Rigoberto ayuda a personas en memoria de su hija Roxana

Desde antes ya se dedicaba a llevar ayudas a personas necesitadas, y tras la epidemia ha enfocado su trabajo humanitario a llevar implementos como mascarillas, guantes, alcohol.

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Rigobergo durante la entrega de ayuda a personal de tropa y policías que participan de la contingencia contra la pandemia del COVID-19. Fotos EDH / cortesía

Por David Marroquín

2020-05-12 4:00:46

Rigoberto lleva en su sangre el altruismo. Con mucho esfuerzo ha creado la Fundación Samaritanos de los Pobres que busca llevar alivio a las personas más necesitadas.

La memoria de una de sus hijas que perdió la batalla contra el cáncer, ha sido la motivación para llevar adelante su obra de caridad. El tiempo libre en su trabajo lo dedica a las tareas de la fundación en beneficio de las personas de escasos recursos económicos.

Su lema es “Sin política ni religión, juntos podemos hacer más”, solo ayudar a quien más lo necesite. En esta emergencia por la pandemia del COVID-19, Rigoberto ha entregado más de 3,000 mascarillas a policías, soldados y gente que las necesita para no contagiarse.

Se le suman 1,000 pares de guantes, 30 galones de alcohol, 300 botellas de agua, 1,000 bolsas de agua, 60 pizzas, 100 campos antibacteriales y 39 pares de botas tácticas para que “los agentes policiales puedan cumplir con su misión de servir a la gente”, según Rigoberto.

Policías se han quejado en redes sociales de que la mayoría de ocasiones tienen que comprar sus mascarillas, porque la corporación policial no les ha proporcionado ningún equipo de protección para evitar el contagio del virus COVID-19.

En la preparación de alimentos y de los paquetes de ayuda participan muchas personas, y luego salen a hacer repartos a varios municipios.
Foto EDH / Cortesía

También ha llevado víveres a personas de escasos recursos a través de la fundación, a lugares remotos donde la ayuda gubernamental o de otras instituciones no ha llegado, aseguró.

Este altruista señala que todo lo anterior se adquirió con donaciones de dinero y equipo médico que enviaron salvadoreños residentes en el extranjero y personas que residen en El Salvador que se han interesado en colaborar sin ningún interés ni cuestionamientos a quienes más lo necesitan.

“A mi lo que me gusta es ayudarle a la gente y ahí estoy en los cantones, comunidades, hospitales; en todo lugar”, dijo Rigoberto, quien aseguró que la existencia de equipo de protección sanitaria y otros implementos para que policías y soldados no se contagien, ya se les terminó. Espera que la ayuda de otras personas altruistas pueda llegar a la Fundación para seguir apoyando a quienes más lo necesiten.

Antes de la emergencia nacional por la pandemia, Rigoberto se dedicaba a llevar ayuda a familias con muchas necesidades como la falta de víveres para su subsistencia. También ha entregado sillas de ruedas a niños y personas de la tercera edad que las necesitan, eso con la colaboración desinteresada de salvadoreños residentes en el exterior y compatriotas de buen corazón que viven en el país.

Una experiencia personal

El interés de ayudar le nació cuando él se quedaba a cuidar a su hija Roxana Elizabeth que estaba internada en el hospital de niños Benjamín Bloom.

A la hora de la alimentación para los pacientitos, él se iba a las gradas del hospital a comerse algunos panes que llevaba, pero veía con mucha tristeza que madres de los niños internados no tenían que comer. Algunas ocasiones compartió algunos de sus alimentos con otros padres.

Este señor que se encontraron en el camino durante una entrega también recibió refrigerios de parte de Samaritanos de los Pobres.
Foto EDH / Cortesía

Al perder a su hija, Rigoberto tomó conciencia de que tenía que llevar alivio a esos padres de los niños que luchan contra el cáncer en memoria de su hija. Todos los fines de semana comenzó a llevar alimentos para repartirlos entre los padres que se quedaban a cuidar a sus hijos internados en el hospital.

Los alimentos eran adquiridos con fondos propios y pequeñas ayudas que recibía de los vecinos de su colonia en San Salvador. Así fue que el altruismo le fue creciendo hasta crear la Fundación de Samaritanos de los Pobres, la cual está legalmente inscrita ante el Ministerio de Gobernación. “No soy político ni religioso, solo tengo el deseo de ayudar a los que lo necesitan en memoria de mi hija que de seguro desde el cielo está muy contenta por lo que estoy haciendo”, dijo Rigoberto.