INFORME ESPECIAL: Radiografía de la pobreza en la Liga Mayor de El Salvador

EDH Deportes recorrió varios estadios de la Liga Mayor para conocer durante los encuentros cómo se tratan a los futbolistas, a los empleados de equipos, de los recintos y a los aficionados. Una realidad que duele. (PRIMERA ENTREGA)

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Mario Martínez, portero en ese entonces de Firpo, jugó lesionado y soportó apenas estar en el primer tiempo. El agua fría intentó ser su aliada en varias ocasiones, pero no fue suficiente para que siguiera jugando. Foto: EDH | Jorge Reyes

Por Robbie Ruud

2019-06-04 6:51:45

“Le gano 20 dólares (al equipo) cada vez que vengo a animarlos; pero con ellos estoy solo cuando juegan de locales. De visita no los acompaño”, cuenta “Fusil”, el payaso oriental que da vida a la criatura manuda conocida como el “Torito”, botarga propiedad de Luis Ángel Firpo; uno de los equipos más antiguos de la historia del fútbol salvadoreño y que recientemente descendió a la Segunda División.

“Fusil” es un usuluteco de corazón con 47 años de existencia, cada 15 días se enfunda un caliente traje sintético para sacar sonrisas, carcajadas y hasta gritos de la hinchada. El señor mide cerca de los 1.60 metros, es de complexión delgada y con varias arrugas en su frente, casi todas cerca del contorno de los ojos. También viste una camisa de algodón desgastada y un short que parece haber resistido los rayos ultravioletas de varios siglos. La misión es clara pero no sencilla: entretener a la gente desde la culminación del juego entre reservas hasta los actos protocolarios previos al cotejo del equipo mayor. Claro, en este momento el toro guarda la compostura debida, se para derecho, y canta el Himno Nacional como todos nosotros; o bueno, casi todos.

Debido a la estrechez de los baños, y al calor más que nada, “Fusil” se viste de res en pleno engramillado, procura estar lo más lejos posible de la gente contiguo a banderín del tiro de esquina; pero eso no es para que nadie advierta su identidad, más bien es un asunto de costumbre. El ritual tiene que pasar lo más desapercibido posible para que luego se muestre danzante y sorpresivo frente al público.

El “Torito” de Firpo fue considerado por muchos aficionados como la mejor botarga de la Primera División. Su trabajo se hace nota y no anda por allí solo caminando a la espera de la conclusión de su faena junto al equipo descendido. ¿Continuará alentando a los toros en Segunda? Foto: EDH/Jorge Reyes

-¿Cuánto tiempo pasa en el traje, chamacón?

– Fíjese que tendría que ser una hora, pero, así como está el tiempo solo aguanto 45 minutos más o menos; sino siento que me desmayo, que me asfixio, y no quiero causar molestias a nadie.

El traje no parece ser complicado de vestir, tiene visores adecuados justo donde se ubica la sonrisa del toro pero carece una ventilación conveniente para el intérprete. Encarnar al toro por mucho tiempo puede acarrear problemas de salud en el verano, en invierno no tanto; en la estación lluviosa es mucho menos problemático, según “Fusil”.

El retrato de la pobreza tiene más detalles de los que se piensan. Salarios que se adeudan, finiquitos cada principio o fin de torneo, camisetas de futbolistas que no se pueden regalar a los aficionados porque si no le son descontadas del pago, precarias canchas, estadios oxidados… ese apenas es una fracción de ese doliente rostro, y citando al Padre Nuestro, fue y es “el pan nuestro de cada día”.

Firpo es un equipo glorioso que jugó regularmente en el Estadio Sergio Torres de Usulután, dicha infraestructura ha resistido por años el abrazador calor, el polvo, la lluvia y alguna que otra ráfaga de viento. Las primeras dos atenuantes suelen darle la bienvenida a todo aquel visitante que acude en verano con la esperanza de sobrevivir a la “Caldera del diablo”, como es apodado el decrépito estadio.

Aquel día que me junté con Fusil, los celajes despedían otra tórrida tarde usuluteca; las calles adyacentes al estadio rebosaban de gente caminando, comiendo o platicando. También hay quienes se sentaron en la fachada de su morada para huir del calor excesivo y respirar así un poco de aire menos caliente. La vía que pasa justo frente a los dos accesos al Sergio Torres se muestra diversa, con segmentos de empedrado, pavimentado y adoquinado, una diversidad material que recorre un tramo de 200 metros aproximadamente, sin alcantarillado.

La gente espera con ansiedad el partido, algunas comen pupusas o panes con gallina en puestos que ocupan la mitad de la calle, otras solo caminan con diligencia para ingresar a la “Caldera del Diablo”, mote acuñado por el fantástico periodista que en paz descanse Arnoldo Batres Milla. Ante tal panorama un vehículo puede pasar con cuidado, pero eso sí, la calle ya fue cerrada para que solo autorizados la recorran. Varios perros vagabundos andan en grupo y se acercan a las planchas en busca de restos de comida o materia prima de aquellos manjares populares. Ya un par de vendedores conocen la técnica para ahuyentarles: arrojarles agua con un huacal (jofaina, palanga, palangana).

-Tengo 29 años de experiencia haciéndola de payaso. Trabajé un tiempo para los Torres, y soy aficionado del Firpo desde que tengo memoria. También hago monólogos y cuento chistes, acá toda la gente me conoce por Fusil, llevo año y medio ya haciendo el toro del equipo.

– ¿Y nunca tuvo problemas porque le dijeran fusil? No es un nombre tan gracioso, francamente.-

– Lo que pasa es que yo fui soldado en el ejército, un capitán me vio dotes de payaso y me puso fusil. Es más, un tiempo también fui payaso en el ejército, estuve ahí del 90 al 93 y del 95 al 98, en la Sexta Brigada de Infantería de Usulután. Ahora en el show que doy siempre cuento algo como un chiste, pero no es un chiste: mi hija menor es chispita, la mayor es pistolita, mi esposa es bombita y yo soy fusil (risas).

– Es decir que ¿fue payaso así de la nada? Es que no sé cómo pudo haber aprendido eso en el ejército, donde todo es bravo, lleno de disciplina y rudeza.

