A los 4 años, Daniela Guzmán se encontraba pelotas en la calle y empezaba a patearlas. Nadie le había inculcado ese amor por el fútbol, pero ella se aprovechaba de esos balones que caían desde el Centro Escolar Nicolás J. Bran para empezar a jugar, a tecniquear, a gritar goles imaginarios. “Cuando salíamos de compras, recogía las pelotas y empezaba a jugar. Nunca le han gustado las muñecas”, cuenta su mamá Raquel sobre esta pasión que no tuvo “influencias” familiares.
“Mi mami me dijo que me quería meter a clases de ballet y le dije que no, que me metiera a una escuela de fútbol”. La ‘orden’ de Daniela fue contundente. Su mamá empezó a buscar en Internet diversas escuelas de fútbol, pero la respuesta era siempre la misma: “No se aceptan niñas”. Así fue que llegó a la Escuela Pez Sierra a los 5 años, donde le dijeron que podía incorporar a Daniela sin problemas. Ahí fue y enseguida se empezó a destacar entre los niños.