Revolución industrial o revolución francesa: ¿cultura o anarquía?

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elsalvador.com

Por Katherine Miller doctorado en estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2015-08-14 2:23:00

¿Qué tiene que ver la época victoriana con nosotros hoy? Si contestamos en términos de “tiempo”, comienza en 1830 cuando la Reina Victoria asumió el trono  a la edad de 18 años y terminó en 1901 con su muerte después de un reinado de 63 años. Pero si contestamos esta pregunta en términos del “espacio”, se abre un panorama con iluminaciones que se puede probar, como se hace cuando desea comprar  un queso en el mercadito.  Se come un poco antes de comprar, y, si no le gusta, no lo compra.

En 1789, los jacobinos en Paris tomaron la Bastille y Gran Bretaña tembló con miedo que la Revolución Francesa iba pasar el Canal de la Mancha y encender la sociedad de los ingleses.  Lo que pasó, sin embargo, era algo enormemente distinto:  nunca llegó una revolución tipo francesa a Gran Bretaña.  

Es que, a finales del siglo XVIII, el país de los ingleses ya había emprendido, como primer país del mundo, una revolución tipo industrial.  Las razones de porque la historia se desarrolló así es harina para otro costal.  Pero, sí,  se puede examinar los espacios en que la Gran Bretaña de la época victoriana experimentó una revolución industrial y no una revolución violenta, con su Reino del Terror bajo la guillotina, así como experimentaron las poblaciones de Francia.

En propuestas para la reexaminación del espacio cultural, se ha dicho que el temperamento de los ingleses es marcado por el sentido común, por el pragmatismo, la moderación, ansias para reformar dentro de los parámetros de su constitución y las instituciones de su país y una tendencia hacia la conservación de las tradiciones de su cultura.

Se presentan ante el mundo como orgullosos de la estabilidad política de su país y gobierno, producto de la Revolución Gloriosa de 1688, de sus estructuras financieras flexibles (el Bank of England fue establecido en 1694) y había una fuerza laboral enorme y disponible.  
Los victorianos gozaban de un imperio y el sistema bancario más grande del mundo.

Estos espacios alimentaban en los ingleses  un sentido de orgullo y destino manifiesto que talvez se considera desfasado hoy.  No obstante, no había precedente alguno en ningún país para el dominio económico de los ingleses a las industrias de hierro, acero, ferrocarriles, telégrafos y comunicación, fábricas y urbanización.  

Todo eso produjo cambios en los espacios de conciencia y percepción.  El comercio y el mercado libre creó una división fuerte (¿deja vu?) entre el gobierno y la economía.

Ante la industrialización recia del país, se produjo los bien conocidos daños a la población trabajadora en las fábricas y minas, el Parlamento Inglés pasó 47 Factory Acts (legislación para la reforma de las condiciones del trabajo de los trabajadores industriales) entre 1832 y 1897.  Los Factory Acts y Reform Acts comenzando en 1832 también ampliaron el sufragio para otorgar el derecho de votar a los que trabajaron.
Con la industrialización de Gran Bretaña, aparecieron pensadores—intelectuales públicos—quienes examinaron el maelstrón producido en la sociedad por la Revolución Industrial, que, a su vez,  produjo gigantescos traumas nacionales.

No obstante, la población creciente de lectores se inclinó hacia la prosa inglés de ficción y análisis como recreo racional en las novelas publicadas en forma serializadas y revistas producidos por imprentas giratorias de vapor y papel hecho a máquina.  
Por supuesto, no habían teléfonos ni emails.  Las novelas, poemas, publicaciones nacionales y la correspondencia escrita a mano informaron a la población.

Vamos a ocuparnos con el pensamiento de Matthew Arnold (1822-1888), poeta, educador, pensador político.  Sí, Virginia, los libros, ensayos y poemas de Matthew Arnold, en su tiempo,  eran mucho más populares e importantes que  El Capital de Karl Marx.  Ambos eran “Victorian Gentlemen” con ideas distintas uno del otro.

En 1851, para celebrar los avances en la industrialización de Inglaterra, se convocó, en Londres, The Great Exhibition in the Crystal Palace [La Gran exhibición en el Palacio de Cristal] e invitaron representantes del comercio de todo el mundo como testigos a la grandeza de la nación inglésa.  

