VIDEO: Alexander Reyes, de sobreviviente de masacre a fabricante de guitarras

El salvadoreño que se salvó de morir en El Calabozo, San Vicente, no teme a ningún reto. Desde muy joven aprendió el arte de construir guitarras y en la actualidad sus instrumentos suenan dentro y fuera de El Salvador.

Este salvadoreño sobreviviente de la masacre de El Calabozo, en San Vicente, no teme a ningún reto.

Por Rosemarié Mixco

2019-12-22 9:35:40

San Esteban Catarina, en San Vicente, fue una zona duramente golpeada por el conflicto armado salvadoreño. Muchos de sus habitantes migraron para salvarse de la ola de violencia y cientos más se sumaron a la lista de víctimas mortales.

Alexander Reyes tenía 3 años cuando se unió a los grupos de civiles que acompañaban a la guerrilla. Su padre fue combatiente.

No cumplía los 5 años cuando su tío lo sorprendió la noche del 21 de agosto de 1982 para huir de El Calabozo, a orillas del río Amatitán.

Pese a su corta edad, en su mente quedaron grabados los gritos de las mujeres, niños y ancianos que conformaban el grupo de civiles masacrados. “Todo el día combatió la guerrilla con el ejército. Entrando la noche, un tío se dio cuenta (de lo que iba a pasar). Llegó por nosotros. Estaba yo, mi mamá, mi abuela y la esposa de mi tío. Nos sacó de allí. Como a las 7:00 de la noche, solo oía los gritos de la gente que estaban matando y el sonido de las metralletas (sin parar)”, recordó el vicentino, ahora residente de Zaragoza, en La Libertad.

Alexander no solo se salvó de morir en El Calabozo, también se escapó de una anemia profunda que adquirió durante esa época de clandestinidad. “No podía caminar ni 50 metros cuando caía al suelo”, rememoró. El padecimiento fue el resultado de semanas sin comer, sosteniéndose solo con agua de río. Con su mamá y abuelos, se alimentaban cuando lograban hacerse de maicillo o maíz para tortillas, y unos guineos majonchos que la abuela convertía en sopa, agregando “manteca Nieve”.

El lutier no es músico, pero sabe de sonidos y notas. Foto EDH/ Menly Cortez

Esos duros recuerdos son parte de una historia que endureció su corazón adolescente y que le motivó a aceptar cualquier desafío en la vida.

A los 18 años, sus traumas sanaron tras aceptar el Evangelio, religión que le ha permitido también comercializar los instrumentos que hoy elabora con destreza.

Su padre renunció a la lucha ocho años después de unirse a la guerrilla. Él tenía 10 años cuando llegó a Zaragoza con su familia.

Para evitar los cuestionamientos sobre su pasado, su progenitor, Manuel Mejía, decidió iniciar un negocio de elaboración de guitarras sin socio alguno. A su hijo mayor le tocó aprender el oficio, para ayudarle con la demanda.

Motivado por el respeto y la obediencia a su papá, Alexander se inició en la lutería sin imaginar que con el tiempo se enamoraría de este arte. Ahora sus productos suenan dentro y fuera del país. Tiene clientes en Guatemala, EE. UU., Australia, Italia, Ecuador y Canadá.

En el último trimestre del 2019, tenía asegurada la hechura de 27 instrumentos y cada uno le exige, lo más, tres semanas de trabajo. Y aunque ha conquistado a varios guitarristas clásicos en el extranjero, sigue siendo el requinto uno de sus productos más populares. Él lo atribuye a que la mayoría de sus clientes locales son integrantes de grupos cristianos.

Su taller en Zaragoza, La Libertad, se ha convertido en su estilo de vida, uno que disfruta con su esposa e hijas. Foto EDH/ Menly Cortez

Además de guitarras y requintos, elabora guitarrones y vihuelas. También repara instrumentos y le hace a la carpintería. No importa que tan difícil sea el desafío que le propongan sus clientes, él los toma sin temor alguno.
Para él son lecciones, experiencias que complementa con investigación. “Siempre se aprende. El decir que ya aprendí todo es dejar de aprender, uno siempre debe aceptar los desafíos”, concluyó. Para encargos, escribir al Whatsapp (503) 7900-4514.

Uno de los amigos y clientes de Alexander es el guitarrista mangoreano Ramsés Calderón, salvadoreño que migró a Canadá desde donde trabaja su música y como investigador. Acá, el artista comparte su experiencia con el talentoso lutier de herencia artesana.

EL APRENDIZ SUPERA AL MAESTRO

Fue en 1997, año en que me encontraba estudiando guitarra con don Cándido Morales en la Academia Nitsuga Mangoré, cuando conocí al lutier Alexander Reyes. Mi maestro tenía una guitarra Marcelino López que necesitaba cierto mantenimiento y me encomendó esa responsabilidad.

Luego de consultar con varios conocidos, un amigo me comentó que pasando Zaragoza se encontraba un buen lutier llamado Manuel Mejía, y que él me podía llevar a verle. Acordamos un sábado y nos fuimos con la guitarra, allí conocí al lutier Mejía y a su joven aprendiz e hijo Alexander.

Guitarras que Alexander Reyes le ha elaborado al artista mangoreano Ramsés Calderón. Fotos EDH / Cortesía del guitarrista

Conversamos sobre guitarras y maderas entre otras cosas, y concluimos con don Manuel que él me construiría una; con el pasar del tiempo, perdimos contacto y no fue sino muchos años después, cuando yo me encontraba escribiendo un concierto para guitarra y orquesta de cuerdas —con la variante que necesitaba una guitarra con trastes y una sin trastes, y ambas de siete cuerdas—, que me recordé de ellos.

Es complejo viajar con una guitarra por el trato que dan algunas aerolíneas, no digamos viajar con dos. Por ello, con un amigo guitarrista ecuatoriano, David West, decidimos explorar la posibilidad de construir una guitarra clásica doble, que fuera eficiente y que no perdiera la sonoridad necesaria; de manera que de un lado tuviera trastes y del otro no.

Era un trabajo complicado dado que había que crear una nueva estructura interna del instrumento. Luego de analizar y estudiar un poco la acústica pensamos en ¿quién podría construirla?

Fue entonces que me acordé del lutier Mejía y decidí buscarlo de nuevo. Cuando logré ubicar a su hijo, me informó que su padre ya había fallecido y que él había continuado con el taller.

Le expliqué lo que necesitaba y pedí su opinión al respecto, a lo que respondió de una forma gratificante que sí se podía construir aquel instrumento.

Desde ese momento, me di cuenta que me encontraba con alguien que definitivamente tenía el talento innato de la lutería y que estaba dispuesto a tomar nuevos retos de construcción para explorar nuevas posibilidades fuera del marco tradicional y, mas aún, yo sería parte del proceso de desarrollo de un artesano nacional.

Con los meses, la guitarra doble estaba lista. Alexander la construyó con aros de granadillo, tapas de cedro canadiense y pinabeto, mástil de cedro y diapasón de bálsamo nacional. Es un instrumento de gran belleza estética y con tremenda sonoridad.

Eso me produjo la enorme satisfacción de haber encontrado un gran lutier en nuestra tierra con personalidad sencilla y muy humilde de corazón.