El Mundial de 2026 será en el patio de arriba, en Norteamérica, ahí cerquita. Dentro de ocho años, serán Estados Unidos, Canadá y México los que albergarán la gran fiesta del fútbol. Se supo el 13 de junio pasado y, como además será una Copa del Mundo con 48 selecciones, ya muchos comenzaron a inventarse manos con seis dedos, a soñar, a ilusionarse con ver a un El Salvador ahí de nuevo, en un tercer mundial. Entre los mejores.
Perdón por reventarles la burbuja, pero por ahora eso es un sueño guajiro. Ocho años suena a mucho, pero sencillamente nuestro fútbol está mucho más retrasado que ese periodo de tiempo, si comparamos lo que pasa en nuestro Pulgarcito con los rivales de la región.
La única manera en que ese 2026 signifique una alegría para la afición cuscatleca sería que, ya, ahora, en este 2018, llegara gente capacitada a la Federación Salvadoreña de Fútbol, con ideas claras en un maletín lleno de proyectos concretos. ¿Por qué? Bueno… Hagamos números. ¿Cuál es por ahora el máximo referente de selecciones en la Concacaf? Es México. Aunque a muchos nos provoque una mueca, es México. Veamos: ¿Qué promedio de edad tiene México? Sus jugadores en Rusia 2018 tienen una media de 27 años. ¿Qué quiere decir esto? Si restamos ocho años (los que faltan de 2018 2026) a esos 27 años, resulta que, entonces, El Salvador tendría que estar trabajando ya con chicos entre 17 y 19 años, para que en sos dos cuatrienos vivan un proceso que les permita asistir a un Mundial con la preparación adecuada. Como hace México.
Pero, ¿qué trabajo serio, sistematizado, formal, ordenado, profundo, integral, etc., se está haciendo con los talentos salvadoreños de esa edad en este momento? Hay poco. Hay casi nada. Hay un vacío enorme de trabajo y planificación. Así que señores… ¿2026? Con los dirigentes que tenemos, imposible.