Los años pasan y uno de los privilegios, modesto por cierto, que nos da la profesión de periodista es ver cuanta agua corrió bajo el puente de ciertas notas. A medida que el tiempo se extiende, uno repasa el gusto de haber entrevistado a jóvenes promesas que luego se transformaron en estrellas mundiales del deporte. Algo así sucedió con un joven al que conocí de 19 años y que luego sería emblema por años de la selección argentina y protagonista de uno de los mejores equipos de la historia: el Barcelona de Guardiola.
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Una producción en el diario Clarín fue el puente. Habían sido invitados los principales referentes del deporte argentino que compondrían la nutrida delegación albiceleste en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003.
El elegido para representar el fútbol había sido Maxi López, estrella en ciernes en aquel momento. Pero, como suele suceder, el invitado ‘se cayó’ días antes. Entonces, se invitó a lo que en la jerga de redacciones se llama “el plan B”. Y aceptó con gusto.
Pese a que ya había debutado en selección mayor (antes que en su equipo River) llegó en bus a la cita pero no encontraba la redacción del diario. Un llamado alertó sobre su desconcierto y entonces fui a buscarlo a la esquina. En la nota se habla de un pichón de crack, de un jugador callado y serio, que ya era caudillo en selecciones juveniles. El joven de pocas palabras imaginaba esos Panamericanos como unos “mini Juegos Olímpicos, una experiencia nueva y muy interesante. Y estará Brasil, no se les puede regalar el torneo…”
El autor de esa frase sería luego campeón olímpico en 2004 una medalla de oro inédita en la historia del fútbol argentino. No fue campeón una vez; lo fue dos veces. Repitió en Beijing 2008, ya con Messi, Agüero, Di María y Riquelme en aquel equipo que vapuleó en semis al Brasil de Ronaldinho.
También sería luego protagonista de cuatro mundiales, figura central del finalista de Brasil 2014, el jugador que más veces vestiría la camiseta albiceleste en la historia.
De aquel River en el que se consolidó un par de meses después de aquella entrevista y donde nacería el apodo de “Jefecito” (porque era el “5” que sustituía al “Jefe” Leo Astrada), pasó al Corinthians. De allí, a ser suplente en el West Ham y titular en el Liverpool (si, suelen pasar estas cosas en el fútbol) hasta desembarcar en el Barcelona de Guardiola. Aquel entrenador que le dijo “¿Sabes que vienes para no jugar, no?” a su arribo al Barca y que luego lo describió como “uno de los jugadores más inteligentes que dirigí”. Terminó su ciclo de jugador la semana pasada en Estudiantes, el Pincha.
Mirando el video que le hicieron en la Selección Argentina a modo de despedida (recomendación: búsquelo en las redes de AFA#si no lo vio) me acordé de aquella frase, ¿premonitoria o de compromiso?: “Que tengas una buena carrera, el fútbol suele ser ingrato” le dije a Javier Mascherano cuando lo acompañe hasta la parada del bondi (bus) para su regreso a casa.