ESPECIAL: ¿Por qué no dirigió a la Selecta en México 1970 el técnico que los clasificó?

Faltaban dos meses para México 70 y El Salvador no tenía técnico tras la salida de don Gregorio Bundio. Don Hernán Carrasco asumió y logró imponer sus condiciones ante los militares que regían aquella Federación

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Pie de foto: El chileno Hernán Carrasco (al centro) da indicaciones a los jugadores de la Selección en su segundo entreno al mando del grupo, a mediados de 1970. Atrás, a su derecha, su auxiliar Isaías Choto y a su izquierda, el preparador físico paraguayo Sindulfo Aveiro Stark (lentes). Foto: Hemeroteca EDH

Por Manuel Cañadas, colaborador | Twitter: @Memecanadas

2020-06-08 5:30:55

Las postrimerías del año 1967 fueron triunfales para la Selección Nacional que dirigida por el técnico Hernán Carrasco, le ganó la serie a visita recíproca a Cuba, que venía de eliminar a Estados Unidos y a Canadá en la ruta a los Juegos Olímpicos de México 68. El duelo en casa se jugó el 26 de noviembre y fue un triunfo 3-0, con goles de Mario “Chino” Flores, Ricardo “Nene” Díaz Bach y Sergio “Tabudo” Méndez.

Estaba en su apogeo la Guerra Fría, una batalla diplomática entre civilizaciones como producto de las contradicciones ideológicas entre el capitalismo de los Estados Unidos y el comunismo de la Unión Soviética. Nunca estalló la guerra armamentista, probablemente por temor a una escalada nuclear, pero Cuba era un satélite soviético. El día del partido, proliferaron las pancartas políticas en el “Vietnam” del “Flor Blanca” y se dijo que entre los aficionados abundaban los “orejas”.

El segundo encuentro fue el 2 de diciembre en La Habana y se ganó 2-1 (“Chino” Flores y Mauricio “Pipo” Rodríguez). Don Hernán estaba muy contento pero inconforme, pues al equipo nacional algunos dirigentes lo veían a título secundario.

Los viáticos eran miserables, no se entrenaba en canchas adecuadas y los implementos deportivos escaseaban, comenzando por los balones. Con esas dos victorias decidió buscar al presidente de la Federación Salvadoreña de Fútbol para pedirle mejores condiciones. Pero el maestro chileno se equivocó, ya que el coronel Mario Guerrero era un hombre inflexible y tomaba las decisiones en la casa del fútbol como que si se tratara de un cuartel.

Imagen de archivo del partido en Jamaica contra Haití, el definitivo para ir al Mundial de México 1970.

Una sugerencia, la veía como reclamo y el menor asomo de ejercer un derecho, como rebeldía. Se estilaba por entonces tal comportamiento castrense en que cualquier acto reivindicativo era sinónimo de ser comunista y eso podía ser peligroso.

Sin embargo entró decidido a la sala mayor de la Federación y se quejó de las carencias: “¡Ayudenos por favor, de seguir así, voy a dar un paso al costado!”. Entonces recibió una lacónica respuesta, que no se esperaba: “¡Délo!”.

Así se rompió el proceso y la Selección quedó en manos del profesor Rigoberto Guzmán, quien dirigió al grupo que después eliminó a Trinidad y Tobago para clasificar y participar en en los Juegos Olímpicos de México 1968, donde se perdió ante Hungría 4-0, ante Israel 3-1 y se empató 1-1 con Ghana. El periodismo le llamó fracaso a la participación y de parte de los aficionados hubo deserción de los estadios.

No obstante, se venían las eliminatorias rumbo a México 70, donde El Salvador iba a participar por primera vez y nadie se quería hacer cargo de esa “papa caliente”, y para colmo de males el 1 de diciembre ya se venía Surinam. Entonces apareció Gregorio Bundio y su carnal José Santacolomba para echarse ese trompo a la uña. Se eliminó a Surinam, a las Antillas Holandesas y posteriormente a Honduras y Haití.

Tal oportunidad la convirtieron en la gesta más grandiosa que nuestro fútbol haya protagonizado, con una fiesta que duró el resto del año y aún más allá. Enero y buena parte de febrero de 1970 fueron de inactividad, como que si se tratara de un periodo de hibernación.

Gregorio Bundio
Gregorio Bundio, entrenador que llevo por primera vez al equipo de Futbol Salvadoreño al Mundial de Futbol de 1970 que se realizo en Mexico. Foto EDH / Archivo

Bundio no regresaba de Argentina y había malestar pues los otros 15 equipos mundialistas no habían parado su actividad. Al regreso del entrenador, se volvió a las prácticas y a final del mes se viajó a Costa Rica para jugar un partido amistoso el día 26 ante la selección local. Se perdió 2-0, pero fuimos con una selección alterna.

