Boca vs River: ojalá me equivoque

Una columna de Gustavo Flores

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Gonzalo Martínez (R) de River Plate está marcado por Carlos Izquierdoz de Boca Juniors durante el partido de ida de la final de la Copa Libertadores argentina, en el estadio La Bombonera de Buenos Aires. / Foto Por AFP / Eitan Abramovich

Por Gustavo Flores

2018-11-15 9:44:38

Todos los que vimos la final de ida de la Copa Libertadores entre Boca y River quedamos maravillados. Con todo. Primero con el partido, claro. Con el fútbol esgrimido, con el constante ida y vuelta, con la lealtad con la que se jugó, con el comportamiento de los jugadores, antes, durante y después del clásico.

También, obvio, con el espectáculo de las tribunas, con el marco impactante de la Bombonera, con la salida de los equipos, con el banderazo de la gente de River en la previa. Todo lindo, verdadera fiesta del fútbol.

Ahora bien, ¿será algo parecido la final de vuelta del sábado 24 en el Monumental de Núñez? Lo dudo, este es “el partido”, el que define quien levantará la copa y quien mirará desde abajo. Aquí habrá un ganador para la historia, pero sobre todo un perdedor. Y ese pasa a ser el gran problema. Según Jorge Valdano “se trata de no perder antes que de ganar porque, desde hace tiempo, en el fútbol argentino la humillación del rival es más importante que la satisfacción propia”. En el caso de Boca-River, esa humillación se lleva a niveles máximos.

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Entonces, el perdedor quedará marcado. Y los augurios pasan a ser de un partido no tan lindo, cortado, nervioso. Al árbitro se le hará complicadísimo poder manejar las reacciones de los jugadores y hasta la mala intención, que aumentará con el correr de los minutos , siempre que haya un ganador y un perdedor durante el juego.

Para que esto no ocurra, presiento, deberían llegar empatados al final y definir por penales.

Y después, lo más complicado: tratar de frenar a los barras bravas (maldición del fútbol argentino y apodo mal entendido por estas latitudes) que seguramente intentarán ‘vengar’ la derrota de su equipo a su manera.

¿Pesimismo extremo? Es posible. Lamentablemente, los antecedentes marcan esto.

Ojalá me equivoque y la fiesta que empezó el sábado termine en paz el 24. Sería un gran paso adelante y no solo en el fútbol.