Fátima Calderón: “el rugby nos cambia la vida”

Fátima confiesa que el rugby le cambió la vida y la alejó de las rutinas diarias, además que la mantiene en forma y con buena salud.

Por Marvin Romero

2020-03-15 9:42:05

A Fátima Calderón, de 29 años, nunca le dijeron que algo era imposible y creció sin miedos ni ataduras. Sus zapatos lucen desgastados y las medias ralladas le llegan hasta la rodilla. Lleva un balón alargado bajo el brazo y un silbato plateado le cuelga del cuello: libertad y poder. El intenso sol le tiñe de dorado la piel.
Cuando toma el balón entre sus manos se transforma en un lince que corre por el campo, esquivando y con el objetivo fijo en la victoria. Más tarde, cuando el silbato llega a sus labios, se vuelve un halcón que persigue con la mirada, imparcial y justa; no se le escapa detalle. “Este es un deporte en donde los valores no solo se dicen, sino que se llevan a la cancha”, asegura.

Desde 2015, Fátima practica el rugby no solo como deporte sino como norma de vida, en donde “la disciplina, el respeto, la integridad, la pasión y la solidaridad” son lo más importante, según su visión de un deporte que, en sus palabras, hace mucho dejó de ser exclusivo para hombres. Se siente orgullosa de romper brecha. “El rugby es capaz de enseñarle a las mujeres que ellas mismas ya lo tienen todo y si algo no sale bien, tienen hermanas que las apoyan”, afirma con una seguridad entrañable.

Foto EDH/ Lissette Lemus

“Es un deporte de equipo: si mi amiga se queda atrás yo me quedo con ella, si mi amiga avanza, yo voy con ella, a su lado”, relata con orgullo.

Fátima, además de ser jugadora, también desempeña el rol de árbitro en algunos encuentros. Para ella, ese papel es sinónimo de responsabilidad y de liderazgo, pues no solo debe hacer cumplir las reglas sino cargar de confianza al resto de sus compañeras. Que sepan que equivocarse, a veces, está bien. “Este es un espacio abierto en donde todas nos escuchamos, todas somos amigas, donde nos podemos equivocar y ser nosotras mismas”, destaca.

Ella está consciente que, a diferencia de otras historias, la suya no estuvo tan marcada por los estereotipos y estigmas de una sociedad como la salvadoreña, en cuanto al deporte. “En mi casa nunca me dijeron que había cosas de mujeres y cosas de hombres”, confiesa. Agradece que la hayan educado así y no entiende por qué las personas aún piensan que el rugby es un deporte que solo deberían practicarlo ellos. “Sé que hay varias mujeres que lo han vivido”, confiesa, “pero la gente asume porque no conoce”, agrega, con la sutil risa de quien sí sabe, porque lo ha experimentado.

Un deporte para los hiperactivos

Cuando Fátima se acercó al deporte que, en sus palabras, le cambió la vida, su intención era dejar atrás la vida sedentaria a la que estos tiempos la habían arrastrado. Buscaba una alternativa divertida y audaz, razones que no encontró entre las cuatro paredes de un gimnasio. “El rugby es un deporte para quienes son intensos y quieren sacar sus emociones”, señala, y el balón se mueve entre sus manos.

Al ser un deporte al aire libre, le permite sentirse completa y real cuando pone sus pies en la cancha, y quisiera que muchas otras mujeres pudieran experimentar eso que a ella le ha servido tanto.

Fátima y sus compañeras entrenan en el “Mágico” González y en El Cafetalón, los martes y jueves, en horarios de 6:30 a 7:30, y de 8 a 9:00, todo por la noche.
“El problema es cuando uno se enfrenta al mundo real y no hay apoyo”, reclama y hace un llamado, casi una exigencia, para que las miradas de quienes gustan del deporte se inclinen un poco hacia esos campos, casi invisibles, en donde el rugby se practica.