– No, nooo, yo aprendí en un circo que se llamaba Mar y tierra, acá en Usulután. Primero fui ayudante, para acarrear todo instrumento y lo que se ocupa para dar el show. Solo de ver fue que aprendí a ser payaso, y ahora que lo recuerdo en el cuartel fui 6 años payaso.

– Actúa de maravilla como torito

– Si usted se fija yo no solo me voy a parar ahí con el traje, para esto se tiene que tener gracia, uno tiene que lucirse. Esto me divierte hacerlo y aquí estamos para alegrar a la gente.

– ¿Y platica con los jugadores? Pensé que iría al vestuario para estar con ellos y animarlos…

– No, no me quieren ahí. Estuve con ellos un par de veces, pero luego me dijeron que no podría permanecer más, pensaban que yo podía contar a otros de lo que se hablaba, algo así como pasar información, pero no, lo único que quería era estar con el equipo para animarlo. No lo vieron así y hace ratos que no hablo con ellos, algunos me saludan, pero no casi hablamos.

Serbando Soriano es el nombre de “Fusil”, una persona muy sonriente que cuenta con el espíritu y talento necesario para encarnar al torito de Firpo; mascota que ha causado revuelo en redes sociales, y que para muchos es la mejor botarga de los equipos de Liga Mayor. Tras bailar en la cancha y animar tanto a los aficionados propios como ajenos “Fusil” se encamina al mismo sitio donde se puso el traje para quitárselo y guardarlo en una enorme bolsa negra de jardín. Luego se dirige a la tribuna para ver el juego entre Firpo y FAS en la categoría mayor; nadie le asiste para darle agua, refrigerio o felicitarle, y muy pocos le saludan.

Empezado el juego “Fusil” le pide una bolsa de agua al cuerpo médico de Firpo y de una enorme hielera le obsequian una. Más tarde, tras intercambiar varias palabras con un vendedor de helados de carretón, pide uno para calmar más la sed y refrescarse. “Hago esto por mis amigos de Firpo, pero también por necesidad. Soy una persona de escasos recursos, mi esposa está en Estados Unido y tengo una casa pequeñita, si usted pone una hamaca pequeña de un lado y de otro en las paredes de mi casa, se dará cuenta”, comenta.

Mientras platica, Modesto Torres, presidente del Firpo, pasa justo frente a “Fusil”, quien le sonríe cortésmente para saludarle; sin embargo, el mandamás pampero lo ve con indiferencia y continúa lentamente su camino en busca de su asiento privilegiado en el sector más selecto de una tosca tribuna. El exsoldado de la Sexta Brigada de Infantería disfruta  del juego entre Firpo y FAS en la caldera, pero también se toma el tiempo para platicar, saludar y hacer buen uso de su notable candidez y cortesía; todo ello contrasta con el humor de varios aficionados firpenses ese día, quienes llegan al estadio con caras largas, algunas otras de aflicción, sin muchos ánimos, o con anchas ganas de bramar insultos y toda clase de ofensas. Podría decirse tras un primer vistazo que “Fusil” era todo lo contrario a lo que su apodo sugiere, y que muchos a su alrededor sí merecían tener apodos de artillería debido a la cantidad insana de municiones verbales proferidas.

Este es uno de los basureros disponibles para el público en el estadio Sergio Torres de Firpo, el fondo de estos objetos cedió hace varios años. Foto: EDH/Robbie Ruud
Una vez concluido el juego de reservas Firpo-FAS muchas bolsas que contuvieron agua quedaron tiradas en la grama. Nadie las recogió y los equipos mayores jugaron así. Foto: EDH/Robbie Ruud
De planchas como esta, ubicada en las afueras del Estadio Sergio Torres, salen usualmente los refrigerios del equipo pampero de reservas. Foto: EDH/Jorge Reyes

Cuando el sol decidía marcharse en el horizonte, el juego de las reservas terminaba ese día 0-1 a favor de FAS. Los chicos del Firpo se marcharon cabizbajos a un costado de la cancha, algunos se pusieron a realizar algún ejercicio improvisado que les evitara un tirón muscular, otros se sentaron, y otros se recostaron; no había nadie quien les indicara sobre una guía de recuperación. Uno de los ayudantes del plantel, con una caja de cartón entre manos, empezó a repartirles para la respectiva hidratación botellas con suero y bolsas con agua, otros tomaban una bebida rehidratante isotónica para recuperar minerales perdidos.

Al cabo unos minutos uno de los chicos de Firpo solicitó más suero, pero el ayudante le dijo que no había más. Otro le pasó a su padre otra de las bolsas con agua y la respectiva bebida hidratante que le habían sido dados; esto lo hizo por medio de un agujero en la malla metálica que divide al estadio de los graderíos. Tras la respectiva absorción de nutrientes y minerales, un señor pasó por el mismo agujero de la malla una bolsa llena con hamburguesas hechas cerca del estadio, esas grasientas y olorosas fueron repartidas para todos los agotados chicos de la reserva de Firpo, y el mismo quien obsequió agua y bebida isotónica a su padre, también le pasó por el mismo boquete una hamburguesa… por un momento pensé que era para que se la sostuviera mientras se encargaba de otra cosa, pero no, era para que se la comiera, y así lo hizo segundos después con mucho gusto. Cerca de la escena el portero pampero del equipo hacía un poco de estiramiento tras dejar a un lado sus desgastados guantes, nadie hablaba con nadie sobre los errores y aciertos del juego, parecía que se hubiesen juntado todos en calidad de desconocidos para jugar aquella tarde. Luego de la particular recarga de batería, la reserva de Firpo hizo una piña para orar; curiosamente algunos futbolistas no estaban identificados con uniformes del equipo.

Del lado de FAS, todos los futbolistas se cambiaron de inmediato a una equipación casual que seguía identificándolos como tales. Guardaron el vestuario ocupado durante el juego en mochilas unicolor que todos portaban. Mientras hacían eso, un repartidor de pollo frito estaba esperando tras la malla las indicaciones para entregarles un pedido de más de dos decenas de cajas con el suculento y poliinsaturado manjar. Tras la recuperación de minerales descrita varias bolsas que contuvieron agua quedaron desparramadas del lado tigrillo, justo en el suelo; incluso dicha falta de ornato siguió instalada ya cuando se jugó el duelo de los equipos mayores. Nadie recogió todo aquel plástico tirado en el engramillado del Sergio Torres, ni antes, ni durante el partido.

