Se fue la primera fase y con ella se fueron cuatro técnicos. Resulta, como mínimo, curioso que en este torneo con un formato extraño, un sistema donde los resultados no importan en esta ronda inicial, tres de estos entrenadores se fueron -los fueron- por malos resultados.
Misael Alfaro echado de un Limeño atascado, William Renderos Iraheta despedido en un Firpo que no arrancaba y Hugo Coria quitado después del clásico “espaldarazo” dirigencial y de hacer lo imposible por “repatriarlo” desde EE.UU., lo que lo torna aún más incomprensible. Lo de Juan Andrés Sarulyte en Santa Tecla pasó por una cuestión de salud.
OPINIÓN: La ética en Fesfut y un paso atrás deportivo a nivel regional
¿Trabajo a largo plazo? Esa frase parece prohibida en el fútbol salvadoreño. Ni siquiera existe en un torneo donde les dieron a los equipos una fase de ventaja para prepararse mejor para lo que vendrá, donde sí valdrán en serio los triunfos y las derrotas. Tampoco el disparate de quitar los descensos y la tranquilidad que da no perder la categoría frena esta vorágine dirigencial de quitar entrenadores.
Esto no es nuevo. Lisandro Pohl, antes de la exitosa “era Zarco” había cambiado 20 técnicos en 9 años en Alianza (2008-2017), de los cuales 16 de ellos desfilaron en los primeros 6 años. Ni los campeones Roberto “Toto” Gamarra y Rubén Alonso lograron continuidad en los albos. También Águila es una constante “trituradora” de entrenadores: durante la administración Arieta pasaron 9 técnicos en sus primeros dos años de gestión (2014-16).
Tanto mal ejemplo no termina de ser internalizado por la nueva dirigencia de los equipos de Primera (y lo mismo pasa en Fesfut). Los proyectos y la continuidad del trabajo se sigue irrespetando. Se pegan timonazos a diestra y siniestra sin tener un plan o una visión más allá del resultado del partido del domingo…