La espectacular historia de Jehisel Villalta, la exgimnasta salvadoreña que está cumpliendo su sueño en Egipto

La exgimnasta y ahora entrenadora Jehisel Villalta se fue hasta ese país para cumplir sus sueños. Allá ha vivido la pandemia y se ha enfrentado a una cultura muy diferente, pero ya ve resultados con medallas de oro

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Jehisel Villalta vive y entrena a niñas en Egipto tras su paso como profesional en el país. Foto / Cortesía

Por César Najarro | Twitter: @cjnajarro

2020-12-14 8:40:35

Nadie es profeta en su tierra, menciona el dicho. Y es justo lo que está demostrando la joven gimnasta Jehisel Villalta. Para poder continuar con sus sueños de entrenadora, se marchó nada menos que a 12,087 kilómetros lejos de El Salvador en una oportunidad increíble, pero que le ha permitido superarse. Esta es su historia.

Inicios y dificultades

De niña, Jehisel era muy extrovertida e inquieta, y sumamente flexible. Hacía presentaciones en casa, y su mamá, al notar eso, la preparó para que hiciera un acto en la escuela para el día de las madres. La vio una maestra, que le sugirió que la metiera a gimnasia.

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Comenzó en este deporte en la Villa Centroamericana, con mucho sacrificio, y luego le tocó viajar diariamente al Polideportivo de Merliot. Muchas veces, incluso se iba sola en bus ante la imposibilidad de que su madre la acompañara, ya que trabajaba en el centro de San Salvador.

Su padre, desde Estados Unidos, un tiempo después, incluso le sugirió que lo dejara, que de eso nunca iba a vivir. Pero Jehisel, que es muy dada a demostrar que puede hacer cosas “imposibles”, se motivó más aún con esas palabras. Llegó a ser campeona centroamericana, y sus entrenadoras veían en ella mucho potencial. Una de ellas, la búlgara Iliana Milanova, le dijo que llegaría muy lejos en la vida. Esas palabras le quedaron grabadas en la mente a Jehisel.

Llegó a destacar incluso a nivel panamericano, pero diversos problemas para continuar con el estudio, la necesidad de trabajar y otros aspectos relacionados a diferencias con la federación, le llevaron a retirarse prematuramente.

Jehisel Villalta durante su paso como profesional en el país. Fue campeona centroamericana de gimnasia rítmica. Foto / Cortesía

En medio de todo ello, se hizo entrenadora, montó un proyecto de gimnasia rítmica en colonias privadas, incursionó en el circo, llegó a hacer actos en semáforos para ganarse la vida y hasta participó en programas televisivos de música y talento. Finalmente, se pudo establecer como entrenadora formal. No fue en la federación, el salario es muy bajo, y pensarlo como una carrera formal era una locura en el aspecto económico.

Luego, sufrió un accidente en el que se fracturó el cráneo, padeció una reacción alérgica a un medicamento que la llevó hasta la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital. Se repuso a todo y volvió a dar clases en un club privado.

Entonces, llegó una llamada de su entrenadora, la búlgara Iliana Milanova, quien estuvo mucho tiempo en el país pero se marchó luego que la federación no pudiera sostener su salario. Ahora está en New York, pero ella le habló de un proyecto en Egipto.

Jehisel Villalta vive y entrena a niñas en Egipto tras su paso como profesional en el país. Foto / Cortesía

Jehisel, muy dada a probar de todo en la vida lo que le haga sentirse feliz y plena, no lo dudó. Era un riesgo, pues estaría a prueba por tres meses, en un país muy lejano, en una cultura muy distinta, y donde hablan árabe. Muy pocos inglés, y ella no sabía nada ni del primero ni del segundo.

En dos meses, a finales de 2019, aprendió todo lo que pudo de inglés. Y el primero de febrero, justo antes de que estallara la pandemia en este lado del mundo y en África, emprendió rumbo a Egipto.

Dificultades y éxito

Además de los problemas lógicos para comunicarse, a Jehisel le tocó vivir la pandemia muy lejos de casa. Sólo salía para comprar comida y las clases las tuvo que ajustar para darlas vía Zoom. Así pasó casi seis meses en el club Atlética, pues, luego de los tres de prueba, le pidieron que se quedara.

La salvadoreña llegó para cubrir el puesto de su jefa, quien estaba embarazada. Pero les gustó su trabajo, y le pidieron que se quedara seis meses más.

