Nadie merecía esa final. Empezando por los protagonistas, los jugadores y sus cuerpos técnicos. Pero tampoco la merecía como equipo el Audaz, el digno representante que llegó al partido más esperado. Ni Santa Tecla, merecido campeón, y su flamante entrenador, Loco Abreu, quien ganó un título en su primer partido como DT.
Pero mucho menos la mereció la gente, los aficionados, los que vieron el juego por TV y los que hicieron de todo para llegar y estuvieron en el Mágico. Una vez más, nadie pensó en ellos. La final de la Copa El Salvador tuvo su desenlace menos deseado. Peor no podría haber salido. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, literalmente. El segundo tiempo fue un verdadero despropósito y no debió haberse jugado. La lluvia arreciaba y la tormenta eléctrica estaba a la orden del día con su peligro latente. Si hablamos del estado del campo de juego, que ya era bastante malo sin agua, definitivamente fue una vergüenza de escenario. Todo terminó en bochorno.