADO CON EL APOYO DE LA INTERNATIONAL WOMEN´S MEDIA FOUNDATION, IWMF.