Miguel 'El Americano' Cruz: "Ganaba 75 dólares en la Universidad Católica de Chile"

Rescatamos una nota de antaño en CANCHA sobre Miguel "El Americano" Cruz, uno de los únicos jugadores salvadoreños en el fútbol de Chile

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Foto: EDH/Archivo

Por CANCHA/Archivo/Roberto Águila

2021-12-09 12:33:36

Hace escasos tres meses estuvimos en la casa de Miguel "El Americano" Cruz. Fuimos para invitarlo a compartir un desayuno con nosotros y con gente del fútbol, buscando elaborar el equipo de fútbol del siglo.

Lo encontramos luciendo la misma fortaleza de siempre. Alegre, feliz y haciendo bromas de cómo gambeteaba la muerte haciéndola pasar de largo, tanto que era el único sobreviviente de aquellos hombres que conformaron la selección nacional que enfrentó los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1935, celebrados en nuestro país.

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Ese día, en la tibieza de una sala sin ruidos, repasamos el álbum de mil fotografías que reseñaban el itinerario de su vida en el fútbol. Era la cronología exacta y primorosamente ordenada de la gloria que un hombre modesto acumuló en 20 años de fútbol, su larga vida que siempre llevó la alegría de sus goles eternos.

Miguel "El Americano" Cruz, al centro. Foto: EDH/Archivo

Porque ahí estaba enfundado con la camiseta del Libertad, el equipo infantil del Oratorio Don Bosco, cuando su afán de jugar al fútbol lo llevó siendo un niño. Eran los 10 años de su vida primera, pero desde entonces tenía dibujado el gol en su sonrisa.

Lo vimos con la camiseta nacional en aquella selección de 1935, cuando se la puso por primera vez para no soltarla nunca más en un lapso de 20 años de gol y gol.

Lo rescatamos nítido en tierras chilenas, en 1941, cuando el Universidad Católica sucumbió ante su potencia goleadora y se lo llevó para mostrarlo en las canchas andinas. Ahí está abrazado al arquero Sapo Livingstone, en el marco del Estadio Nacional de Santiago repleto de gente para verlo jugar.

En cada foto expuesta Miguel Cruz tuvo un comentario preñado de recuerdos. Y mostró su malestar con el fútbol de ahora, al que consideró falto de patriotismo y muy apegado al dinero.

Porque así era él, desprovisto de interés por un salario. Nos contó que la primera vez que le asignaron un sueldo fue cuando se enroló en el Universidad Católica, de Chile. "Ganaba 75 dólares al mes. En los equipos nacionales y en la selección jamás cobré nada, porque siempre jugué al fútbol por diversión", dijo.

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El álbum de fotografías se cierra con él recibiendo la Espiga Dorada como la figura de antaño. Fue el último tributo a su carrera deportiva, el reconocimiento que llegó para afirmar la leyenda del gran jugador que no le regateó los goles a nadie. Por eso mismo rubricó en su momento el récord del mejor goleador que registra la historia de las selecciones nacionales.

De manera que cuando nos anunciaron su ida sin regreso, más allá de la resignación que siempre cabe para reconfortar el alma, pensamos en escribir estas líneas para agradecerle todo lo que hizo en la cancha, y para decirle que su recuerdo vivirá por siempre porque fue plasmado con la huella imborrable de los grandes, de los que se quedan viviendo eternamente en los festejos por el triunfo. ¡Descanse en paz, don Miguel, que usted se lo ganó!