Luego de ver cómo se comportaban los chicos de FAS volví a mi lugar. Yendo de un costado a otro, alcancé a un reservista de Firpo quien había quedado lastimado tras el juego, llevaba ropa particular y le era difícil desplazarse; en el pie afectado llevaba una especie de vendaje y cojeaba mucho para caminar. Nadie lo acompañaba, nadie le preguntaba qué le había pasado, nadie le consolaba, quizás nadie siquiera se fijaba que lo había dado todo por los colores pamperos aquella tarde.

Rápidamente al seguir su lento trayecto me hallé a los futbolistas de la reserva de FAS sentados comiendo pizza y con notable abundancia. Por cierto, uno de los encargados del grupo increpó al compañero fotógrafo diciéndole que no tenía nada de malo comer pizza tras el juego. Luego de tan contundente bocadillo los chicos disfrutaron de una victoria trabajada por sus compañeros del primer equipo, una que seguramente les será difícil de olvidar. Por cierto, el pollo frito fue combustible para los mayores, y claramente disputarse tras el juego.

Otro día hablé con el doctor Mario Rivera, quien vela por la salud y la nutrición del plantel de Santa Tecla FC, campeón de liga cuatro veces en cuatro años. Ante el escenario anterior descrito sobre la comida rápida, Rivera me explicó lo siguiente:

“Es complicado el tema de la logística para los equipos, algunos no tienen alternativa porque en varios lugares al interior no hay muchas alternativas para comer, y la comida rápida es lo que se tiene a la mano por horarios u oferta gastronómica. Nosotros intentamos evitar eso, pensamos en proteínas, carbohidratos y lípidos por ejemplo en sándwiches de elaboración propia o una pechuga de pollo con ensalada, algo con un aporte nutricional más puntual. Una hamburguesa por ejemplo es más lípidos que otra cosa, por eso no es muy recomendable. A veces en Santa Tecla a los jugadores se les provee de pizza o un Subway que sea lo mejor nutricionalmente posible, pero siempre nos ayudamos con un batido para aportar una proteína primaria; todos los futbolistas la cargan en los juegos para tomarla. El problema con la alta ingesta de lípidos es que no todos los futbolistas los asimilan de igual manera, y pueden tener entonces problemas de sobrepeso. Lo más adecuado para las proteínas es comer pescado, pero es muy costoso, entonces se suele sustituir por pollo preparado adecuadamente. En el plantel hacemos una evaluación constante del peso y el índice de grasa corporal de los futbolistas, si hay alguien que tenga problema con uno de estos aspectos lo sometemos a una dieta especial para que esté físicamente a tono lo más pronto posible”.

Reservistas de FAS comen pizza tras ganar a Firpo por 0-1. Este manjar de origen italiano debe ser una alternativa, y no denominador común, en los refrigerios de los futbolistas profesionales. Foto: EDH/Jorge Reyes

Ya en el partido entre Firpo y FAS llamó la atención que, del lado pampero, cada vez que había alguien resentido por un golpe en la cancha, siempre corrió un personero del equipo con un gran saco plástico lleno de pequeñas bolsas con agua. No había ningún maletín con medicamentos o instrumentos para atenderlo dentro o fuera de cancha. La Cruz Roja se manejaba en una orilla del campo con camillas para ambos equipos, y un par de veces ingresó para dar asistencia.

Una de las escenas más atípicas durante el juego fue cuando Dustin Corea, quien por cierto marcó cuatro goles en el partido, fue golpeado en la cabeza tras intentar disputar el balón con un rival. Corea quedó varios segundos en el suelo sin recibir asistencia absolutamente de nadie, pero ahí no paraba la cosa. Roberto Domínguez, defensor en ese entonces de FAS, se acercó a Dustin para ver qué tenía su compañero, a quien le revisó la cabeza y le apartó el cabello intentando reconocer la presencia de sangre o algún chichón (contusión). Acto seguido Domínguez reclamó al principal, al cuarto árbitro y a quienes daban asistencia, ya que nadie colaboró para que Dustin recibiera ayuda idónea rápidamente. Luego de lo hecho por el defensa el árbitro dijo al delantero que se dirigiera fuera de la cancha para recibir los cuidados pertinentes.

Pero detrás de toda pobreza material, está también la mental, o quizás alrededor. Firpo se fue al entretiempo con un 0-3 en contra, y tres miembros de una de sus barras “La Furia Pampera”, ingresaron a la cancha para provocar desde ahí a los hinchas de FAS, quienes descansaban en una esquina del sector popular. Los pamperos en cuestión saltaron y corearon unos cantos mientras se acercaban burlescamente con saltos hacia donde estaban los fasistas, pero añadido a eso levantaban y agitaban sus manos con gestos obscenos. Esto devino en problemas entre barras durante y después del juego.

Al menos tras ello, la Furia se dedicó a soltar pequeños globos con aire caliente y a quemar fuegos artificiales en señal de apoyo total al equipo, eso pese al varapalo que estaba sufriendo a manos de FAS. Justo en ese momento, una muchacha entrada en años, con varios kilos, harto maquillaje y una minifalda, pasó por la tribuna techada con una alcancía de madera solicitando una colaboración para los “gastos de espectáculo”, que luego me explicaron, eran justo los que se estaban presenciando, excepto quizás los tipos que llegaron ridículamente a provocar a la hinchada de FAS.

Tras el 0-4 a los 71 minutos otra clase de pobreza apareció ¿Falta de paciencia o de amor al equipo? el presidente de Firpo, Modesto Torres, hizo un gesto de reprobación, se levantó de su asiento y se marchó del estadio; a medio camino un aficionado se le acercó para reclamarle por la goleada que sufrían los pamperos a manos (o garras) de FAS aquella noche.

Una vez concluido el juego la gente salió tranquilamente de su lugar para abandonar el recinto pampero, y gran parte de la tribuna quedó hecha un asco, con varios papeles, vasos con restos de soda, bolsas con fruta, entre otros. Pensé que no había basureros, sin embargo, advertí que sí, pero unos muy oxidados y hasta rotos en el fondo; todo lo que tiraban en ellos terminaba en el suelo, tal vez semejante a esas palabras motivadoras del entrenador Carlos De Toro que no calaron para nada en Firpo previo al duelo de aquella calurosa noche.

