Me acuerdo que, cuando era una “ratilla” estudiante, me mandaron a sacarle unas fotos al “Mágico”. Era tarea. Y, realmente, fue una “tarea” demasiado complicada encontrarlo y retratarlo. No pude. Desde ese entonces, pensé: “¿Por qué no hay más “Mágicos” para fotografiarlos? Sería más fácil”. Pero la calidad, nunca podría ser la misma.
Ahora, con el paso de los años, sigo teniendo la misma pregunta. ¿Por qué no hay más “Mágicos”? La respuesta es indiscutible: porque ese genio es único. Y seguirán pasando los siglos, y en el horizonte no se visualiza que aparezca otro “Mágico” González.
Son relevos de estirpe tan única que serán difíciles de repetirlos como también lo fueron “Tin” y Frank, en fútbol playa; Jorge Jiménez, en tiro con arco; Cristina López, en atletismo… Y así. Eso es lo mismo que viene sucediendo en el tenis, con Marcelo Arévalo.
Chelo es, hoy por hoy, la mejor raqueta salvadoreña, pero quien no trae detrás a un sucesor. Cuando la genialidad de la historia escrita por el sonsonateco se termine, como sus últimas páginas de éxito, será complicado que el país tenga un nombre de nuevo a nivel ATP, por ejemplo. ¿Quién jugará la Copa Davis, con la esperanza de que ese punto se va a salvar porque llega del menor de los Arévalo? No aparece todavía el sustituto.
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En esto influye que, a pesar de que se habla de masificación, esta no llega a ser exhaustiva para descubrir a esos nuevos Chelos y “Mágicos”. Es triste.
A Marcelo, le han costado años llegar a lo que está logrando. Es ya un profesional, marcando los mejores hitos del deporte blanco. Es de aplaudirlo. Su esfuerzo se ha recompensado al codearse con los mejores del circuito, y con sus títulos Challengers. Pero para ello, luchó y lo alcanzó. Todavía le falta, pero está cumpliendo sus metas.
Ojalá aparezca otro Chelo, y el tenis siga con perfil de ganador. Chelo es ahora un crack con cara de leyenda, una leyenda con pinta de crack.