Los adolescentes suelen intercambiarse contraseñas

Los jóvenes hacen cosas bastante tontas, es un hecho probado. La nueva tendencia en materia de malas decisiones puede, sin embargo, dejarlos expuestos en Internet.

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elsalvador.com

Por Shelby Slade, Deseret News

2015-08-11 3:31:00

Un nuevo trabajo de investigación del Pew Research Center demuestra que 19 por ciento de los adolescentes intercambian sus contraseñas de correo electrónico y redes sociales con sus amigos o novios. Muchos dijeron que comparan estas contraseñas, pese a las advertencias de no hacerlo, como signo de confianza plena en sus amigos.
 
Una investigación de Pew en 2001 arrojó resultados similares, en tanto 22 por ciento de los adolescentes compartían su información para conectarse. “Sabes si puedes confiar en alguien si le puedes dar tu contraseña, pero si alguna vez tienes un problema con esa persona, tendrá toda esa información en la punta de sus dedos”, dijo una chica de 17 años a los científicos del Pew.

“Me alegra haberlo hecho (compartir mi contraseña). Saber que estoy confiando a otra persona algo tan personal como mi contraseña me hace sentir más cerca de ella”. Los adolescentes pueden confiar en las personas con las que comparten sus contraseñas en determinado momento, pero el hecho puede tener rápidamente un efecto adverso ante la primera señal de drama.

Una chica explicó que después de pelearse con los amigas, éstas se conectaron con su correo electrónico y la hicieron romper con su novio.
Compartir esta información también puede ser un signo de intimidad para una pareja joven. Pudiendo conectarse con la cuenta de Facebook de su novia o novio, una persona puede saber si está siendo engañada, informó Matt Richtel en The New York Times.
 
Compartir las contraseñas para este fin generalmente favorece relaciones poco saludables y obsesivas que ponen en evidencia en realidad una falta de confianza en los integrantes de la pareja. También resulta increíblemente difícil parar este fenómeno porque se trata de una práctica prohibida, explicó la autora Rosalind Wiseman.

Como sucede con el sexo, los padres tratan de hacer que sus hijos no compartan las contraseñas, pero la relación supera esa advertencia. “La respuesta es la misma: si estamos en una relación, tienes que darme todo”, dijo Wiseman.

Los adultos también comparten contraseñas con sus amigos y parejas, pero las consecuencias suelen ser normalmente menos desastrosas, informó Nicolas DiDomizio en Mic. “La diferencia es, por supuesto, que la mayoría de nosotros compartimos esos datos por comodidad, o quizás incluso frugalidad”, informó DiDomizio.

“Pero lo más probable es que las personas con quienes compartimos nuestras contraseñas sean aquellas en las que más confiamos. Obviamente, todos sabemos que estos tipos de conexiones íntimas tardan mucho en desarrollarse, y que compartir dicha información con alguien simplemente para que pueda subir una selfie extraña a nuestro Instagram no es probablemente una buena idea”.