El “Dalí” salvadoreño, encarnado para pintar

Un prodigio de la pintura ha sido descubierto en una zona franca de El Salvador. Maneja técnicas de acrílico, acuarela, aerosol y óleo, sin haber recibido intrucción previa. El talento le brota de las manos.

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elsalvador.com

Por Guadalupe Trigueros Fabeiro

2015-10-21 7:58:00

Desde pequeño, Obed Osorio no ha parado de dibujar, ni de pintar, después de las faenas de siembra y cosecha bajo el cielo de Coatepeque, Santa Ana. Pinta el espíritu humano, sus defectos, sus virtudes y, especialmente, la inocencia de los niños, esa que el mundo de los adultos ha dejado de ver.

A su alrededor, las carreteras, las granjas, los sembradillos, las fábricas, el tráfico, y, en la medida en que avanza para llegar a su empleo, es el único capaz de percibir en su piel y en sus sentidos el maltrato, el abuso, el abandono, la ira, el egoísmo y el materialismo de la sociedad salvadoreña. Es entre ese universo, en el cual todos confluimos, el único al que  tal vez no les es indiferente la decadencia de nuestra patria y de nuestra humanidad.

Pinta relojes, como Dalí, y dentro de ellos, un mensaje a la conciencia que Obed Osorio no cesará de plasmar, aunque el mundo le diga lo contrario. Ellos son su inspiración y no está dispuesto a dejar su ilusión.

Su madre fue la principal consejera para dejar el arte, por temor a descuidar la principal fuente de ingresos de la familia. Como ella, sus amigos y allegados con la misma cantaleta, pero el Dalí salvadoreño ha visto en sus contradictorios consejos una semilla que germina y se alimenta cada vez más en su interior para continuar dibujando y pintando.

Este pintor empírico tiene tres hermanos. Su padre falleció hace 10 años y ha debido enfrentar dificultades para terminar sus estudios de bachillerato. No le ha importado lavar ropa ajena o cocinar para otros, a cambio de financiar su inspiración, esa misma que le brota de los poros y le circula por las venas, como encarnado para pintar, con una capacidad inexplicable para usar técnicas en aerosol, en acrílico, en acuarela y en óleo, sin haber recibido instrucción alguna.

El primer sorprendido con los cuadros de Osorio fue el presidente de George C. Moore,  Andy Dreher, cuando recibió un correo en su despacho de  Westerly, Rhode Island, proveniente de Elisa de Suárez, la marketing manager de la compañía en El Salvador. Dreher no podía creer lo que tenía frente a sus ojos y en su propia planta de operaciones. “Es increíble, buscamos inspirar a nuestros empleados con nuestro programa GCM Inspira, pero fue Obed quien terminó inspirándonos a nosotros”, exclamó el estadounidense.

Su reciente trabajo en George C. Moore le ha permitido a Osorio financiar cursos libres de pintura en el CENAR, pero sus aspiraciones son aprender más sobre este arte, precisamente en la cuna de los grandes renacentistas y surrealistas: Europa.

De Dalí no sabe nada. “Desde pequeño tuve la intuición por dibujar. A los 22 años conocí un poco sobre el significado del dibujo y entonces ahí es donde nació el sueño”, reseña.

Dalí atribuía su inspiración a su admiración por el arte renacentista. Obed Osorio se la atribuye a su ADN, a la indiferencia, a la falta de conciencia y a todos aquellos que le aconsejan que deje de pintar, porque morirá de hambre.