A sus 26 años, Bianka Rodríguez se convirtió en la primera salvadoreña en ser la ganadora regional del premio Nansen para refugiados, otorgado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El premio reconoce la labor humanitaria realizada por los derechos de las personas refugiadas o desplazadas internas.
Bianka es la directora de la asociación Comunicando y Capacitando Mujeres Trans (Comcavis Trans). Durante los últimos cinco años ha dedicado su labor a la defensa de los derechos de las poblaciones LGBTI en El Salvador, sobre todo de las mujeres trans víctimas de la violencia y del desplazamiento forzado.
Su niñez y adolescencia fueron marcadas por el dolor provocado por los maltratos y rechazo de su madre, pero Bianka nunca ha perdido su amabilidad y deseos de ayudar a quienes no han tenido las mejores oportunidades durante su vida.
Empezó desde muy joven cuando se unió a un proyecto de alfabetización de la población adulta mayor que no había tenido acceso a la educación. Ella sintió la necesidad de aportar de alguna forma a la población de su municipio, Cuscatancingo. “Es el municipio que me vio crecer. Hay muchas personas que me conocen y han visto mi trayectoria desde esos años hasta ahora”, dice.
Parte de la necesidad que ha sentido de trabajar por la población adulta mayor nace del amor y admiración que tiene por su abuela.
A sus 15 años, los maltratos a los que era sometida por su madre llegaron a niveles insoportables y tuvo que huir de su casa. Los siguientes años fueron muy difíciles.
Pese a ser una adolescente, fue víctima de discriminación, de explotación laboral y de violencia. Sus condiciones de vida eran precarias, pero no podía regresar a su casa.
Pero cuando Bianka tenía 18 años, su abuela se dio cuenta de todo lo que le estaba pasando y lo que había sufrido a manos de su madre. Su abuela la acogió en su hogar.
“Pongo a esta mujer como ejemplo de lucha porque tiene nueve hijos y a sus nueve hijos los sacó adelante. Y no solo apoyó a sus hijos, sino también a sus nietos. A todos mis primos nos ha dejado muchas enseñanzas de qué es ser una persona luchadora en este país”.
A sus 80 años, su abuela le brindó todo el apoyo moral para que Bianka pudiera continuar con sus estudios. Aunque el apoyo no podía ser financiero, ya que sus recursos eran escasos, el amor y cariño que recibió fueron muy valiosos para Bianka.
“La única figura femenina que tenía era de mi madre que me golpeaba por ser una mujer trans. Mi abuela me terminó de forjar mis valores. Me enseñó a que un trabajo hay que cuidarlo, que hay que perseverar en la vida y que primordialmente hay que ser humilde para poder llegar a donde queremos”, cuenta Bianka.