Ante la embestida de Trump, el periodismo se resiste a ceder

En este análisis, El Diario de Hoy destaca cómo en una era en que el presidente de EE. UU. rivaliza con los medios, estos han resurgido en calidad y prestigio, provocando renovado interés en las audiencias.

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Foto Agencias

Por Ricardo Avelar

2019-10-13 11:02:21

El 17 de febrero de 2017, menos de un mes después de asumir la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump lanzó un agresivo mensaje en su canal favorito de comunicaciones, Twitter: “Los medios que difunden NOTICIAS FALSAS (los fallidos New York Times, NBC News, ABC, CBS, CNN) no son mis enemigos. Son los enemigos del pueblo estadounidense”.

Este mensaje, que debería resultar alarmante en un espacio y tiempo democrático, se ha vuelto una especie de norma en la política del país norteamericano. De acuerdo al Comité de Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés), desde que anunció su candidatura presidencial hasta enero de 2019, Trump lanzó 1,339 tuits contra los medios de comunicación.

Esto, lejos de escarmentar al ejercicio periodístico, ha generado una suerte de resistencia de las cadenas más tradicionales, pero también de medios alternativos y digitales que han dedicado incontables investigaciones a escudriñar la presidencia número 45 de Estados Unidos. Naturalmente, esto a Trump no le ha caído nada bien.

Desde que asumió la presidencia, añade CPJ, el presidente ha dedicado más del 11% de sus mensajes en esta red social, la cual se ha convertido en su mecanismo primordial de comunicación con sus diferentes audiencias, para denigrar a medios, comunicadores en particular o al concepto mismo del periodismo.

De hecho, durante su campaña el ahora mandatario tendía a enfocarse en comunicadores en particular. Solo en enero de 2016, cuando su campaña tomaba fuerza, el presidente hizo más de 40 alusiones personales.

Eventualmente su estilo mutó, llegando a descalificar a medios completos, lanzando sus dardos al New York Times, al Washington Post o a CNN. Finalmente, desde su toma de posesión ha dedicado sus ataques a los medios en general.

Asimismo, una vez electo, Trump popularizó un concepto: fake news. Inicialmente, lo utilizó para descalificar los reportes que señalaban interferencia del gobierno de Rusia en las elecciones que ganó en noviembre de 2016. Desde ese momento, sin embargo, ha utilizado el concepto para restar credibilidad a los medios críticos con su gestión en casi cualquier tema. Tan es así que en los primeros diez días de este mes, utilizó este concepto 11 veces.

Esta relación con los medios de comunicación no es casualidad. El presidente Trump es consciente de que su capital político proviene de venderse como un outsider, un foráneo en un sistema que ha creado frustraciones enormes en los últimos años. Este sistema que ha vendido está formado por el “establishment” político que califica de poco efectivo, pero también por los medios de comunicación críticos, a los que ha acusado de estar siempre en su contra y de formar parte de un aparataje corrupto.

Esta no es una maniobra nueva ni exclusiva de él. Los medios de comunicación y el ejercicio periodístico han sido el blanco de decenas de gobernantes en todo el mundo a lo largo de la historia. Sin embargo, Trump ha sabido combinar su mensaje antimedios con una nueva plataforma de comunicaciones: Twitter.

En este medio, el presidente estadounidense ha saltado los protocolos y las formalidades usuales que rodean a un alto funcionario y día con día lanza decenas de mensajes en los que anuncia, a veces sin previo aviso a sus asesores, sus prioridades y líneas principales de acción, además de ataques a sus rivales políticos dentro y fuera del país.

A simple vista puede parecer positivo que Trump tenga un hilo abierto de mensajes a sus audiencias, pero Twitter no garantiza diálogo o rendición de cuentas. Por tanto, el mismo presidente que ataca constantemente a los medios ha sabido montarse en una plataforma unidireccional que le permite posicionar sus mensajes sin cuestionamiento o contraste.

No solo en EE. UU. pasa...

Los medios están bajo ataque en diferentes rincones del mundo.

1. El violento presidente filipino Rodrigo Duterte es conocido por promover su imagen de “macho”, atacando a periodistas mujeres. Este incluso ha prohibido la entrada de todos los medios al palacio presidencial para evitar que cubran sus actos y ha armado ejércitos de cuentas falsas y troles digitales para hacer el trabajo sucio: descalificar la prensa crítica.

2. Uno de los más notorios enemigos del periodismo crítico es el presidente ruso Vladimir Putin. En 2013, Rusia estuvo en el puesto 148 de 179 en libertad de prensa. Sin embargo, el periodismo ha resistido. En 2016, tras el injusto encarcelamiento del periodista Ivan Golunov, bajo falsos cargos de narcotráfico, cientos de sus colegas rusos armaron una campaña que obligó a su liberación. Esta resistencia es peligrosa: más de 20 periodistas han sido asesinados en la era Putin.

3. Tras el suicidio del expresidente peruano Alan García, quien estuvo a las puertas de ser procesado por presunta corrupción, cientos de cuentas digitales acusaron al periodista Gustavo Gorriti de haber motivado el deceso del exmandatario. En redes incluso se pedía la muerte del periodista y su equipo.

4. Tras revelar posibles irregularidades cometidas por el hijo del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, este último recurrió a difundir información falsa para denigrar al periodista a cargo de la información. Además, el mandatario brasileño constantemente llama a los medios mentirosos, especialmente ante reportajes críticos.

¿Ha sido efectiva la estrategia?

