Como en sus mejores tiempos. Y en todo su esplendor. El Cuscatlán volvió a vibrar con la Selecta. El azul estuvo vivo en todos los rincones del estadio, a través de cientos de hinchas que llegaron con fe de ver a la mejor versión de esta selección.
Tal y como en esos años de añoranza, de esperanza de un fútbol que sueña, de una selección que motiva, los graderíos del Cusca quedaron en un 95% de su capacidad, con la excepción de los sectores de preferente y sombra sur, que no terminaron de poblarse.
El aliento incansable de los salvadoreños de hizo eco en cada ola, en cada grito de “oe, oe, oe” y “El Salvador, El Salvador”, en cada instante de levantar las banderas y en cada aplauso. Y el “Vietnam” popular, lleno hasta la última costilla, volvió a tener su esencia de amor por la Selecta.