La trágica historia de don Raúl, perdió todo y ahora un milagro le da una esperanza de vida

Durante su vida en las calles de la capital recibió maltratos por parte de otras personas del bajo mundo de San Salvador donde solía vivir.

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Por Texto y fotos: Yessica Hompanera

2020-07-18 1:15:28

Raúl Pérez, un hombre de 80 años de edad, se pasa los días acostado sobre una delgada colchoneta dentro de una de las aulas del Instituto Nacional Técnico Industrial (INTI) en San Salvador. Llegó ahí como otro albergado luego de soportar las lluvias generadas por la depresión tropical Amanda los primeros días de junio, lo que casi le cuesta la vida.

Mucho antes de llegar a esa aula recorrió las calles del barrio San Jacinto y del centro de San Salvador. Se perdió. Fue a dar a matorrales y a callejones, pero siempre encontró la forma de seguir el rumbo. Parece un hombre serio, pero de vez en cuando muestra una sonrisa mientras cuenta sus vivencias como agricultor en su natal Tecoluca, en San Vicente.

“Yo iba caminando por esa calle y me aburrí de tanto andar día y noche. Me senté arrimado a la pared y luego, vi que unas mujeres llegaban a dejarme comida. Me dije: ‘Aquí me voy a estar’. Ahí estuve”, recuerda con voz lenta y baja.

En apariencia en un hombre serio, pero cuando entabla una conversación es amable, gracioso y tranquilo.

En el albergue

A su llegada al albergue, las personas encargadas le brindaron ropa y alimentos; y hasta un corte de cabello que lo hizo sentirse mejor consigo mismo.

Lo único que quiso desechar fue un par de zapatos desgastados que tienen un agujero en la suela; los cambio por un par de tenis cómodo. Los presume.

No recuerda cuándo y cómo llegó a vivir en las calles. Eso es un tema que prefiere guardarse para sí mismo. Señala que tuvo una familia. Hermanos, mamá, papá. Pero se quedó solo. Unos murieron y otros partieron de forma ilegal hacia los Estados Unidos. Tampoco tuvo hijos ni esposa porque, según él, no tendría las posibilidades para darle “una buena vida”.

“La vida es difícil. La vida no me ha hecho para estar en un solo lugar y es mejor estar solo”, expresa.
El 31 de mayo de 2020, Raúl amaneció temblando de frío debajo de un pino en el arriate de la diagonal Universitaria y la 23a. calle Poniente de la capital. Él ya tenía varios meses de vivir en la acera de ese lugar.
Pasó resistiendo toda la madrugada la agresiva tormenta Amanda y quedó empapado de pies a cabeza. Lo único que lo cubría era una bolsa plástico negra y una sombrilla estropeada.

No había nadie más, solo lo acompañó un pichón de zanate, igualmente empapado que él, aparentemente el ave cayó de su nido y encontró en Raúl un amigo que le daba comida de sus manos.

Tras la publicación de un video en Twitter de un fotógrafo de El Diario de Hoy, un grupo de personas llegaron en su rescate y lo llevaron hasta el albergue en el Instituto Nacional Técnico Industrial. En el albergue no sufre de hambre ni de frío. Se siente seguro y se ha acomodado a su nuevo dormitorio. La comida llega todos los días gracias a la solidaridad de personas que llegan a los albergues. Empanadas, panes con frijoles y café es su dieta casi todos los días.

En el aula A10 del instituto convive con otros dos hombres: Mario y José. El primero anda en silla de ruedas y el otro se apoya en muletas para moverse de un lado a otro.

Ellos explican que de vez en cuando le brindan su ayuda a Raúl para realizar actividades que por su avanzada edad no le resultan tan fácil.

Tanto Mario como José perdieron su vivienda durante las tormentas y ahora viven en el albergue a la espera de que su suerte cambie. Los tres se hacen compañía y, en algunas ocasiones, comparten una que otra anécdota.

Raúl dejó las calles y se siente cómodo en su nuevo hogar.

Su vida en las calles
Además de las inclemencias del clima, Raúl tuvo que soportar las malas miradas y la incomodidad de algunas personas que circulaban en las aceras y calles a las que llamó casa. Recuerda que una noche dormía tranquilo cuando de pronto comenzó a sentir fuertes golpes en todo su cuerpo. Cuando abrió sus ojos, observó que era un grupo de hombres que lo agredían.

“Como pude me levanté y corrí. Ellos me querían joder y me despertaron a puras patadas. A los días me dolían las costillas y hasta sentía que me tronaban del dolor”, explica. Devoto de la Virgen María, recuerda que suplicó para que no lo mataran y lo dejaran tranquilo. Fueron varios minutos de sufrimiento. “Estoy perdido y sin esperanzas de nada”, dice el hombre que asegura que trabajó como empleado de Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA).

Esta manera de vivir lo llevó a tener serios dolores en sus articulaciones y en especial en ambas rodillas por lo que médicos han llegado a darle una dosis de medicamentos para aliviar su dolor. “Cuando las tengo encogidas no me duele, pero tengo que estirarlas porque mi dolor se hace más fuerte”, señala.

Los pájaros
Mucho antes de que llegara a los salones del instituto, Raúl se acostaba en el pavimento de la prolongación donde pasaba sus días. Relata que algunos vecinos le regalaban comida y que de lo que sobraba compartía con una bandada de zanates que se acostumbran a su presencia. Tanto así que las aves no tenían miedo de acercarse. Eran su compañía.

Después de la publicación de un video en la cuenta de Twitter de Mauro Arias, un grupo de personas decidió ayudarlo y llevarlo hasta el albergue INTI.

Ahora sobre su cama señala que cuando llegó al albergue lo pusieron en un aula donde llegaban pájaros. “Me alegré porque les daría de comer. Allá al final del pasillo hay un lugar donde llegan, ahí les tiraba pan o tortilla”, dice mientras sonríe y mira hacia afuera del salón.

Sus compañeros de aula comentan que él sale al balcón a buscar las aves y que siempre se alegra cuando los escucha cantar desde su cama.

En este albergue conviven decenas de familias que perdieron sus viviendas durante las tormentas y no se tiene una fecha exacta para abandonar el instituto ni una solución al problema.

Por su avanzada edad, la exposición al clima y la falta de tratamiento médico, Raúl ha desarrollado diferentes padecimientos en su cuerpo.