Este martes habrá elecciones en el fútbol salvadoreño. Se formará un nuevo Comité Ejecutivo, y siete personas tomarán las riendas del deporte más popular del país hasta 2022.
Más allá de los nombres y las personas reelectas (aún cuando hicieron un pésimo trabajo en gestiones anteriores), lo que preocupa es que llegaremos a un nuevo capítulo de gestión federativa que se basa en lo mismo de las anteriores: no tiene base. No hay un proyecto ordenado, estructurado y comunicado a la afición.
Cuando en 2014 llegó el Comité que presidió Jorge Rajo, dicho comité recibió en sus manos un plan claro y específico, trabajado desde el impulso del Proyecto Azul y Blanco, un movimiento desde la sociedad civil salvadoreña que veía con preocupación (y sigue viendo) que nuestro fútbol es un muerto en vida.
Dicho plan incluía varios ejes de trabajo, transversales e importantes todos, que consideraban puntos clave a trabajar como: mejora de la infraestructura en escenarios; capacitación deportiva y administrativa; inversión en categorías menores en los equipos; mercadeo y publicidad para recuperar el interés de audiencia y empresa privada, etc.
¿Qué se cumplió de aquel plan? Muy poco. Las mejoras en estadios como UES y Barraza no vinieron de esfuerzos federativos, sino de un nuevo y positivo impulso por parte del Gobierno de turno. Y luego, poco más se hizo de lo que planteaba la hoja de ruta que les entregó el Proyecto Azul y Blanco.
Eso pasó incluso cuando les dieron un mapa de trabajo ya elaborado. ¿Y qué pasará ahora, que habrá nuevo Comité y nadie ha presentado plan alguno? ¿Cómo vamos a tener un resultado distinto si seguimos haciendo lo mismo? No hay plan, no hay ruta, no hay meta. Las elecciones de mañana son clave, pero tienen olor a más de lo mismo. Y asquea.