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Pese a que le dicen la “ciudad cocotera”, al menos dentro del mítico estadio Ana Mercedes Campos no ubiqué vendedores que comerciaran el venerado fruto. Quizás por aquello de la seguridad, ustedes saben: el ingreso de machetes u otros artefactos con harto filo; y es que el hecho de comprar un coco conlleva a presenciar naturalmente un show completo (ver cómo parten la dura corteza, la precisión, la destreza y la fuerza empleada) no solo se busca tener el transparente y delicioso elixir en una bolsa junto con la carne del fruto mismo. Claro, será que le dicen así más que todo por la cantidad de palmeras de coco que hay sembradas en muchos sitios a la vista de tan tórrida y activa ciudad.

A diferencia de la reserva de Firpo, el equipo de la misma categoría de Sonsonate cuenta con su preparador físico correspondiente; los chicos cuentan con un refrigerio sano, servido caliente y en un recipiente de durapax, ese material de uso común en muchos comedores que se esmeran por dar un buen servicio delivery. También hay dos doctores para ambos equipos de Sonso, tanto para el de reserva como para el mayor. El problema de Sonsonate es que la dirigencia cree que los aficionados pagarán la planilla, por eso el equipo ha tenido serios problemas con los salarios.

“Si la afición de Sonso fuera como la de FAS, entusiasta y con mucha presencia, olvídese; salieran los papeles necesarios para pagar al equipo. Los resultados, cambios frecuentes de entrenadores y de futbolistas, no hay un plan serio de trabajo, y eso lo resiente la gente”, cuenta Waldo Pocasangre, un aficionado Sonsonateco de corazón.

“No ha exportado nada el equipo, la mayoría de jóvenes que desertan juegan en Segunda o Tercera División. Marcos Rodríguez, que ahora está en Metapán, ha sido lo más cercano a eso, estuvo en todos los niveles. A Marcos lo regalaron, bueno, los caleros pagaron poco por él, y eso que lo querían regalado fíjese; así como se maneja Sonsonate no puede tener en los jóvenes una fuente de ingreso lastimosamente”, relata decepcionado Waldo.

El mantenimiento de la cancha del Ana Mercedes Campos corre por cuenta de la Alcaldía de Sonsonate, de la cabecera departamental, esta se encarga de tener empleados listos para darle mantenimiento y ornato al estadio, la energía eléctrica también corre por cuenta de la misma entidad municipal. Eso sí, toda esta labor de limpieza no se pone de manifiesto tras el juego de reservas, tampoco antes y menos durante el partido de la categoría mayor. Con respecto a los servicios básicos del estadio (agua y energía eléctrica), Sonsonate estuvo a punto de no contar con ellos para el duelo ante Metapán. Sobre eso, Yimmy Cuéllar, portero del equipo cocotero, hizo una denuncia y puso esto en su Twitter: “¡Una semana muy difícil! ¡No hemos tenido energía eléctrica en el camerino ni agua potable, ojalá que mañana (ante Metapán) podamos ganar para poder respirar un poco de este mal momento que vivimos en Sonsonate FC!”.

No todos los banquillos de la Liga Mayor son incómodos, en Sonsonate son amplios para que se instalen todos los jugadores y cuerpo técnico. Foto: EDH/Jorge Reyes
Pese a que Sonsonate tiene muchos problemas de adeudo, una prioridad como la de equipar a sus reservistas con un kit casual no falta. Foto: EDH/Jorge Reyes

Algunos futbolistas tienen el valor de emitir reclamos en redes sociales, y de forma pública; pero la gran mayoría no se atreve a “morder la mano que le da de comer”. Bajo dicho refrán, muy propio de la idiosincrasia salvadoreña, muchos directivos aprovechan para hacer lo que quieren con el equipo. Ante las carencias subrayadas, hay que decir que el Sonsonate cuenta con una cisterna en el Ana Mercedes Campos, pero parece que en la semana crítica que pasó el plantel la misma ya no contaba con agua suficiente para su respectivo uso.

“Quienes no se ven afectados por el tema de salarios en el equipo de Sonsonate son los trabajadores del estadio, ellos tienen salarios pagados por la Alcaldía, siendo así no pasan por todas las penurias que sufre el plantel cuando le falta su paga. Los extranjeros suelen tener dinero ahorrado, por eso en los momentos difíciles se comen lo que han guardado”, cuenta Waldo.

Una leyenda urbana cuenta que hay jugadores profesionales que, para tener ingresos extra, o puntuales, mientras integran un equipo profesional de Liga Mayor juegan de manera “pirata” con equipos amateurs, barriales o residenciales para ganar plata. De ninguna manera se pudo comprobar si existe esto en Sonsonate. Solo hay rumores de que históricamente es algo que han hecho futbolistas nacionales no solo en el equipo cocotero, sino en varios que han pasado por Liga Mayor.

– Con esas faltas de salario se ha preguntado don Waldo ¿cómo hacen los jugadores para solventar sus pagos, sostener a sus familias, transportarse? ¿cómo?

– Con el transporte he podido ver que hay futbolistas que llevan hasta cuatro y cinco jugadores más rumbo al estadio, pero para los entrenos. El día del juego si Sonso va de visita utilizan un transporte privado facilitado por la dirigencia, esto aplica para reservas y plantel mayor; pero no es un vehículo propio solo para el uso del Sonsonate. Hubo también un rumor de que algunos jugadores cobraban a otros por darles transporte, pero uno más cómodo en lugar de ir hechos puño en un vehículo pequeño.

– ¿Pueden regalar las camisetas?

– Sí, pero si las pagan, así de sencillo.

– ¿Y si la rompen?

– No, ahí no, ahí tienen repuestos; pero ya he visto a los jugadores con camisas de entreno rotas y ya cocidas.

– ¿Hay gastos de espectáculo?

– Sonso gasta en pago de árbitros, les da de comer a los policías, a los jugadores, a los de la Cruz Roja y creo que a estos últimos les da una colaboración monetaria.

