Hace cinco siglos, Leonardo da Vinci murió en Francia, a los 67 años. La biografía escrita por el historiador de arte Giorgio Vasari señala que Da Vinci falleció en la cama del rey francés Francisco I, quien le admiró grandemente y se convirtió en su protector.
La fascinación del monarca francés no era para menos. Da Vinci era considerado un genio. Y para comprender un poco por qué esa palabra describe a la perfección a este hombre nacido en 1452 en Vinci, Italia, es porque él fue pintor, arquitecto, artista, paleontólogo, anatomista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.
Sus creaciones se consideran invaluables: desde icónicas pinturas, como “La Gioconda” (1503. Considerada la más famosa de las obras de arte); pasando por invenciones que se le atribuyen (como la bicicleta, los planeadores, el puente plegable) hasta documentos investigativos que pudieron ponerlo en aprietos, en los que abordó cuestiones sobre el origen de la vida.
Este personaje multidisciplinario inició su aprendizaje en uno de los talleres de arte más prestigioso de la Italia de 1469: el de la familia Verrocchio. Tras años de perfeccionar técnicas, Da Vinci apareció registrado en el “Libro rojo”, del gremio de los artistas y doctores en medicina.
Pronto el reconocimiento de este creador fue creciendo y sus obras llegaron a Milán, Roma, Florencia y hasta Francia, donde vivió sus últimos días en el castillo Clos-Lucé.
Pero la muerte de Da Vinci dio paso a que sus piezas se volvieran imperecederas.
“La Gioconda” (1503)
Una de sus obras más emblemáticas en la rama de la pintura fue el retrato renacentista de Lisa Gherardini, mejor conocido como la “Mona Lisa”.
Fue adquirida por el rey de Francia Francisco I, y desde entonces pasó a ser propiedad del estado francés. Este óleo, con técnica de sfumato, fue el último que pintó Leonardo y tomó relevancia por la identidad de la modelo, que no se sabía exactamente quién era, el realismo extremo y su enigmática sonrisa. Tras algunos robos, “La Gioconda” se exhibe en el Museo del Louvre, en París.