4 razones para descubrir San Salvador

Existen rincones mágicos que transforman la agitada San Salvador en un atractivo turístico familiar 

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elsalvador.com

Por Josué A. Peña

2016-01-08 9:08:00

A menudo San Salvador parece tan cotidiano que no se espera encontrar nuevos lugares. Sin embargo, en mis recorridos he descubierto escondites dignos de ser conocidos.

Comienzo mi aventura desde temprano con el pintoresco municipio  de Panchimalco, reconocido por su iglesia colonial, sus nahuatl hablantes, sus pinturas y clima fresco. 

El pueblo se encuentra muy cerca de San Salvador, en el kilómetro 17 de la calle a Rosario de Mora. Para llegar hay que ir primero a los Planes de Renderos y de ahí bajar hacia el poblado. 

En el 2014, Panchimalco fue la sede de un simposio de escultores con artistas invitados de varios países. El evento se llevo a cabo en el complejo recreativo “Parque Acuático de Panchimalco”, un lugar que cuenta con dos canchas y dos piscinas, en las que las familias pueden compartir y disfrutar cualquier día de la semana.

Ubicado a pocos minutos de la alcaldía, este lugar ofrece un atractivo único. Lugares donde la piedra y el mármol  han dejado que nosotros los mortales podamos ver las esculturas en su interior, grandes bloques de piedra tratados con delicadeza hasta formar rostros de la cultura maya,  manos y pies, animales y seres inventados, todos viviendo en armonía en aquel lugar; esculturas formadas por el cincel y el martillo no solo de extranjeros sino de manos salvadoreñas. La atmósfera de aquel municipio y el legado cultural convergen allí a la perfección.

Por aquella región, cuenta la leyenda, que en tiempos de la colonia toda esa zona era propiedad de la familia Renderos, de donde proviene el nombre del lugar, y que la hija de esta familia era cortejada nada menos que por el mismísimo Diablo, razón por la cual decidieron cazarlo.

Y una noche después de haber cortejado a la joven, el demonio fue perseguido y, al verse atrapado, decidió romper el peñasco para escapar por el medio y desde entonces se le conoce como La Puerta del Diablo.

¿Verdad o mito? Quien sabe. Lo que sí se sabe es que las dos grandes rocas salientes del abismo y que cortan la montaña se han quedado para deleitar el paladar visual  con un hermoso paisaje. Desde su cima se puede ver el pueblo de Panchimalco, el lago de Ilopango, el volcán de San Vicente y el litoral del Océano Pacífico.

Claro que la vista se paga con el sacrificio de subir las gradas que se han hecho en la piedra natural, un lugar perfecto para practicar el hikking, caminatas, respirar aire puro, meditar y soñar. 

Al bajar por el sendero, un abanico de sabores espera ansiosamente por aumentar las calorías que se perdieron en el ascenso a la Puerta del Diablo. Tamales, tortas, riguas, atol y todo elaborado de la misma materia prima: el maíz. No por nada nos llaman los Hijos del Maíz.

En el Parque Balboa, a pocos kilómetros de la Puerta del Diablo, se alza con un obelisco como homenaje a aquel conquistador que estuvo en los dos océanos en el mismo día. También se levantan monumentos en homenaje a los padres de la patria y de la que fue la fran nación de la República Federal Centroamericana.

Los estrechos caminos del parque están decorados con la sombra y las hojas que caen de la vegetación tropical. Caminando por aquellas veredas, el tiempo parece ser más amigable, de pronto nada parece urgente, todo se llena de paz.

Claro que en todo ese ambiente uno llega a pensar: ¿cuál es el mejor lugar para ver el atardecer? ¿En qué sitio se puede apreciar todo el esplendor de San Salvador? Para responder a esas preguntas, encontré un lugar que responde a todas mis interrogantes.

Regresando por la calle que conduce de Los Planes a San Salvador, a la altura del kilómetro 7 1/2, está el desvío al Bulevar Orden de Malta. Tomando ese desvío y siguiendo por un camino semejante a Los Naranjos, se encuentra el restaurante “Cachivaches”, que antiguamente era el casco de una finca en Huizucar. La vista a mi parecer es de las más privilegiadas.

Desde las mesas en el jardín, se puede apreciar todo el paisaje topográfico de San Salvador. El ambiente en aquel lugar es muy acogedor y lo recomiendo como uno de los escondites que tiene el sur de San Salvador, para sorprender a cualquiera.