– ¿Y lo de los juegos artificiales, banderas, trapos?

– No, eso es de la afición. Cuando el equipo empezó en Primera la dirigencia sí ayudaba, pero hace rato que ya no.

– Pero ahora ya no veo tanto eso

– Es que la gente decente ya no se involucra mucho, y la verdad es que ya no ha habido un apoyo para Sonsonate porque don Pedro (presidente) hace lo que quiere y el equipo no pelea por grandes cosas.

El Estadio Ana Mercedes Campos se encuentra en un gran terreno con muchos árboles, hay harto espacio para ver el cielo y poder también disfrutar sentado un juego del Sonsonate. La cancha podría estar mejor, ya que cuenta con algunos desniveles que solo se perciben cuando la pisas; el terreno de juego tiene justo en las orillas del mismo un pequeño surco de lado de la tribuna techada que bien podría causarle alguna especie de esguince a un futbolista que corra o camine sin cuidado. En el centro de la cancha se apreció un desgaste importante, e incluso la simulación de un pequeño montículo, como si estuviese preparado para un lanzador de pelotas, pero de béisbol.

Rodeando la cancha se puede ver que la grama fuera del terreno de juego está quemada, lo que da un aspecto incompleto a todo el óvalo de la misma. Atrás de una portería se encuentran firmes pero olvidadas un total de tres banderas, hay una que representa los colores del escudo de la ciudad y las otras dos son las nacionales; todas pálidas, rotas, despreciadas; una gigantesca publicidad inflable les resta protagonismo. Muy cerca de ellas se muestran dos pequeñas porterías que parecen tener miles de años, oxidadas y con pinta de quebrarse en algún momento tras un balonazo con la fuerza de un “Catalnica” Martínez; también hay otras en la pista que rodea la cancha, esas que sirven a los recogepelotas para distraerse un poco previo al juego.

El microbús propiedad de Isidro Metapán lucía impecable. No todos los equipos alquilan vehículos para desplazarse. Foto: EDH/Jorge Reyes
Unos tacos parecen no tener ningún propósito sobre el techo que cubre el banquillo de Sonsonate ¿Cábala? No sería descabellado pensarlo. El Sonso ganó esa noche al Metapán un reñido encuentro. Foto: EDH/Jorge Reyes

Los futbolistas de las reservas cocoteras, con sus respectivos uniformes casuales, van de un lado a otro con sus refuerzos alimentarios tras el juego. Este esfuerzo nutritivo también alcanza para quienes devuelven los balones al terreno de juego. Por cierto, los balones para el calentamiento, así como el resto de instrumentos como conos y otros, parecen bien haber recibido el sol de al menos dos eras geológicas; en el Sergio Torres pasó lo mismo.

Saltan al engramillado los futbolistas de Sonsonate y Metapán con sus uniformes de combate; una banda de corte militar toca el Himno Nacional previo al juego. Para desgracia del paisaje acústico del momento fue una pena que la gente congregada en los graderíos no estuviese en la misma sintonía de quienes con sus instrumentos, su fuelle pulmonar y su entrega, se fajaran para hacer sonar con fuerza las notas del mejor himno del mundo.

Dentro del grupo de fotógrafos hay uno que resalta por su vestimenta, el joven está identificado con un atuendo de trabajo que lleva los colores de la bandera de la ciudad: verde, blanco y azul. El uniforme le fue dado, pero está ahí, la faena es por pura pasión al equipo no más. En el banquillo cocotero alguien dejó unas zapatillas rosas justo encima del techo, algo que bien pudo ser interpretado como una cábala, ya que la lógica dictaba que no tenía un propósito o utilidad. Y bueno, si fue así, la cábala “funcionó” para el equipo sonsonateco al final del reñido encuentro.

Monserrat Argueta es una aficionada cocotera de toda la vida. Aún recuerda cuando el equipo se denominaba “Tiburones” gracias a los relatos de sus familiares. La llevaban a ver al equipo en Tercera División y en Segunda, pero más en la liga de plata. Su primer recuerdo del verdusco equipo fue en la famosa cancha UTF.

– ¿Cambió mucho el ambiente ahora a comparación de cuando subió el Sonso a Primera?

– Sí, ahora la gente ha abandonado al equipo, piensan que no tiene sentido ir a gastar su dinero para ver al Sonso acostumbrado a pelear el descenso

– ¿Hubo barras organizadas?

– Sí, una era la Marea Verde, se ponían en distintos sectores, cantaban cosas diferentes con otra que había. Hubo fricción entre ellas, pero había buen ambiente en la vuelta a la Primera

– ¿Estuvo en alguna barra?

– No, nunca

– ¿Qué opina de la gente que apoya al equipo en todo momento?

– Es normal no estar de acuerdo con decisiones de la directiva, pero si quieres ser reconocido como un verdadero aficionado debes ser como la gente de Firpo, que aunque el equipo iba mal, lo apoyaron en todo momento. Incluso ayudaron de forma directa a los jugadores con colectas y otras cosas. No podés ser resultadista con un fútbol que atraviesa una crisis en nuestro país. Si queremos que cambie la afición debe poner de su parte, dar el primer paso, el ejemplo.

– Veo que no involucran a los niños en los actos protocolarios y otras cosas parecidas

– Creo que es demasiada seriedad la que quieren tomar por parte de la dirigencia. Ves que llegan los militares a tocar el himno, y está bien, pero es muy poca la integración con los niños. Creo que es un error porque a los niños hay que atraerlos para que vengan al estadio. Tal vez haya gente que no sea experta en mercadeo deportivo, pero es también un poco de lógica incluir a los más pequeños. Así como hace Alianza o Águila. Solo buscan a la gente que se pueda pagar, eso no los deja ver más allá de donde están encerrados.

– El estadio no luce muy bien en algunos sectores ¿siempre fue así?

– Jaaa, pero antes era peor. Ahora se mejoró bastante, antes no ni había baños, era de tierra alrededor de la cancha. Ahora los camerinos están mejores, está asfaltado alrededor de la cancha, y eso gracias a la alcaldía, porque es la que administra el estadio.

– ¿Qué quisiera cambiar en el equipo?