Pero, en respuesta a la Gran Exhibición en el mismo año  de 1851, Matthew Arnold escribió y publicó su poema más famoso:  “Dover Beach” [el título es una referencia a los acantilados de la costa de su país, frente al Canal de la Mancha].

DOVER BEACH   por Matthew Arnold (1851)
    
The sea is calm tonight.
The tide is full, the moon lies fair
Upon the straits ….
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
… the world, which seems
To lie before us like a land of dreams,
So various, so beautiful, so new,
Hath really neither joy, nor love, nor light,
Nor certitude, nor peace, nor help for pain;
And we are here as on a darkling plain
Swept with confused alarms of struggle and flight,
Where ignorant armies clash by night.

[El mar es tranquilo esta noche.
La marea es alta, la luna queda bella
Sobre los estrechos [Canal de la Mancha].
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
…el mundo, que aparece ante nosotros
Como una tierra de sueños,
Tan variado, tan bello, tan nuevo,
No tiene, en realidad, ni alegría, ni amor, ni luz,
Ni certidumbre, ni paz, ni ayuda para el dolor;
Y nosotros estamos aquí así como en una pradera oscura
Atrapado en las alarmas confusas de la lucha y la fuga
Donde ejércitos ignorantes se enfrentan en la noche.]

Lo que señala Arnold en este poema son ideas que implican que el capitalismo producido por la industrialización durante la época victoriana causó una suerte de encogimiento que hizo angosto el espíritu humano y afectó seriamente el estado de conciencia y la interioridad de los seres humanos.

Durante las décadas de los 1850’s y 1860’s cuando Marx estaba sentado cada día en el Museo Británico en Londres escribiendo sus obras, no tan lejos, encontramos a su contemporáneo, el intelectual público, Inspector de Escuelas para el gobierno:  Matthew Arnold, quien publicó sus ensayos bajo el título de Culture and Anarchy en 1869, en que presentó la agenda victoriana sobre la cultura y sus funciones en la nueva sociedad.

En esta obra, Culture and Anarchy, Arnold presentó su análisis de su sociedad como una sociedad dañada pero capaz de mejorar, no por medio de una revolución, como su contemporáneo Marx declaraba, pero por medio de reformas sociales incrementales y por medio de la influencia de los intelectuales sobre las varias clases de la sociedad.  

El campo en que funcionó el intelectual, como lo concibió Arnold, era la arena donde se puede expresar en una manera “des-interesada”—que no es la misma cosa como “no-interesado” (o sea, sin intereses de ganancia personal).

Se propuso una clase de objetividad encima de los intereses de la clase o categoría de que provenía  la persona. Por eso planteaba que un intelectual no es un partisano comprometido con  un lado ni con el otro.  Era “el educador de la nación” en una actitud hacia el mundo que incluyó el uso de la mente en el gobierno y en la sociedad.

Arnold no era anti-capitalista  pero, en toda su obra, presentaba la idea de que se necesitaba muchas clases de remedios para compensar por los daños causados por la industrialización, así como los Factory Acts y otras reformas sociales.  
Entre estos remedios Arnold ubicó su enfoque principal en el papel de la cultura, que él definió como “a dis-interested endeavor to learn and propagate the best that is known and thought in the world” [un esfuerzo desinteresado para aprender y propagar lo mejor que es conocido y pensado en el mundo].

En Culture and Anarchy, Arnold dividió la población de Gran Bretaña en cuatro grupos o categorías, y a cada uno aplicaba una viñeta satírica.  Los cuatro grupos son:  los bárbaros, los filisteos, la población en general y los “aliens” [una especie de forasteros alienados por haber superado las limitaciones de su clase o categoría de origen].

Los bárbaros eran los aristócratas quienes, dijo Arnold, poseyeron un cierto estilo y serenidad pero que ya no eran aptos para gobernar porque en una sociedad moderna, las ideas cuentan y, según Arnold, la serenidad de los aristócratas parece “provenir del hecho de que nunca habían sido molestados ni irritados por ninguna idea”.  

