Salvador Flamenco Cabezas era titular indiscutible en el 11 de Hernán Carrasco durante todo el Mundial del 70. El volante, entonces figura del Adler, era el armador de un equipo que abajo tenía caciques como Chamba Mariona, Guillermo Castro y Ninón Osorio, y que adelante buscaba peligro con Pipo Rodríguez, Elmer Acevedo y Mon Martínez. Era “El Monstruo del Mediocampo”.
Hoy, 50 años más tarde, se expresa con la misma claridad que desempeñaba su juego. Recuerda muy bien cuál era su función en aquella Selecta: “Yo jugaba en medio y el ‘Rusito’ Quintanilla era mi alero. Él marcaba y yo iba hacia adelante, a las jugadas para Mon y Pipo. Lo mío era ir adelante”.
Quizás por eso, a Flamenco le dieron el icónico dorsal ‘10’ para el Mundial. Solo él y Norberto Huezo, en 1982, han tenido ese lujo en la Selección. Ya equipados, los salvadoreños arrancaron “su mundial” dos días antes de debutar ante Bélgica, tratando de espiar a los europeos que nunca tuvieron oportunidad de estudiar previamente mediante video.
La frase:
Al árbitro le valía riata nuestra protesta, había que dejar ganar a México, ellos tenían que ir pasando en turno. Estaba arreglado
Salvador Flamenco Cabezas, mundialista en México 1970.
“Nosotros fuimos a verlos a Toluca a un entrenamiento, y ellos, quizás al vernos ‘enchumpados’, al nomás nos vieron se cambiaron cómo estaban jugando, y en el partido dos días después (en el estadio Azteca), ellos salieron al revés y se armaron de otra forma. Ellos creían que solo una pasadita y nos agarraron como pelones de hospicio. (…) La cantidad de años, la experiencia nos pasó por encima. (…) Nunca los habíamos vimos jugar, ni siquiera en la televisión”.
Se llamaba Víctor Somoza Montes y tuvo un ataque cardíaco tras oír en la radio el gol de Van Moer a El Salvador en el Azteca en 1970.
El Mundial le trajo varios disgustos a Flamenco. Como la mayoría de sus compañeros, aún siente el disgusto por lo ocurrido contra México y el escándalo con el árbitro Kandil y reconoce, sin pelos en la lengua que “los árbitros estaban comprados, les han de haber dado tajadas de dinero”.
“La pelota nos tocaba a nosotros, había saque de banda nuestro. El árbitro miraba al lineman y este como que le decía que no se había dado cuenta de nada, nunca levantó la bandera. Al árbitro le valía riata y había que dejar ganar a México, ellos tenían que ir pasando en turno. Estaba arreglado, usted sabe”.