– Que no hubiese compadrazgos en la gente de dirección, que no solo trabajen para sus intereses. Hay gente de la dirigencia que no deja que otra gente colabore y no ven más allá del equipo, siento que no hay crisis de dinero, hay crisis de administración.

– ¿Hay gente que quisiera ayudar al equipo y no puede?

– Hay un grupo que hace rifas para ayudar a los jugadores, pero hay gente fuera del país a la que no le dan oportunidad de aportar.

– ¿De qué es lo que más se queda la gente?

– Lo administrativo, que ya hablamos, y la gente se queja también de que los jugadores que llegan no están comprometidos o no reaccionan positivamente a la presión, porque Sonsonate es una plaza bien dura. Sonso trae jugadores que no son del departamento, debería pescar gente de Racing o de Brujos, gente que siente más lo que significa ser alguien de esta tierra.

– ¿Por qué no se le apuesta al sonsonateco?

– Favores, intereses, la gente de la directiva ve solo los beneficios propios. La identidad nace cuando te sientes bien en un lugar, pero la misma situación económica hace que los jugadores no rindan, y mucho menos asuman esa identidad que se necesita, y no es culpa de ellos. No logran esa identificación con el club y menos con la ciudad.

– ¿Cómo ve el trato a los reservistas?

– La prioridad siempre será los futbolistas de la mayor. Pero deberían de ayudar a los reservistas porque tienen un trato diferente, ahí es donde nace la identidad y el amor por el equipo, por el escudo y lo que representa. Deberían mejorar las condiciones para ellos, como tener un salario. Porque ellos juegan también partidos de Primera o Copa y ayudan al equipo.

– ¿Qué mejoraría del estadio?

– Los baños, los banquillos, el engramillado; de ahí el resto está más o menos. Creo que es una necesidad techar aunque se juegue de noche, porque también llueve y la gente busca no enfermarse.

Zé Paulo, exfutbolista de Sonsonate, quien juega ahora en Metapán; es un futbolista veloz destacado por su buen arribo en ofensiva y poseedor de una notable capacidad para asociarse. La primera característica en cuestión le trajo varias faltas en contra, como regularmente le pasa; en una de esas parece que el brasilero no parece estar cómodo con un calzado traicionero. Pidió tiempo para cambiarse el par de zapatillas y se puso otras en impecable estado, mas siendo francos el cambio no le trajo mayor provecho.

Los futbolistas no ayudan mucho al ornato de la cancha, y en cada rehidratación las evidencias quedaban cerca de la línea de cal, compuestas esencialmente por bolsas plásticas que tuvieron agua; tampoco nadie de los banquillos o los recogepelotas se encargó de ayudar en dicho apartado. Pero volviendo un poco a la acción, hay que decirlo, fue un juego con mucho roce entre Sonsonate y Metapán. Hubo algunas faltas pasadas de tono, pero en general fue bastante peleado, ello provocó que ambos cuerpos médicos, bien equipados, salieran una y otra vez con sus instrumentos respectivos para tratar molestias físicas y varios golpes intensos.

El juego terminó con marcador de 2-1 a favor de Sonsonate, y una muy reducida compañía calera se mostró decepcionada con el resultado. En el sector del estadio destinado al conjunto visitante, platicaron unos minutos Paolo Suárez y Ricardo Ferreira, el primero cumplía una sanción y el segundo fue expulsado en el segundo tiempo. Los graderíos en los que estaban ambos, más una decena de aficionados caleros, quedaron sucios tras el juego; más insalubre que el sector techado de la tribuna cocotera; los basureros, si de excusas proponemos, no abundaban para la causa. Sonsonate a fin de cuentas tiene voluntad y recursos para hacer las cosas bien, la pena, es que los salarios del plantel no estuviesen al día.

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La mayoría de estadios tienen precarios muros que separan la calle de la cancha, o de las tribunas; viejas mamparas llenas de ladrillos despintados, manchados con ilícito spray o simplemente humeados por la contaminación de cualquier vehículo. Pero ese no es el caso del Estadio Vicentino, recinto que alberga los juegos como local del Audaz, que juega con los colores de Independiente. Buena parte del muro del estadio fantasma (y ya saben, no es que esté en abandono total) cuenta con varios chalets provistos de techos de hojas secas de palmeras, como con unos cuatro metros de largo aproximadamente cada uno; venden frescos, licuados, pupusas o antojitos. Por tratarse de un día de semana, no operaban la mayoría, pero la idea da un colorido importante a las afueras del estadio, y, ante todo, da una imagen de ornato. Incluso llega hasta recordar el ambiente contiguo a cualquier playa del país; aunque esté bastante lejos, ciertamente.

El sol y sus rayos bombardearon sin cesar toda la tarde con una fuerza atómica, se ve cómo lo reciente el engramillado y todo lo que compone el estadio; los únicos que parecen inmunes ante la colosal fuerza solar son algunos árboles bien adaptados y preparados para resistir tan lumínico y térmico poder: árboles de mango, aguacate, entre otros. A los futbolistas de ambos equipos no les demoró mucho entrar en calor, pero demás está decir que están acostumbrados al tórrido clima; se jugaba el Audaz-Jocoro, que el 23 de marzo se enfrentaron por la vuelta de las semifinales en Copa El Salvador. La espina para Jocoro, quien quedara eliminado en dicha instancia a manos de Audaz, aún dolía, y eso se percibía por lo que se comentaba entre los futbolistas morazánicos; esas ganas de vencer al rival estaban a flor de piel, eso se escuchaba en cada palabra tanto en jugadores como cuerpo técnico. Su sed de victoria era más fuerte quizás que el clamor mismo por humedad que pedía la tierra seca ubicada en los alrededores del estadio, las ganas de triunfar de percibían inmensas, y por fin, los delirios de pagar los puntos que adeudaban tras una sanción de 6 en total impuesta por la Fesfut debido a la no inscripción en tiempo de la categoría Sub 17 del equipo.