A comienzos de marzo, el cuerpo técnico y los jugadores se reunieron para redactar una carta en la que reclamaban el pago de un premio que les estaban debiendo, una mejora en los viáticos y la exigencia de 100 dólares (o el equivalente de 250 colones) por presentación en cada partido del Mundial. La carta fue enviada a la Federación y también fue publicada en los medios.

El recordado doctor Alejandro Gómez Vides, quien formaba parte del directorio de la Federación, narra el suceso en su libro Historia de las Selecciones de Fútbol de El Salvador: “Después de ese partido en San José, hubo hechos lamentables que ensombrecieron nuestra historia. Tal vez es pedir demasiado, pero cuando el sentimiento monetario priva sobre otros más altruistas, tales como el amor a la patria o el orgullo de ser seleccionado nacional, no deja de entristecer el alma. Azuzados por quién sabe quién, los seleccionados se declararon en una especie de ‘huelga’ sorpresiva y acudieron a una radiodifusora con un pronunciamiento, lo cual provocó una reacción nunca vista en el público, quienes pidieron nuestra renuncia por millares, llegando a veces al insulto injusto, pues nosotros no tuvimos ni oportunidad al diálogo. Si hubiera estado a nuestro alcance o hubiéramos sabido lo que sucedería, habríamos tratado de negociar lo de los premios y otras cosas que los jugadores pedían. Faltó sinceridad y confianza en ese momento y todo ello me movió a presentar mi renuncia como miembro de la Federación Salvadoreña de Fútbol“.

Aquel movimiento causó tal conmoción en la casa del fútbol que el presidente Guerrero montó en cólera y optó por desconocerlos, expresando que ninguno de ellos, incluyendo a los entrenadores, volvería al seno de la Selección.
Relevo

La situación se puso tensa y se pasó por días inciertos pues estábamos a menos de dos meses del Mundial que empezaba el 31 de mayo. No teníamos equipo, a la Federación parecía no importarle y había un capricho insalvable. “Este macho es mi mula”.

Para entonces, una mañana recién entrenábamos con los “Mustangs Azules” del Atlético Marte y estábamos en la casa club en la Fuerza Aérea Salvadoreña, cuando llegó un joven soldado y se dirigió a don Hernán con esa divertida arbitrariedad con que solían hacerlo: “¡Mi coronel Carrasco, lo manda a llamar mi coronel Henríquez!”.

Nuestro entrenador acudió de inmediato y al regreso se mostró pensativo y taciturno. Acababa de recibir la propuesta, casi orden, de hacerse cargo de la Selección Nacional para dirigirla en el Mundial de México 70; el coronel Salvador Henríquez, a la sazón director de la Fuerza Aérea Salvadoreña, era el portavoz de la propuesta hecha por el presidente de la República, general Fidel Sánchez Hernández.

Hernán Carrasco
Hernán Carrasco, de 93 años, dirige una academia de fútbol para niños.

El maestro chileno prometió pensarlo, pero no había tiempo que perder ya que por la tarde llegó el coronel Henríquez quien le hizo algunas observaciones: “Dice el señor presidente que debes tomar en cuenta que esta patria te ha adoptado como un hijo más, que los aficionados te quieren y que tienes un hijo salvadoreño, es el momento de compensarlo”. El militar se refería a Álvaro Ernesto, primogénito de don Hernán y hoy doctor en psicología, pues Hernán Emilio, abogado y destacado comentarista deportivo, aún no llegaba.

El sabio chileno asintió, por tercera vez dirigiría en el país simultáneamente a un equipo y a una Selección Nacional, doble compromiso. Pero puso sus condiciones y aprovechó para sacarse un freno, pues pactó que su jefe fuera el Primer Mandatario, que llamaría a los jugadores que estuvieran en mejor forma, incluyendo a los vetados y que se le dieran mejores condiciones. Un día después hizo la convocatoria para ponerse a trabajar en lo que más ha amado, la enseñanza del fútbol.

Así llegó el momento de viajar a la Ciudad de los Palacios. Se hizo en dos grupos: el primero viajó sin sobresaltos, pero el segundo, donde iban los marcianos, don Hernán, Raúl Magaña, Sergio Méndez, José Quintanilla, Ernesto Aparicio, Santiago Cortez, Guillermo Castro y Alberto Villalta, tuvo un atraso y casi pierde el vuelo. Se estaban registrando cuando llegó al Aeropuerto de Ilopango el por entonces bachiller José Ramón Flores Berríos con el recado de que por órdenes del coronel Guerrero, Magaña debía quedarse en casa.

El portentoso arquero había enviado una carta a los medios en la que protestaba porque lo habían obligado a saludar a la afición y le estaban cobrando el vuelto. “O todos o ninguno” dijeron los muchachos y el técnico, apoyando a Raúl, y aquella autoridad tuvo que ceder. Fue un acto de enorme lealtad que Magaña siempre agradeció. Los dirigentes ya estaban jugando en contra nuestra, ¡para qué queríamos rivales! Pero a las peticiones o exigencias no les dieron importancia y jamás se las cumplieron. Todavía las siguen esperando.