25 preguntas a Jorge Jiménez: “Me retiré porque me quitaron la beca como un ataque político”
Conocido como “El Robin Hood salvadoreño”, fue el hombre que puso al país en el mapa del tiro con arco. Además, es uno de los pocos campeones mundiales que ha parido esta nación
Jorge Jiménez (San Salvador, 1967) fue el arquero más destacado del país, campeón mundial en 2007, puso a El Salvador en el mapa del tiro con arco. Se retiró en 2015, cuando aún se mantenía en la elite. Acá, 25 preguntas para conocer más de su vida.
1. ¿Por qué tiro con arco y no fútbol o baloncesto?
No era sobresaliente ni en fútbol ni en baloncesto, no me llamaron la atención. Cuando yo tenía 10 años, mi padre se involucró en el club de arquería Robin Hood. No tenían ubicación, buscaban dónde les daban chance, generalmente era en los jardines de la iglesia de Guadalupe. Me compró un arquito sencillo, me pegaba a él y se dio cuenta que me gustaba muchísimo. Incluso los amigos lo notaron, a veces les ganaba a los mayores.
2. ¿Cómo fue el amor por el tiro con arco?
Desde que tiré la primera flecha me apasionó. En 1978 fue la primera vez que salí a competir, a un C.A. a Costa Rica al que mi padre me llevó. Gané. Para entonces, no había federación, sino que era como una asociación.
3. ¿En qué momento se vuelve fundamental en su vida este deporte?
Lo seguí practicando hasta los 12 años. Se dio el conflicto armado y veían el arco como arma extraña. Ocasionaba problemas en los retenes. Se volvió algo peligroso, el grupo dejó de juntarse, eso detuvo el ímpetu.
4. ¿Cómo regresa al deporte entonces?
Guardaba en mi casa unos arcos que tenía colgados, empolvados. Mi esposa sabía que me gustaba, lo habíamos platicado. En 1995, ella vio un anuncio de la federación en un periódico. Me acerqué en diciembre de ese año, y en enero de 1996, desde que disparé la primera flecha, no me separé. Entrenaba regularmente, hasta me escapaba del trabajo, que me quedaba cerca, y me iba a los jardines del ahora museo Tin Marín, ahí estaba la federación.
5. ¿Cómo compaginó todo? Ya trabajaba…
Al principio, fue un pasatiempo. Cuando empecé a ganar competencias nacionales, ya había espíritu competitivo y ya bien en serio me lo tomé. Yo trabajaba en la empresa de mi papá, de materiales de construcción y maquinaria, y en eso me mantuve varios años.
6. Pero supongo que hizo sacrificios para escalar hasta donde llegó. ¿Cómo lo logró?
Mi primer hijo, José Eduardo, nació en febrero, cuando yo acababa de empezar en la federación. Ya casado, con trabajo, y en esa época no había un apoyo de becas deportivas.
Sin embargo, en 1998, antes de los Juegos de Maracaibo, el ingeniero Enrique Molins (Indes) creó el programa de becas para aquellos que se sabía que podían dar medallas. Justo antes de ese evento, recibí mi primer apoyo, que creo que fue 400 colones. Fue una satisfacción increíble recibir un reconocimiento por hacer algo que me encantaba. (En esos juegos, logró 2 oros, 2 platas y 2 bronces).
7. ¿Tuvo complicaciones laborales porque se convirtió en una figura del deporte?
Sí, fue una carrera de 20 años en la que hubo de todo. Mucho sacrificio, tropiezos. Que me dieran la beca me sirvió muchísimo porque mi padre era mi jefe, y me reclamaba cuando yo me escapaba a entrenar, me decía ‘mirá, de ahí no iba a hacer nada’. Eso me causaba conflicto por la necesidad que sentía de estar más en el deporte, sabía que podía dar más.
Tras los Juegos del ‘98, me dieron apoyo total. Empecé a viajar mucho a competir, a foguearme, me compraron equipo profesional.
Viajar mucho afectó a la familia. Hubo que adaptarse, aprender a manejarlo, pero siempre hay daños colaterales en cuanto a ese tiempo que no les diste cuando estaban pequeños. Cumpleaños, algún familiar cercano murió y no estaba, se enfermaba gravemente uno de mis hijos, había que hospitalizarlo. Y todo venía a caer en que mi esposa tenía que responder. Había que sacrificar todo para continuar. Por eso comprendo cuando algún atleta tiene que abandonar por estas situaciones. Ya no se diga si quedas sin trabajo.
Para poderle dedicar más de tiempo al tiro, me aventuré a poner una empresa de estructuras metálicas y soldaduras. Lo mantuve como por 3 años, hasta que una vez que estaba en Francia, cuando regresé habían asaltado mi taller. Se llevaron toditito, aparatos de soldadura, taladros, pulidoras, todo. Me dejaron en la calle. Mi esposa no me contó para no afectar la competencia. Fue un golpe duro. Mi papá me prestó un aparato de soldadura y así pude continuar un poquito más.
8. ¿Cómo salió adelante?
Bien dicen que Dios manda males para bienes. Ernesto Díaz Bazán, presidente de la federación y un gran amigo, me dijo que por qué no me iba a trabajar como entrenador nacional, y mantenía la beca deportiva y así me dedicaba al 100%. El Indes, Molins, dijo que sí. Entré a trabajar como entrenador ahí por 2001. Para los Juegos C.A. del país (2002) yo era entrenador; imagínate el doble rol, ser el abanderado, tenía que meterle full, y al mismo tiempo tenía la responsabilidad de los equipos compuestos masculino y femenino.
8. ¿A quiénes entrenó para esos Juegos?
Claudia Landaverde, Carla Mangandí, Bessy Arteaga, Patricia Najarro (esposa), Álex Rivas, Rigo Hernández (concuño) y Henry Alfaro.
9. ¿Le cambió la vida el deporte?
Sí, porque cuando entrás en materia de volverte atleta de alto rendimiento y dedicarte al 100%, por lo menos en mí, y otros creo que de esa época, – seguramente habrá alguno con esa mentalidad ahora -, en mí era entregarse al 100, lo ves como tu trabajo, es tu obligación dar los máximos resultados. Así viví 18 años. Era un profesional del deporte, cuestión que ahora es bien difícil. En esa época hubo una generación que lo logramos y luego se cayó.