Chalets. Una buena idea para evitar que las paredes exteriores del estadio sean manchadas y de paso generar oportunidades de emprendimiento. Foto: EDH/Robbie Ruud
Algunos aficionados se sientan en rocas a la espera del juego, sentarse en los graderíos podría acarrear molestias renales a las 3:00 p.m. Foto: EDH/Robbie Ruud

Los reservistas, quienes jugaron poco antes del duelo de la categoría mayor, pasaron desde la cancha hacia las tribunas con algo semejante a un choripán envuelto en papel aluminio y una soda en botella entre manos. El refrigerio de recuperación correspondiente, o llamado también en el caló popular como: “mata hambre”, precede a una alimentación más completa.

En el micro calentamiento se mostraron los jugadores con los chalecos impecables; los aditamentos ocupados para hacer piques saltos y más estaban en óptimas condiciones, conos, discos y demás. Había un ritual particular previo al juego, y es que los jugadores del Independiente pusieron en el suelo, frente a su correspondiente banquillo todas sus espinilleras, como si esperaran a que el calor las secara, algo que no pude confirmar; pero que pareció colorido y poco común. La gran mayoría de futbolistas previo al calentamiento ya se habían cambiado, y tan solo unos pocos liquidaron dicha labor logística dentro de los camarines, que parecían unos auténticos saunas.

La costumbre de arrojar bolsas plásticas que contuvieron agua estuvo presente por parte de ambos equipos, sin embargo, miembros del cuerpo técnico y hasta los jueces de línea, aprovechaban para retirar de la cancha esos restos. Una actitud interesante que no había visto al menos en los juegos anteriores, y que por supuesto, es plausible para la imagen del juego mismo. Dieron el ejemplo.

El ojo engaña a muchos que piensan que los tableros son electrónicos, más bien son hechos de madera y los colores a utilizar dan esa sensación óptica. Foto: EDH/Robbie Ruud
Reservistas del Audaz se retiran del estadio con el refrigerio entre manos. Ninguno utiliza una equipación que les identifique tras el duelo. Foto: EDH/Robbie Ruud

Este fue otro juego más en el que pude constatar la ausencia de botargas. Metapán tiene, pero solo utiliza su jaguar cuando juega de local. Ni un fantasma, y menos una enorme y colosal “llama” o fogón aparecían en el paisaje; quizás cuando los equipos jueguen de noche ocurra, pero eso no se ve muy probable ni a largo plazo. Una ausencia que pude constatar, ciertamente muy curiosa, fue la de Cruz Roja o Cruz Verde para brindar asistencia. No tuve claro quién tomaría la camilla si se necesitaba en el partido, esta se encontraba recostada en la malla metálica que se extendía para dividir el acceso a los camerinos. Pese a que hubo tres expulsados y varias faltas fuertes cometidas, nadie salió nunca en camilla, nadie; y no quedó claro si fue porque no la necesitaron los jugadores lesionados, o porque no había quien la tomara para utilizarla; el objeto hizo presencia únicamente.

En el estadio llamó la atención la falta de protección ante las lluvias, ningún graderío cuenta con un techo para el respectivo resguardo. Existe únicamente una protección, un techo de lámina, exclusivo para periodistas, televisión, futbolistas y acompañantes de futbolistas, nadie más puede estar a salvo empero si lleva una sombrilla o un buen chubasquero. En la tribuna más utilizada el sol era sumamente feroz, la mayoría de aficionados se concentraban en los escalones y espacio cerca de los camerinos, donde había una sombra que avanzaba conforme a los minutos. Esto no beneficiaba a mostrar “colorido” frente a las cámaras, ya que la transmisión era incapaz de mostrar a la mayoría de aficionados reunidos. En la tribuna, que en términos prácticos podría considerarse como el sector de sol general, había una persona con sombrilla casi frente a la línea del centro del campo, mientras que en el mismo bloque estaban más alejadas unas cinco personas que aprovechaban el refugio inestable que daba una publicidad de telefonía instalada con angostas banderas.

A la entrada del estadio se ubicaba un emprendedor que respondía al nombre de Daniel Ramírez, un señor de 68 años de edad que vendía unos objetos muy particulares y de una importante utilidad para los aficionados locales y visitantes.

– ¿Qué es lo que vende, chamacón?

– Estos son cojines que he hecho, para que no le dé mal de orín

– Qué genial ¿usted los hace?

– Sí, seguro, yo los hago

– ¿Hace cuánto los hace?

– Vine este año a venderlos, adentro tienen pura tela (con revestimiento de papel). Hay gente que le pone desperdicio de otros materiales como plástico, hule o madera, pero yo les pongo tela para que la gente se sienta cómoda.

– ¡Y si no quieren que ablanden el suelo entonces! ¿no?

– Así es, jaja.

– ¿Cuánto cuestan?

– Dos coras (cincuenta centavos de dólar)

– Ahh, está bien, deme uno ¿se venden mucho?

– Sí, olvídese, más que acá cuesta encontrar sombra en los partidos.

– ¿Desde cuándo los vende?

– Desde que el equipo está en Primera

– ¿Se refiere al Audaz o al Independiente?

– No, desde que juega con los colores del Independiente, es que yo apoyo a los fantasmas. Así que en la rebúsqueda (generación de ingresos) me vine para poder también ganar unos centavos.

– Nunca había visto esto en ningún lado, me parecen muy curiosos estos cojincitos

– ¿Ya ve? A la gente le sirve, nadie más se preocupa por esto

– ¿A qué otra cosa se dedica?

– Ayudo a un conjunto a transportarse para hacer presentaciones, se llama “La Clave”, y es de acá de San Vicente, de la cabecera. Todo lo que hay que cargar de instrumentos, cuestiones del sonido, todo eso.

– ¿Está optimista con Audaz en la final de la Copa El Salvador?

– Sí hombre, por supuesto, ya los verguiamos acá este año aquí, así que estoy seguro que les podemos ganar de nuevo ¿quién dice que no?

– ¿Siente que la gente apoya al equipo lo suficiente?

– Lo que pasa es que a la gente no le gusta asolearse, si usted ve todo el frente está vacío por eso, la gente busca la sombra para poder ver el partido, sino no viene a sacrificarse.

– Bueno, lo dejo con los cojincitos entonces, no quiero quitarle tiempo para que los venda

– Déjeme decirle algo, estos cojines antes los vendían en los partidos del Alianza, y dicen que se los prohibieron, esos los agarraban para sentarse en sol (la tribuna de graderíos).

