Las imágenes muestran la realidad. Ni más ni menos. Y es la realidad, triste, del fútbol salvadoreño.
El uruguayo goleador del Águila, Waldemar Acosta acaba de sufrir una fractura y es llevado a “cucucho” por el preparador físico Pablo Rodas. Luego depositado en una pick-up junto con Jefferson Polío, también lesionado. ¿Dónde estaban las camillas?, ¿dónde estaba la ambulancia?, ¿dónde quedaron las mínimas condiciones de seguridad que deben tener los protagonistas del espectáculo (los jugadores) ante cualquier contingencia, lesión o accidente?
No era un masconcito de colonia, eran los cuartos de final de la Primera División del fútbol salvadoreño, uno de los partidos más importantes del torneo. No eran lesiones leves. Acosta sufrió fractura de malévolo tibial y peroné; Polío, por su parte, fractura en el metatarsiano. ¿Y si hubiera ocurrido alguna lesión más importante aún o un golpe en la cabeza? Mejor no pensar.