El segundo triunfo de la historia de un Levante sobrado de personalidad en el Santiago Bernabéu sentenció a Julen Lopetegui como jefe de un Real Madrid en depresión, que superó las ocho horas sin marcar hasta que lo hizo Marcelo y en caída libre tras cinco partidos sin ganar y tres derrotas consecutivas.
Sin gol. Gafado en los últimos metros con tres remates a los postes y dos goles anulados. Descompuesto tácticamente y con jugadores lejos de su mejor estado físico. El Real Madrid de Lopetegui tocó fondo ante un gran Levante que sacó provecho de la crisis de su rival y sumó su tercer triunfo consecutivo para asomar por la zona noble de la clasificación.
Michael Laudrup se ha ofrecido para dirigir al equipo blanco, siempre y cuando el Madrid quiera prescindir de su actual técnico
La crisis del Real Madrid pone al borde del despido a un Lopetegui que se desespera en su zona técnica viendo la falta de reacción de sus jugadores. Tan sobrados de voluntad como faltos de acierto. Con la suerte dándoles la espalda y frágiles ante cualquier planteamiento rival.
Un partido de frenopático al que no le faltó de nada. El descaro del Levante se alió con el nerviosismo defensivo madridista. La intrascendencia de Courtois o la de Marco Asensio en un equipo partido en dos, cuando lo tumbaron con golpes de buen fútbol. El gafe en el remate alcanzó las ocho horas sin gol por las paradas salvadoras de Oier. Y, por si fuera poco, el VAR sumándose a la locura.
La sombra de la destitución de Lopetegui planeó por el Bernabéu en cuanto se torcieron las cosas. La emoción del homenaje al delegado Herrerín y el ímpetu blanco inicial quedó en la nada cuando apareció la figura del ‘comandante’ Morales. Un Levante valiente, con tres atrás, cinco en el centro del campo para mandar y mordiendo con presión arriba, encontró el premio rápido gracias a un desacertado Varane.
Con poco se daña a un equipo que atraviesa un bache profundo. Un balón largo a espalda de la defensa sirvió para sorprender a Varane, sin la marca del punta, reaccionando tarde y dejando autopista a Morales que no perdonó. Las buenas intenciones de un inicio fuerte se desvanecían en seis minutos y solo cinco más tarde se mascaba la tragedia en el coliseo de la Castellana.