La población en general, por otro lado, recibió el mínimo de educación y eso los excluyeron de la posibilidad de propagar “lo mejor que había sido dicho y hecho en el mundo”.  

Los filisteos eran los hombres y mujeres que estaban, más y más, perdiendo de vista la utilidad de ideas porque estaban hundiéndose en la “maquinaria” por la expansión y acumulación de riqueza material en lugar de una mejoría moral, social y cultural.

Ahora, si ninguno de las tres primeras  categorías de personas tenía la habilidad de guiar a la nación, ¿quiénes quedaban?  La respuesta de Arnold era de proponer la categoría que él denominaba “aliens” [forasteros alienados de su clase o categoría], personas que provenían de cualquiera de las otras tres categorías porque habían trascendido las fronteras mentales de sus clases de origen.  
Estas personas, sí, podían pensar en guiar a la nación porque gozaban de “a curiosity about their best self, with a bent for seeing things as they are, for disentangling themselves from machinery” [una curiosidad sobre su mayor manera de ser, con una tendencia por ver los asuntos así como son, por desenredarse de la maquinaria].

En conclusión,  el modelo que propuso Arnold para el intelectual “des-interesado” (que no era lo mismo que “no-interesado”), el intelectual público, que criticaba y educaba la nación sobre lo mejor que se había dicho y pensaba en todo el espacio cultural y político de la historia, en su papel de liderazgo, no era una persona animador a favor del capitalismo ni oponente del  capitalismo, si no que alguien que podía servir  para fortalecer y aumentar el nivel general de la cultura por  medio de educación gratis y obligatoria.  Además, por estas cualidades, era apto, como veremos, para la participación en el gobierno.

Otra manera en que Arnold pensaba que los intelectuales podían ejercer influencia era  por medio del servicio civil—en puestos gubernamentales.  Estas personas podían jugar un papel en el servicio civil, a que podían acceder por medio de sus méritos, una vez que estos fueron medidos por exámenes sobre sus habilidades de participar en el gobierno.  También, un intelectual era una persona para quien era importante escribir para una audiencia más grande, incluyendo en las revistas, ensayos y novelas que estaban floreciendo como resultado de la industrialización de las imprentas y casas editoriales, y que fueron leídos ampliamente por la población a todo nivel.

Con eso, Arnold implicaba que el intelectual tenía que criticar la sociedad burguesa por la opresión estructural que fue impuesta durante la industrialización.  (Sobre los intelectuales públicos de que Arnold estaba hablando, debemos enfatizar que no eran, en lo más mínimo, lo que se  conocen hoy como “politólogos”).

Así, el papel que deberán jugar los intelectuales—los “aliens”–era de diseminar la cultura, un cuerpo de conocimientos y sabiduría que permitiera a personas re-pensar sus situaciones y la situación de su sociedad y animar una búsqueda para la perfección. Es decir, eran personas quienes no estaban satisfechos con la situación en que actualmente se encontraba la nación.

Estas son algunas de las premisas básicas de su pensamiento en Culture and Anarchy.  No propuso una revolución tipo francesa basado en principios dogmáticos impuestos forzosamente.  Pensaba, como expresó en sus publicaciones, que el capitalismo producido por la revolución industrial tenía que ser formado, re-formado y suavizado por la promulgación de ideas no mecánicas ni dogmáticos en la cultura ofrecida por los intelectuales públicos en las instituciones de educación y del gobierno, y por las reformas para corregir la brutalidad de la vida en los tiempos de industrialización.  Y en eso, enfatizó en sus escritos, los que se proponen para gobernar deberán acceder a sus puestos por medio de méritos evaluados por exámenes sobre su nivel educacional y cultural además de sus habilidades para gobernar.

En estos términos, Arnold examinó la cultura versus la anarquía.  Apoyar la industrialización, el comercio, pero también la cultura era su enfoque principal.  

La inteligencia, la cultura y un espíritu crítico son los términos maestros del discurso en la visión política de Matthew Arnold, en medio de la Revolución Industrial.  Propone la cultura  como antídoto a la anarquía, y una Revolución Industrial en lugar de una revolución dogmática tipo francesa.
FIN