Rubén Batres de El Salvador celebra un gol durante el partido ante Islas Vírgenes de Estados Unidos. Foto/ Cortesía Presidencia
Increíble, algo que no se ve ni en Premundiales, ni siquiera en Mundiales en otras latitudes. Ni en Bahamas, ni en Argentina, ni en Italia, ni en Tahití, ni en México, por mencionar países que han organizado estos eventos, se ve algo parecido. Ni con entradas gratis se reúne tanta gente como en El Salvador, “la capital mundial del fútbol playa”.
Claro, para que el éxito de las tribunas fuera rotundo, en la arena de juego debe haber un equipo que responda a las expectativas. Y las Selecciones nacionales no defraudaron a la multitud. Primero la femenina, con una talentosa goleadora como Fátima Pérez que está llamada a liderar este equipo. No se cumplió el objetivo de clasificar, aunque había solo un boleto en juego. Pero el equipo de “Dinho” dio que hablar también por la tremenda entrega demostrada en cada partido y con mayoría de jugadoras muy jóvenes en una apuesta al futuro de esta incipiente disciplina.
Del lado de la Selección masculina, dieron otra muestra de carácter, determinación y buen juego en el partido decisivo ante Panamá. Partido áspero y con chile que tuvo su episodio negativo (una especie de Cavani-Jara) con la censurable agresión al Tin Ruiz que respondió como quería el panameño, con la expulsión. Sin embargo, el equipo se repuso a la salida del referente (que no fue a recibir su medalla de plata) y ganó con autoridad el juego clave para conseguir la clasificación. Antes habían barrido con Islas Vírgenes EE.UU. y en la final pelearon palmo a palmo con “el rival de siempre”, México.
A pesar de la derrota El Salvador lejos estuvo de perder. Ganó con un evento de primer nivel, venció con un equipo que se juega el corazón en cada jugada. Y goleó con un público que es un fenómeno internacional en este deporte.