Desde 2015, diversos medios han sido blancos de las constantes críticas de Donald Trump. Sin embargo, los comentarios del presidente no han derivado en un éxodo masivo de las audiencias, sino en todo lo contrario: algunos de los medios más atacados han incrementado su popularidad y, de acuerdo a algunos analistas, su misma calidad.

James Warren, jefe del buró de Washington del periódico New York Daily News, sondeó opiniones de académicos y periodistas, y publicó en Vanity Fair un compendio de razones para tener esperanza en el periodismo en la era Trump. Entre ellas, que el mar de desinformación le ha demostrado a la gente, en un efecto rebote, que el método periodístico es irreemplazable para acercarse a la verdad.

En sus entrevistas, Warren recogió algunos testimonios interesantes. Por ejemplo el de Michael Tackett, del New York Times, quien afirmó que “los periodistas hoy tienen una renovada misión y los lectores un deseo por los hechos”. Julia Keller, exreportera del Chicago Tribune y ganadora del Pulitzer, considera que “la voluntad de conocer la verdad le ganará a la ignorancia y complacencia con el poder”.

El ejecutivo retirado de CBS, Bruno Cohen, considera que “el periodismo estará bien”. Considera que la irrupción de lo digital generará caos en los años siguientes, pero el público se irá cansando del ruido y el humo que las buenas historias, y quienes las cuentan, prevalecerán.

También resalta la voz de la académica de la universidad de New Hampshire, Kathy Kiely, quien agradece a Trump por, indirectamente, “hacer el periodismo ‘cool’ otra vez”.

Y, sin querer, lo está logrando. Como muestra, el New York Times, que muchas veces ha sido objeto de los ataques de Trump, ha experimentado inusitados niveles de suscripciones y visitas en los últimos tres años. Según la compañía de investigación ComScore, antes de julio 2016, este medio no superaba los 80 millones de visitantes únicos al mes.

Después de esa fecha, este ha sido su piso y ha habido meses excepcionales, como noviembre de 2016, cuando rondaron las 120 millones de visitas únicas, o enero 2017, con cerca de 105 millones.

A inicios de 2015, este medio tenía un millón de suscriptores digitales y el primer trimestre de 2019 cerró con 3.6 millones. Sus proyecciones indican que para 2025 pueden llegar a 10 millones de suscriptores. Asimismo, el valor de sus acciones está en el punto más alto de los últimos 14 años.

A. G. Sulzberger, director del Times, cree que hay una vinculación directa de los ataques de Trump con el alza de su medio, pero llama a no sobreestimar el fenómeno.

De hecho, considera que la clave es que el medio se ha diversificado. “Francamente, desde que llegó (Trump) hemos visto distintas señales de que la gente está cansada de leer sobre política, el presidente o de la política en general”, dijo Sulzberger al sitio web de noticias tecnológicas Recode en junio de este año.

Seb Gorka, reportero afín a Trump, insulta a Brian Karem (de espaldas), corresponsal de Playboy, a quien la Casa Blanca le retiró su credencial. Foto / AFP

No solo el Times ha crecido en este periodo. Su principal rival, el Washington Post, alcanzó 1 millón de suscripciones digitales en septiembre de 2017. En enero de ese mismo año, cuando Trump tomó posesión, tenían menos de la mitad de suscriptores y en septiembre 2016, poco antes de la elección de Trump, solo una tercera parte.

Pero el interés en el periodismo no solo se refleja en visitas a los sitios. Según el Post, hay un resurgimiento de la carrera de periodismo en las universidades estadounidenses. En prestigiosas instituciones como la Universidad de Maryland, la de West Virginia, Syracuse (en Nueva York), Arizona o Northwestern (en Chicago), ha habido un aumento de varios puntos porcentuales en la matrícula de periodismo y un renovado interés en materias como investigación o reporteo político.

El periodismo no solo ha crecido en el lado de la demanda, de los lectores, usuarios y futuros comunicadores. Del lado de la oferta, las salas de redacción no solo han resistido los embates y ataques del mandatario, sino que han mantenido una línea investigativa consistente.

Esto incluso les ha supuesto acciones más allá de los tuits. En noviembre de 2018, al periodista Jim Acosta de CNN le fue revocado su pase para la Casa Blanca. En julio de 2019, Brian Karem de la revista Playboy gozó la misma suerte.

En ambos casos, la presidencia tuvo que retroceder, pero sentó el precedente de buscar cerrar las puertas a aquellos que llevan preguntas críticas.

En este periodo, los medios estadounidenses, ahora con mayores audiencias, han cubierto posibles tratos oscuros del presidente con gobiernos extranjeros, presuntas fallas éticas en cómo él maneja conflictos de interés por sus empresas, posibles irregularidades en financiamiento de su campaña, así como sus polémicas políticas migratorias y la separación de familias en la frontera.

Además, hay cadenas que han optado por verificar los anuncios, denuncias o señalamientos del presidente. Hasta el 5 de agosto de este año, según el Washington Post, el presidente había dicho 12,019 declaraciones falsas o inexactas, es decir casi 13 mentiras o medias verdades por día.

Estas coberturas, como se ha dicho, no han sido del agrado del mandatario que ha reaccionado cerrando puertas a su administración.

En lo que queda de su presidencia, que bien podría ser un año o cinco si se reelige, es posible que Trump siga rivalizando con los medios, atacándoles y denunciándoles de causar “división, desconfianza” y hasta guerras, como lo hizo en un tuit el 5 de agosto de 2018.

Sin embargo, estos parecen no desistir. Las salas de redacción están siguiendo de cerca su administración y contrastando sus marejadas de tuits, haciendo lo que los comunicadores están llamados a hacer: emplear el método periodístico para llevar luz a una presidencia que en muchas ocasiones opta por la opacidad.