Jehisel Villalta celebra ya los triunfos de sus niñas en Egipto. Foto / Cortesía

Para comunicarse con las chicas, era muy complicado al inicio, porque prácticamente ninguna habla inglés. Así que otras compañeras de trabajo le ayudaban al inicio con las traducciones. Sin embargo, ahora ya se defiende.

Ya para octubre, empezó a trabajar de cara a una competición que se realizó a finales de noviembre y que era súper importante para el club Atlética, donde labora, ya que era a nivel nacional. Jehisel trabajó dos grupos, uno infantil de 8 años, y otro a nivel individual con niñas de los 6 a los 8 años.

El reto era enorme, pues a nivel grupal habían sido las últimas en el campeonato nacional de clubs del año anterior. Pero los resultados llegaron de manera sorpresiva no sólo para Jehisel, sino para la escuela y para los padres de familia, pues lograron oro por equipo (6 medallas en total), una plata y dos bronces más.

“A la prueba por equipo fue donde más le puse empeño al trabajo, pues mi jefa me dijo que habían sido últimas, y todo el mundo quedó impactado al ganar el primer lugar, los padres lloraron de la emoción, yo súper feliz, emocionada, mi jefa igual”, cuenta. Y es que, vale decir también que se enfrentó a otras escuelas con entrenadoras rusas, búlgaras, de grandes clubes privados con reconocimiento y trayectoria.

Jehisel Villalta recibió la visita de su novio Carlos Alberto Martínez, oportunidad que aprovecharon para hacer turismo. Foto / Cortesía

“Es un resultado que nadie esperaba. El club en el que trabajo no tenía entrenadora de alto rendimiento, y en El Salvador nunca trabajé alto rendimiento porque Indes en general no paga suficiente, te dan 300 dólares al mes para un entrenador de alto rendimiento, no puedo. Me tocaba trabajar en mi club privado con iniciación, pero me daba más ingresos, aunque mis sueños siempre han sido trabajar con alto rendimiento. Así que haber ganado fue algo súper impactante en mi vida, y mi jefa está que quiere que me quede aquí más tiempo”, cuenta desde Egipto, Jehisel.

Sin embargo, se lo piensa. Jehisel, que es la encargada de crear todas las rutinas a las niñas para que luego las encargadas de cada grupo las perfeccionen, ha tenido en enfrentar muchos problemas de adaptación.

En Egipto, la cultura es sumamente machista, y ver a una mujer sola en la calle ya puede ser un problema. Ni hablar de la vestimenta. “Jamás he usado un escote mientras he estado aquí, ni salir en short, es imposible. Para ir al trabajo, aunque queda a 20 minutos, me voy una hora antes, porque en todo lo que consigo taxi por una aplicación similar a InDrive, muchos me cancelan al ver que les escribo en inglés”, cuenta.

Ahora usa hasta un traductor de Google, o la calculadora en el supermercado para señalar en ella precios o consultas al pagar en caja, más allá de que ya maneja algunas palabras en árabe.

La ahora entrenadora ya está sacando resultados positivos en las lejanas tierras. Foto / Cortesía

Para una mujer, desde el aspecto cultural, es sumamente complicado, cuenta la salvadoreña, más allá de llegar de un país también muy machista. “No puedo ni ponerme sandalias, o ropa desmangada. No me he vuelto a poner un short ni para sacar la basura, es como andar en calzón, ni los hombres pueden usarlos”, cuenta.

Una vez, incluso temió por su vida. Andaba unos leggings (pans pegado, típico para hacer ejercicio). Se detuvo a comprar una bebida y un hombre le pasó dando una nalgada. Otros que estaban presentes se burlaron de ella. Pero Jehisel le dio con la bolsa de las compras en la cara. “Le dije en inglés que me respetara, que es mi cuerpo, y ni siquiera andaba provocativa. Pero así son aquí, es peligroso, no por asaltos, no tienen eso, pero sí son abusivos, hay acoso sexual, abusan mucho de las mujeres, así que solo salgo para hacer lo necesario, comida y trabajo. Ni en bus ando porque mi jefa me dijo que es muy peligroso”.

Además, la distancia, el no ver a su familia, las diferencias horarias no le permiten tener mucha conversación con su gente de este lado del mundo. Todo ello le hace pensar si vale la pena, y la conclusión es que sí. Porque allá, en Egipto, está logrando lo que aquí no pudo, ser entrenadora de alto rendimiento. Así que continuará al menos por un tiempo, pues su próximo sueño es poder ir a dar clases a Boston. Egipto le puede abrir esas puertas que no encontró en El Salvador.

Jehisel Villalta se ha adaptado al tremendo choque cultural que ha enfrentado en Egipcio. Foto / Cortesía