Hiroshima, una ciudad con un mensaje de paz mundial

La primera ciudad en sufrir la explosión de una bomba atómica lucha porque la historia no se repita. Los sobrevivientes comparten lo ocurrido a las nuevas generaciones.

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por Maricris De la o

2016-01-09 8:04:00

Más de 70 años han pasado desde que Hiroshima sufrió el terror de la explosión de la primera bomba atómica en la historia. Ahora pese, a que muchos pensaban que pasarían hasta siete décadas para que naciera una sola planta, la ciudad japonesa es un ejemplo de superación y paz para la humanidad.

Con más de 1,16 millones de habitantes, es una ciudad próspera comercialmente, cuyo centro de compras es la Avenida Aioi-dori. 

Asimismo, posee el Parque Conmemorativo de la Paz, en donde alberga al Museo Conmemorativo de la Paz y la Sala Nacional de la Paz en Memoria de las Víctimas de la Bomba Atómica con el propósito de difundir un mensaje de paz mundial y la abolición de las armas nucleares.

Hiroko Kishida, una de las sobrevivientes, comparte sus memorias sobre ese 6 de agosto de 1945 cuando explotó la bomba matando a miles de personas. Y sostiene que sus objetivos son ser un testimonio de vida, porque cada vez son memos los sobrevivientes que pueden contar la historia directamente, “por eso las nuevas generaciones no saben qué sucedió y por eso creo que es necesario que personas como yo tenemos que seguir contando todo lo ocurrido”.

Kishida también cree que nadie debe vivir la misma experiencia que tuvieron ellos. “Cada vez hay más armas nucleares y si alguien aprieta el botón el mundo desaparecerá”, apuntó.

Por otro lado, puntualizó que pese a las distancias y diferencias culturales, las humanos son capaces de comprenderse, y por ello busca un mundo sin fronteras.

En la Declaración por la Paz del pasado 6 de agosto el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, hizo un llamado a frenar las armas nucleares, asegurando que en la actualidad existen más de 15 mil en el mundo.

“Mientras existan armas nucleares cualquiera puede ser víctima en cualquier momento. Si ese daño ocurriese tan solo una vez, provocaría daños indiscrimidamente traspasando fronteras. Pueblos de todo el mundo: por favor escuchen las palabras de los sobrevivientes de Hiroshima y el mensaje de de Hiroshima por la paz, para tenerlos en cuenta como cuestión cercana”, dijo Matsui.

La experiencia de Hiroko Kishida

“A las 8:15 estaba en el baño, mi mamá dijo se liberó la alarma de bomba pero he oído un sonido de avión. Por curiosidad me salí un poco desde la ventana del baño, oí un sonido pero no vi nada y entonces me senté, en ese momento escuché un sonido muy grande y sentí que todo se apretaba en mi;  mis ojos, boca, nariz y oído; y me desmayé. No sé cuanto tiempo pasó y cuando reaccioné había escombros sobre mí. Pude mover un poco mi rostro y grité ‘mamá ayúdame, socorro’”, recuerda Hiroko Kishida, una sobreviviente de la bomba atómica, cuando tenía solo 6 años de edad.

La casa de Kishida era de dos plantas y todo se vino abajo. Estaba a 1.5 kilómetros del epicentro de la bomba. Ella  rememora que su mamá tuvo que sobrepasar varios obstáculos hasta llegar hasta donde ella. 

“Mi abuelo estaba en la primera planta y sobrevivió al estallido, pero no podía mover su lado derecho (…) ‘No se preocupen por mi, dijo, vayan, váyanse de aquí’. Mi mamá cargó a mi hermano menor y a mi. Le dijo que volvería después, y  justo cuando salimos se cayó la entrada. Nunca más volvimos a ver al abuelo”.

 Según Kishida, cuando salieron a la calle vieron una cola larga de personas que sufrieron la bomba, con quemaduras y medio desnudas.

“Salimos corriendo y no llevaba zapatos y mis pies tuvieron quemaduras pero no las sentí hasta tiempo después. Aunque ese día hacía buen tiempo después comenzaron a caer las lluvias negras. Nosotros pudimos defendernos de estas lluvias en una huerta de tomate. Allí vi una escena extraña que jamás olvidaré, encima de los tomates rojos cayeron las aguas negras. Otra escena que no puedo olvidar es que vimos a una madre joven llevando a un niño de  2 años edad, parecía que el niño ya había muerto, pero la mujer preguntaba a las personas ‘Por favor dame algo para mi niño porque no ha comido nada desde la mañana’, pero nadie pudo hacer nada”, rememora.

De acuerdo con Kishida, las  grandes colas seguían hasta la zona de evacuación. Su familia logró refugiarse en  la casa de un agricultor. “Allí nos regalaron un onigiri (una bola de arroz) por persona. (…) En este centro vimos a una amiga de mi madre, y desde entonces vivimos un tiempo en su casa, a 30 kilómetros desde el epicentro de la explosión”.

Al día siguiente la madre de Kishida volvió al centro de la ciudad para buscar al abuelo y a su hermano mayor, quien el día de la explosión estaba en la escuela primaria. “Hiroshima estaba vacío y no pudo acercarse a la casa porque todavía quedaba el calor de alta temperatura. Entonces no pudimos recoger las cenizas y los huesos del abuelo”, detalla.

La madre siguió yendo al centro para buscar a su hijo mayor. Hasta que una semana después, el 13 de agosto, volvió cargándolo en su espalda. “Él estaba a 1.8 kilómetros desde el epicentro. Mi hermano sufrió quemaduras”, y cómo no habían medicamentos “preparamos nuestras  medicinas con pepinos”.

“Cerca de donde vivíamos había un doctor pero estaba lleno de personas más graves y mi hermano no fue atendido. En pocos días de su cuerpo salieron  gusanos. Lo único que teníamos era un desinfectante básico y con ese se mejoró poco a poco, pero el lugar en donde tenía la quemadura se convirtió en queloide y después sufrió mucho por el maltrato de sus amigos”, añade.

En aquel entonces el padre de Kishida estaba en China, luego lo mandaron a Siberia. Allí pasó tres años hasta su regreso a casa. “Unos 55 años después del fin de la II Guerra Mundial mi padre murió, a los 92 años de edad. No habló nunca de la guerra solo decía ‘No debemos volver a tener la Guerra, jamás debemos tener la misma experiencia’”.

Kishida expresa que miles sufrieron directamente los efectos de la bomba atómica, pero muchos otros indirectamente. Su esposo fue uno de los cientos de niños que quedaron huérfanos y padeciendo hambre.

“Tuvimos tres hijos y disfrutó de lo bueno de una familia, pero debido a una enfermedad murió a los 50 años de edad”, puntualiza. 

Ahora Kishida comparte su historia para llevar un mensaje de paz al mundo.