El caso Maradiaga deja muchos cabos sueltos y, lamentablemente, más dudas que certezas en este fútbol salvadoreño tan golpeado.
Cuando los hechos ocurrieron en 2016, el mismo Maradiaga supo que el empresario Padilla Pinto quería hablar con los jugadores; lo permitió, y no avisó debidamente a la Federación. Eso estuvo mal, y me parece correcto que el entrenador sea castigado por ello.
Pero también directivos de la Fesfut supieron lo que pasaba, en específico el presidente Jorge Rajo, según ha señalado el mismo Gilberto Yearwood, asistente de Ramón. ¿No debería FIFA al menos abrirle un expediente a Rajo, e investigar su implicación?
Además, cuando se supo lo ocurrido y los futbolistas lo denunciaron en conferencia de prensa, la Fesfut lamentó el ofrecimiento y pidió apoyo de la Fiscalía General de la República. Año y medio después, el Ministerio Público no ha dicho nada sobre estos hechos. Es una vergüenza para nuestro sistema judicial, que ahora le da la vuelta al mundo.
Algo más, quizá lo más grave: Padilla Pinto dijo a los jugadores -y está en la grabación- que quien les daría el dinero era “un empresario hondureño”. Pero después, al encarar a la opinión pública, el mismo Padilla Pinto dijo que les comentó eso a los futbolistas salvadoreños en son de broma, y que no había tal financista millonario catracho. Dijo que era él mismo. Y ahí quedó todo. ¿Le creemos? Y si mintió, ¿quién era ese empresario?
Desde lo deportivo, muchos aficionados salvadoreños todavía reclaman al “Primi” Maradiaga que vino a la Selecta a aportarle muy poco, y hasta lo señalaron de buscar malos resultados ante “la H” en sus duelos de eliminatoria. Estas acusaciones, por supuesto, no están comprobadas. Pero este castigo de FIFA por el “dejar pasar” de Maradiaga tampoco suma a limpiar su imagen en nuestro país.