4 maneras de aceptar las temidas canas

Cuando ocasionalmente me encontraba una cana, me la arrancaba divertida, era mi triunfo sobre ella. Sinceramente no me reí cuando me vi no una, sino una docena. Entonces me propuse encontrar otro método para lidiar con ellas.

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Por Marilú Ochoa Méndez, Deseret News

2015-10-05 8:00:00

Me estaba peinando y entonces me di cuenta. Ese reflejo blanco en el espejo no era el reflejo de la luz del baño sino ¡canas a mis 36 años! Me senté y sinceramente no sabía cómo sentirme… ¿triste porque me estoy haciendo “viejita”?, ¿feliz porque he vivido mucho?, ¿preocupada porque ahora voy a enriquecer a los vendedores de tintes?

1. La edad es relativa

Recuerdo que cuando tenía diez años, veía a los jóvenes de veinte como “viejos”. Cuando tuve yo esa edad, me di cuenta de lo poco que había vivido, y todo lo que me faltaba por hacer y vivir; el día de hoy no es la excepción.

Estoy profundamente agradecida con Dios de prestarme la vida hasta el momento presente, de haber tenido oportunidad de formar una familia y de ver a mis hijos crecer y desarrollarse. Soy la mujer que soy gracias a los buenos y no tan buenos momentos en mi vida, no por tener un año menos o más.

De ninguna manera me siento como creía que me sentiría cuando tuviera “casi cuarenta” o cuando llegara el momento de verme canas y empezar a pensar en si debía pintármelas o simplemente presumirlas.

2. Ver lo que más importa

Lo que importa —a fin de cuentas— es cómo hemos aprovechado los años que han pasado; si los hemos llenado de experiencias que hoy nos hacen más sabias o si solamente nos lamentamos sobre ellas.

Ten en mente que esto es solamente una cuestión de óptica o actitud, como el ver el vaso medio lleno o medio vacío. Puede ser que darte cuenta de que el tiempo pasa y que también pasa por ti te ponga triste al principio, y es ahí cuando debes detenerte, recordar y observar todas las bendiciones de tu vida; en especial la primera de todas, el hecho de que aún sigues aquí.

El número de años o el color del cabello —al final— no significan mucho.

3. El espíritu no envejece

Cuando reflexionaba sobre esto, leí la frase “tu cuerpo envejece sin tu permiso, tu espíritu envejece si se lo permites” y el texto se acomodó de tal manera en mi corazón, que sentí que dio justo en el clavo. ¡Qué más da si las canas comienzan a asomarse por tu cabeza!

Cuando el cuerpo avisa que llega a su momento de madurez, es justo el momento de dar rienda suelta al espíritu. ¿Qué cosas tienes en mente que puedan rejuvenecer tu espíritu? Reír, jugar y disfrutar el momento son solo algunas sugerencias.

4. Tu belleza no se va, ¡al contrario!

Si recuerdas tus clases de primaria, seguro sabes que la flor, al ser fecundada por el polen, envuelve el fruto y presta su belleza y aroma para que nazca de ella un fruto nutritivo y sabroso.

Tu belleza no se va, ¡al contrario!, las canas son hermosas —con tinte y sin él— y son tu aviso natural para mirar más allá de las apariencias, y observar el fruto en que llevas trabajando desde que te convertiste en adulta. No lo pierdas de vista y sigue trabajando en él, porque esa es tu verdadera riqueza y tu verdadera belleza.

No olvides:Tu cuerpo envejece sin tu permiso, tu espíritu envejece si se lo permites.