– ¿Pero por qué, qué pasó?

– Es que les daban fuego y los tiraban a la cancha, por eso se los prohibieron.

Daniel Ramírez vende cojines de fabricación propia en el Estadio Vicentino para que la gente no sufra el rigor del sol al sentarse, o peor aún, que padezca luego de una enfermedad renal. Foto: EDH/Robbie Ruud
Acá se muestra el espacio previo a los camerinos en el Estadio Vicentino. Entre cachivaches y otras cosas se instala un sujeto que controla el sonido ambiente del recinto. Foto: EDH/Robbie Ruud

En el Estadio Vicentino hay una franja importante para el tránsito del lado de “sombra”, aunque la sombra entre de lleno ya bien por la tarde, pasadas las cuatro y media de la tarde. Mucha gente se queda casi pegada al muro para resguardarse del sol, y hay quienes ya ubican grandes rocas para poderse sentar y ver el juego, aunque se trate de una distancia considerable hasta la cancha. Son pocos quienes eligen los cojines de Daniel para resguardar sus posaderas del calor contenido en el cemento, los graderíos han recibido sol de casi todo el día, y es difícil que se enfríen para el momento del partido. En el camino encontré a una niña con huacales llenos de agua, en ellos intenta preservar frías las bolsas con agua. Es la opción más económica para hidratarse en el estadio. Cerca hay planchas donde asan fríen carne y venden hamburguesas con curtido (chucrut, col o repollo fermentado).

La consola del equipo de sonido del estadio se encuentra al pie de los vestuarios, instalado en una esquina junto a un montón de cachivaches, una hielera, una bolsa gigante con agua embolsada, una escoba artesanal, trapos, huacales, cajas, un trapeador, una mesa y una carpa de vinilo entre otras cosas. El fornido personaje que encarna la voz se sienta en una silla enana para amenizar y dar la bienvenida, todo esto forma un cuadro sin armonía que bien podría representar cómo se organizan varios equipos semana a semana.

Cerca de los banquillos se pueden ver en el suelo muchas bolsas que contuvieron agua, parece que es cábala para algunos equipos tener muchas tiradas en el suelo, sobre todo cerca del banquillo. También hay cerca unas pelotas con un desgaste importante en la superficie, una de ellas está en la mesa plástica que ocupa el cuarto árbitro para tener el famoso “tablero” que funciona para las sustituciones y el tiempo añadido. Dicho objeto es de madera y se manipula como si de un juego de antaño se tratara, lo componen dígitos que simulan a los lejos ser los pertenecientes a un tablero electrónico, ya que los números muestra un color rosa y amarillo fluorescente.

Ya en los banquillos se puede calcular sin dificultad que no alcanzan en cuanto a dimensiones para mantener a todos los futbolistas y cuerpo técnico sentados cómodamente. Son muy chicos. De lado de Jocoro hubo parte del cuerpo técnico sentado sobre una pila de pelotas contenidas en una malla, a otros les “platicó” en el puro suelo, y otros más en un par de hieleras. En el banquillo de Audaz preferían estar parados quienes no lograban asiento ¿al menos esto les impedía relajarse demasiado y no estar preparados para la acción?

El Estadio Vicentino tiene banquillos chicos. Unos jugadores del Jocoro se sientan en el suelo y algunos miembros del cuerpo técnico se las ingenian para descansar sobre cosas que llevan. Foto: EDH/Robbie Ruud

Los cuerpos médicos de los equipos se mostraron muy eficientes y notablemente equipados con lo necesario para atender cualquier eventualidad, incluso con un tanque de oxígeno. El doctor encargado del Jocoro tenía una especie de compartimiento de tela semejante a una hielera de tela, y en ella tenía dibujado con lo que parecía una imagen prediseñada del catálogo de Microsoft Word a un cirujano operando; debajo de la ilustración se mostraba el nombre del médico así como su teléfono, contacto entre otras cosas.

No sé si es por la construcción de una nueva identidad o una clara ausencia de sentido de pertenencia, pero la gente en los graderíos no emboca ni un solo cantito, nadie tiene instrumentos, y lo único que se escucha es esto: una avalancha eterna de insultos para los jugadores, en especial para la cuarteta arbitral, a la que dedicaban una diversidad de groserías por cada cosa que pitaba en contra del Audaz. La afición local carecía de alegría y entusiasmo, era un mar de amargura que se agitó en un maremoto de improperios tras el pitazo final, Audaz perdió 1-2 contra Jocoro y de paso tuvo a tres futbolistas expulsados. La carencia tocó a los vicentinos en todos los niveles y categorías ese día.


Lea acá la segunda entrega: “La pobreza en la Liga Mayor (II parte)

La entrega definitiva está en este enlace: “La pobreza en la Liga Mayor (capítulo final)”


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Nota aclaratoria

Las intenciones del texto narrado tienen como uno de sus objetivos fundamentales describir todas aquellas situaciones y objetos que suelen pasar inadvertidos por el sediento hincha de fútbol. En ningún momento se busca perseguir otro fin que el de resaltar todos los escenarios de pobreza material, moral, así como las pésimas o nulas gestiones de las juntas directivas que dominan el actual panorama del balompié en la Liga Mayor. Algunos nombres de las fuentes citadas son ficticios para salvaguardar identidades y evitar represalias. Esta crónica buscó también acercar a las personas que no tienen la posibilidad de ir a un estadio en El Salvador, para así ponerlas en contexto y brindarles información que no se consigna en los afanes periodísticos cotidianos. El fin último y más ambicioso de este retrato escrito es que ni las autoridades del fútbol, ni los futbolistas, ni los aficionados, ni cualquier otro actor del máximo circuito del deporte rey baje los brazos ante los panoramas acá descritos. Todos estamos en la obligación de velar -desde donde nos corresponda- por un mejor trato y ambiente tanto para voluntarios como para empleados y público en general. Por último, se omitieron los estadios Arturo Simeón Magaña así como el Héroes y Mártires del 30 de julio de 1975 por no ser los recintos recurrentes de FAS y Santa Tecla, tampoco se juntaron mayores detalles sobre el Estadio Cuscatlán -recinto donde juega Alianza- por superar de forma sobrada los cánones de pobreza esbozados en este escrito.