CRÓNICA: En toma de posesión de Joe Biden, Washington dio cátedra al mundo

Pese a las amenazas, la transición de poder fue fluida, emotiva y sin sobresalto alguno.

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Joe Biden , presidente de Estados Unidos, junto a la primera dama Jill Biden a su llegada a la Casa Blanca. Foto AFP

Por Tomás Guevara

2021-01-20 9:35:44

Todo salió como estaba previsto, nada podía interferir el traspaso de mando presidencial de Estados Unidos. Un cumplimiento estricto del mandato constitucional que no da espacio a los vacíos de poder bajo ninguna circunstancia.

Las fuerzas del orden y el aparato del Estado no escatimaron recursos ni esfuerzos logísticos y humanos para cumplir el cometido y dar la certidumbre de que la primera potencia del mundo predica con ejemplo al mundo.

Washington DC quedó aislada del resto de urbes aledañas desde las 6 de la mañana de este miércoles. Unos 750 mil residentes del Distrito de Columbia estaban resguardados en sus viviendas en una mañana de frío y viento, y los más de 25,000 militares de las fuerzas armadas, miles de policías y el Servicio Secreto en coordinación para el control total de toda el área que alberga el gobierno federal en la capital estadounidense, estuvieron infranqueables.

Las policías de Arlington y Alexandria en Virginia y las de Montgomery y Prince George’s, en Maryland, cercaron también los accesos principales para vehículos y peatones por los puentes principales, y vías de acceso estratégicas; el servicio de metro que corre por subterráneo se mantuvo activo, pero con trenes vacíos y todas las paradas del centro de la ciudad clausuradas por lo menos hasta el fin de semana que termine el desmontaje de todas las cercas y alambradas.

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Con el Comandante en Jefe, Joseph R. Biden, de 78 años juramentado al filo del mediodía y su segunda al mando, Kamala Harris, en posesión del cargo, el cometido del enorme despliegue de seguridad se ha cumplido y garantiza la continuidad del Gobierno y el mandato del 46º. Presidente de Estados Unidos para los próximos cuatro años.

(De izquierda a derecha) Doug Emhoff, la vicepresidenta electa de EE. UU. Kamala Harris, Jill Biden, el presidente electo Joe Biden, el senador de EE. UU. Roy Blunt (R-MO) y la senadora de EE. UU. Amy Klobuchar (D-MN ) entran al Capitolio. Foto/ AFP

La ceremonia transcurrió con la solemnidad propia del evento más trascendente para la democracia estadounidense; en pleno, los brazos del gobierno: Congreso, Corte Suprema y las cabezas del Ejecutivo se sentaron a cielo abierto en la plataforma instalada en uno de los frentes del Capitolio con vista a la Explanada Nacional.

El selecto público invitado a la ceremonia apenas cubría con sillas distanciadas un tercio del sector frontal de los jardines del Capitolio, el lugar donde en inauguraciones anteriores, o en tiempos ordinarios, empieza la muchedumbre de testigos presenciales del solemne acto, con picos de participación de hasta 1 millón de almas aglutinadas en la gran fiesta democrática.

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Esta vez, en las plataformas metálicas que en días anteriores montaban decenas de trabajadores buena parte inmigrantes salvadoreños y de otros países centroamericanos, y en los jardines fueron decorados con más de 200 mil banderas, que con el efecto del viento que soplaba la planicie se movían y llenaban el vacío dejado por las almas ausentes, que en esta inauguración debían conformarse con las pantallas de televisión y la señal en vivo transmitida al país y al mundo por los medios digitales.

El presidente electo y la vicepresidenta electos de Estados Unidos, Joe Biden y Kamala Harris junto a sus parejas, así como algunos legisladores en la entrada del Capitolio para la ceremonia de investidura. Foto/ AFP

La pandemia, que ya arrasó con la vida de más de 400,000 estadounidenses, de todos los rangos de edad y razas: “padres, madres, hijos, amigos, vecinos y colegas de trabajo”, como matizó el presidente Joe Biden e en su discurso, hizo su parte para esta ceremonia inusual, pero inalterable de la primera potencia del mundo que ha demostrado su robustez democrática, y que el nuevo presidente se ha comprometido a defenderla en cuerpo y alma.

Otra parte de la clausura al público se debió a las advertencias de los servicios de inteligencia que alertaron que grupos de extremistas de ultraderecha, a los que no se ha dudado en calificar de “terrorismo doméstico” y de fuerte amenaza a la seguridad nacional, tenían intenciones de llegar a Washington DC para interferir con el mandato constitucional.

Sin embargo hasta la tarde del miércoles cuando el presidente Joe Biden ya está en la Casa Blanca y la vicepresidenta en el Edificio Ejecutivo para empezar sus labores, la vida en la ciudad ha transcurrido sin ningún sobresalto.

El acceso para la prensa ha tenido sus contratiempos estos días, la restricción de espacios y el cierre ha impedido acceso a las áreas, al público, las reacciones que en otras inauguraciones contribuyen en gran manera al color del trabajo periodístico sobre el terreno se echan de menos.

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A gran parte de la prensa escrita se le habilitó un espacio en Freedom Plaza, en la Avenida Pensilvania, a varias cuadras de la casa Blanca y a más de 2 kilómetros del Capitolio, prácticamente en un espacio aislado, cercado por cuadras y cuadras de vallas impenetrables, y sin más público a la vista que militares y policías.

El rito del poder

Con todo, la ceremonia según han observado los analistas políticos superó las expectativas por las enormes cargas simbólicas con que inició en la víspera de la jornada cuando el ahora presidente y la vicepresidenta rindieron un homenaje a las más de 400,000 víctimas dejadas por COVID-19 a los pies del monumento a Abraham Lincoln, el guardián que preservó la Unión Americana durante la Guerra Civil, (1861 – 1865).

Y como no podía ser de otra manera, las imágenes de las miles de luces reflejadas en el estanque con vista al monumento de Washington y al Capitolio, con los nuevos líderes en solitario, dieron la vuelta al mundo.